Uno de los principales obstáculos para una convivencia democrática es la presencia de dogmas. Detectamos con claridad los de carácter religioso, populista u otros. Sin embargo, hay alguno que, revestido desde el poder por un aparente rigor científico y el mayor respaldo de una interesada y torticera utilización del pensamiento único y mediático, pasa más desapercibido. Se trata del neoliberalismo, movimiento que ha logrado imponer como hegemónica una versión sectaria de la economía. En vez de que ésta se entienda como “ciencia que tiene por objeto la asignación de recursos, considerados escasos, destinados a la producción y distribución de bienes para la satisfacción de necesidades humanas”, ha extendido una interpretación que propicia una jungla-mercado donde sólo se prima la lógica del beneficio y eficiencia materiales. Se puede entender como una reformulación de un capitalismo predador de crecimiento ilimitado, complementado en parte con otros dogmas neocons o neo conservadores.
Es un movimiento antiguo que se inspira principalmente en Friedrich von Hayek, Josep Schumpeter y Milton Friedman, tres economistas que se opusieron al estado del bienestar keynesiano. Las teorías del británico Jonhn M. Keynes se imponen durante la guerra fría como solución más presentable en el enfrentamiento de bloques capitalista y comunista. El neoliberalismo logra su apogeo con el declive del telón de acero.
El austriaco Hayek es el ideólogo-profeta con Camino de servidumbre (1945), donde preconiza el “estado mínimo” y critica toda regulación de la economía y las intervenciones sociales y económicas públicas. Para imponer el dogma de que “el mercado siempre tiene razón”, propone desregular, privatizar, limitar la democracia, quebrar el poder sindical o -si fuera posible- la desnacionalización de la moneda.
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Apuntes sobre laicismo II La amenza del neoliberalismo Justicia social y beneficencia