Si yo fuera patriota, ese concepto tan devaluado, precisamente por quienes más lo defienden, sentiría que esta Semana Santa se está ultrajando la bandera nacional. El hecho de que las banderas se icen a media asta por la muerte de Cristo en los cuarteles del Ejército es una imposición por parte del ministerio de Defensa que no tenemos por qué soportar.
El Real Decreto 684/2010 es muy claro al indicar que la enseña sólo ondea a media asta en las Fuerzas Armadas cuando se decretan días de luto nacional, cuando fallecen militares en acto de servicio o el rey, la reina o el heredero. No dice nada de la muerte de Cristo porque, para empezar, somos muchísimas las personas que no creemos en su existencia.
¿Qué sentirá un soldado ateo que arriesga su vida por su país y que ve cómo el gesto de luto que se realiza por la muerte de un compañero también se hace para la muerte de alguien que ni siquiera existió, según sus creencias? Sentirá indignación, pensará que la bandera está siendo ultrajada, pues no puede utilizarse para algo así porque pierde valor el gesto.
Obviamente, los católicos -aunque por sus actos, muchas veces no lo parezcan- aplaudirán la imposición de Defensa, la misma que se venía manteniendo décadas después de la Dictadura como gesto de la patraña de Transición que tuvimos.
En un Estado aconfesional no deberían suceder hechos como estos; ni siquiera el Ejército debería participar -aunque sea voluntariamente- en actos religiosos de cualquier confesión. En España, militares del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire participan este año en más de doscientos actos institucionales y religiosos con motivo de la Semana Santa, algo que debería quedar reservado a la esfera privada, donde todo el mundo tiene derecho a profesar su creencias religiosas.
Yo ni soy católico, ni siento ese respeto por la bandera nacional, ni defiendo ese concepto de patria que tratan de grabarnos a fuego. La idea abstracta de una patria que, en realiadad, está siendo ultrajada por quienes nos gobiernan (a nivel local, regional y nacional) me revienta pues, como he defendido en este medio en más de una ocasión, creo más en un concepto de honradez solidaria en el pedazo de tierra que nos ha tocado o hemos elegido vivir.
Para mí, a efectos prácticos, que icen la bandera a media asta por la muerte de Cristo tiene el mismo efecto que si lo hicieran por la separación de Tip y Coll. Sin embargo, dado que me siento secuestrado por una Constitución que no quieren reformar quienes nos gobiernan, al menos, respetémosla. Si la Carta Magna habla de Estado aconfesional, seamos un Estado aconfesional y dejemos cualquier religión para el ámbito privado, con todas las libertades para poder disfrutarlas.
Eso debería resultar muy sencillo, pero las mismas personas que miran a otro lado cuando se mata pelotazos a migrantes en El Tarajal, las mismas que incumplen su compromiso de acogimiento de refugiados, dejándolos a su suerte en campos de concentración precarios, las mismas que habrían cerrado las fronteras a los tres Reyes Magos por ser unos sinpapeles, militan como católicos, apostólicos y romanos y ahora nos imponen ese catolicismo violentando la libertad religiosa. En esencia, esa es su religión, la imposición, porque el catolicismo es una mera anécdota en su historial de fechorías.
David Bollero
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