¿Qué es el burquini que ha prohibido la alcaldesa de Ripoll?
La decisión de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, de prohibir el uso del burquini en las piscinas municipales ha reavivado un debate complejo y recurrente en Europa. Esta medida sitúa a la prenda, una vez más, en el epicentro de una discusión que entrelaza la libertad religiosa, la laicidad en los espacios públicos, la integración cultural y los derechos de las mujeres. Sin embargo, para comprender la magnitud de esta controversia, es fundamental entender qué es exactamente el burquini, de dónde proviene y qué simboliza para las diferentes sensibilidades de la sociedad. Lejos de ser un simple atuendo, el burquini es un símbolo cargado de significados que refleja las tensiones de un mundo cada vez más globalizado y diverso.
El burquini es, en esencia, un traje de baño de cobertura completa diseñado para mujeres. A diferencia de los bikinis o bañadores convencionales, esta prenda cubre la totalidad del cuerpo, a excepción del rostro, las manos y los pies, permitiendo así a las mujeres que lo desean participar en actividades acuáticas sin contravenir sus preceptos de modestia, ya sean de índole religiosa o personal. Su diseño suele constar de dos piezas principales: una túnica de manga larga que llega hasta las rodillas o los tobillos y unos pantalones ajustados. A menudo, se complementa con una capucha o un gorro que cubre el cabello y el cuello. El tejido con el que se confecciona es clave para su funcionalidad: una mezcla de materiales sintéticos como el nailon, el poliéster y el elastano, similar al de la ropa deportiva, que garantiza ligereza, flexibilidad y un secado rápido, haciéndolo totalmente apto y seguro para el baño.
Origen y diseño: más allá de un traje de baño
El término «burkini» es un neologismo, una palabra creada a partir de la fusión de otras dos que, a primera vista, parecen antagónicas: burqa y bikini. Esta ingeniosa combinación fue acuñada por su creadora, Aheda Zanetti, una diseñadora australiana de origen libanés. Zanetti ideó y patentó la prenda a principios de la década de los 2000 con un objetivo muy claro: la inclusión. Observó cómo su sobrina, una joven musulmana, se sentía excluida de los deportes de equipo porque el hiyab tradicional no era práctico. Esto la inspiró a crear una alternativa que permitiera a las mujeres musulmanas participar plenamente en la vida social y deportiva australiana, especialmente en su arraigada cultura de playa y natación.
Es crucial diferenciar el burquini del burqa. Mientras que el burqa es una prenda que cubre completamente el cuerpo y el rostro, a menudo con una rejilla a la altura de los ojos, el burquini deja la cara totalmente al descubierto. Su propósito no es el ocultamiento, sino ofrecer una solución que equilibre la fe y la modernidad. Tras los disturbios raciales de Cronulla en Australia en 2005, Zanetti vio su creación como una herramienta para fomentar la tolerancia y la integración social, un puente entre culturas. El éxito fue inmediato y global, demostrando que existía una demanda real de moda que respetara los valores religiosos sin renunciar a la vida activa.
Un campo de batalla cultural y social
El burquini trasciende su función como prenda de vestir para convertirse en un potente símbolo en el debate sociocultural contemporáneo. Su presencia en playas y piscinas públicas de Occidente genera opiniones radicalmente opuestas. Por un lado, para muchas mujeres, musulmanas o no, el burquini representa la emancipación y la autonomía personal. Les ofrece la libertad de disfrutar de actividades de las que, de otro modo, se verían excluidas, ya sea por convicciones religiosas, por motivos de pudor personal o incluso como una forma de protección solar integral. Desde esta perspectiva, prohibirlo sería limitar su libertad de elección y su capacidad de integrarse en la sociedad a su manera.
Por otro lado, sus detractores, entre los que se encuentra la alcaldesa de Ripoll, lo interpretan como un símbolo de opresión femenina y una manifestación de ideologías religiosas que consideran incompatibles con los valores seculares occidentales, como la igualdad de género. Argumentan que la prenda no es una elección libre, sino una imposición patriarcal o comunitaria que segrega a las mujeres en el espacio público. Este choque de visiones refleja una tensión más amplia sobre cómo gestionar el multiculturalismo, hasta qué punto debe llegar la laicidad del Estado y dónde se traza la línea entre la libertad individual y los símbolos que pueden ser percibidos como contrarios a los principios fundamentales de la sociedad de acogida.
La moda como reflejo de una sociedad cambiante
Finalmente, el fenómeno del burquini también es un claro ejemplo de cómo la industria de la moda puede actuar como un catalizador de cambio y un espacio para la expresión identitaria. La popularización de esta prenda ha impulsado el crecimiento del mercado de la «moda modesta» (modest fashion), animando a grandes marcas y a diseñadores independientes a crear colecciones más inclusivas. Estas propuestas buscan satisfacer las necesidades de un segmento de la población que desea ropa funcional y estéticamente atractiva sin renunciar a sus principios de modestia. De este modo, el burquini demuestra que la moda es un campo dinámico, capaz de adaptarse y dar respuesta a los valores y estilos de vida de diversos grupos sociales.





