Muchos líderes políticos, en todo el mundo, incluso en los estados más secularizados, intentan arroparse en las banderas de tal o cual líder religioso para legitimar un discurso civil haciendo un flaco favor a la igualdad y al universalismo. Lo vemos en la actualidad en los EEUU donde los líderes políticos compiten, en los debates públicos electorales, por presentarse cada cual más religioso que su contrincante o lo vemos en Rusia donde Putin ya no va a ningún lado sin un Pope ortodoxo o lo vemos en Hungría y en Polonia donde el catolicismo se incrusta en las instituciones estatales para tutelar los derechos civiles, por no hablar en América Latina donde el evangelismo o el catolicismo actúan directamente en la política, intentando que su moral cristiana inunde la moral pública o no digamos en países como Turquía donde su presidente Erdogan pretende una reificación del sultanato otomano basado en el islam, como estamos viendo ahora mismo en Azerbaiyán y en el conflicto de Nagorno Karabaj.
En nuestro país, incluso en la democracia, la Iglesia católica ha intentado tutelar durante años los derechos civiles en muchos aspectos (aborto, matrimonio igualitario, escuela laica, etc.) y los gobiernos, de todo signo, han buscado siempre el beneplácito del catolicismo y ello pese al avance imparable de la secularización social. Además, en nuestro país, tenemos en verdad un Estado con una religión semioficial que es financiada públicamente y que goza con privilegios propios de una religión oficial particularmente en el sistema educativo donde la segregación del mismo por motivos religiosos es el principal factor, después de la renta, según la OCDE, de la amplificación de la desigualdad social. En la democracia los ciclos de gobierno progresistas no han ido acompañados por el impulso del laicismo, más bien al contrario. Si el 15 M abrió un ciclo político de aspiraciones de renovación y regeneración de la vida política, el laicismo todavía está pendiente y todavía los líderes políticos de la izquierda, por no hablar de los de la derecha, intentan legitimar su discurso cívico o su imagen en la institución católica. Es sorprendente como incluso los discursos civiles y sociales de los líderes de la izquierda de la izquierda como Izquierda Unida o Podemos pretenden legitimarse en la supuesta autoridad moral del Papa de Roma. No vamos a hablar aquí de la figura de Bergoglio que se quiere presentar como un renovador del catolicismo (gastándose el mismo millones de euros en películas y documentales para blanquear su oscuro pasado), cuando en verdad la biografía de Bergoglio ha estado asociada al conservadurismo católico y a la persecución de la iglesia de los pobres en Argentina y donde fue denunciado por haber colaborado con la dictadura argentina en la represión del clero de la teología de la liberación y en la desaparición de menores. Bergoglio, durante el periodo de gobierno de los Kirchner, se caracterizó en ser uno de los prelados más reaccionarios. Nestor Kirchner lo calificó como el “líder espiritual de la derecha argentina” Por ejemplo, cuando se presentó el proyecto de unión de hecho de homosexuales, Bergoglio lo calificó de ley antinatural y diabólica. Estas fueron sus declaraciones en el 2010: “Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es solo el instrumento) sino de una ‘movida’ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios», Ahora, el Papa Francisco I, hace declaraciones de cierta apertura en cuestiones morales, pero para seguir manteniendo, dentro de la iglesia, una homofobia sin matices y en muchos países, donde aún no ha sido aprobado el matrimonio igualitario, realiza una batalla contra el mismo. De paso diremos que es una vergüenza que en nuestro país siga teniendo el matrimonio canónico, donde no se permite el matrimonio homosexual, una eficacia civil directa.
El viaje sorpresivo del presidente de gobierno Sánchez al Vaticano busca, en primer lugar, arropar su propia figura con el aura de la espiritualidad papal además de mantener, en esa visita, una especie de agenda oculta o por lo menos ocultada a la opinión pública, donde se pretende sacrificar la hoja de ruta del laicismo en el altar de la estabilidad gubernamental.
El gobierno de coalición en vez de avanzar en la hoja de ruta del laicismo, consolida los privilegios del catolicismo en la educación y en la financiación pública de la institución católica y no sabemos si ello influirá, además, en los proyectos de ley ya en discusión como el de la eutanasia o en el sinuoso asunto de las inmatriculaciones por la cual la iglesia ha pretendido quedarse con el 100% del patrimonio histórico cultural de raíz religiosa, además de otros desaguisados. Es increíble que en la poca ambiciosa ley de reforma educativa que se está tramitando en el parlamento, la conocida como ley Celáa , ni siquiera se hallan rozado los fortísimos intereses del catolicismo en la educación ya que ni siquiera se contempla acabar con el adoctrinamiento confesional fuera de la escuela por el cual más de 18.000 catequistas católicos adoctrinan a los menores con un coste de uno 900 millones de euros y ni siquiera se plantea sacar la asignatura fuera del horario escolar; es más, ahora se está negociando incluso meter de rondón “el hecho religioso” en el currículo escolar como si no existiera el “hecho ateo” o el “hecho científico” y y por supuesto los 5.000 millones de euros para sufragar la escuela concertada católica no está en discusión.
Lo más necesario y urgente, para una hoja progresista en la secularización estatal, sería la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, que constituyen el marco jurídico de los privilegios del catolicismo en España, pero parece que no es tema de discusión en la agenda oculta de la visita de Pedro Sánchez a ese oscuro y extraño Estado que es el Vaticano.
Antonio Gómez Movellán. Presidente de Europa Laica