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Judías contra la ortodoxia

Grupos de mujeres desafían el control de los varones ultraconservadores sobre el Muro de las Lamentaciones – La ley de conversiones, otro foco de conflicto

Anat_Hoffman JudiaAnat Hoffman (aferrada a la Torá) fue detenida la semana pasada en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén.– AP

 

Un grupo de mujeres judías se presentó a las siete de la mañana en el Muro de las Lamentaciones de la ciudad vieja de Jerusalén la semana pasada. Eran unas 150, ataviadas con chales y alguna que otra kipá y en seguida se pusieron a rezar y a cantar en voz alta. Aquel día había más policía que de costumbre. Las fuerzas de seguridad saben que cada mes, cuando hacen acto de presencia las mujeres del Muro, hay disturbios. La última vez fue más grave de lo habitual: Anat Hoffman, la líder del movimiento, terminó en comisaría por portar los rollos de la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia), una práctica reservada para los hombres en el mundo del judaísmo ortodoxo. Su detención ha derramado ríos de tinta en Israel, un país en el que las corrientes más progresistas del judaísmo pelean por hacerse un sitio frente al dominio ortodoxo. El debate de la ley que decidirá quién ostenta la autoridad para decidir sobre las conversiones al judaísmo ha terminado de calentar los ánimos entre las distintas corrientes que conviven en el país.

"Israel apoya a los ortodoxos como si fuera la única forma de judaísmo. La mayoría de los judíos del mundo no somos ultraortodoxos. Por eso, y porque en Israel los Gobiernos necesitan el apoyo de los partidos religiosos, les han dejado convertir el Muro en una sinagoga medieval", sostiene Hoffman por teléfono, poco después de terminar un interrogatorio de cinco horas en comisaría. "Dicen que estaba profanando el lugar, que cantar en alto y llevar la Torá en brazos es ilegal. ¿Quién decide qué es legal y qué no en este país?", se queja Hoffman, que explica cómo el Muro de las Lamentaciones ha sufrido una profunda transformación en los últimos años. En el pasado, dice, mujeres y hombres podían rezar juntos, pero ahora hay hasta tramos de acera reservados solo para los varones.

Las mujeres del Muro exigen algunos de los derechos que la ortodoxia reserva solo a los hombres. Quieren dirigir oraciones, leer de los rollos de la Torá, vestir el tallit -el manto de la plegaria- y cantar frente al Muro de las Lamentaciones como hacen los hombres. Sus aspiraciones les cuestan una dosis mensual de insultos y escupitajos por parte de los religiosos ultraortodoxos que acuden al muro, así como detenciones ocasionales como la de Hoffman.

Más allá de las prácticas concretas, este grupo aspira a un mayor papel para las judías de todo el mundo.

Junto a la detención de Hoffman, la discusión del nuevo proyecto de ley que regulará las conversiones al judaísmo ha contribuido a avivar tensiones entre las distintas ramas del judaísmo. Las corrientes más progresistas y buena parte de la diáspora estadounidense sostienen que el nuevo texto legislativo adjudicará el cuasimonopolio de las conversiones a los grupos ultraortodoxos, mucho más estrictos en sus exigencias a los futuros conversos. Las diferencias entre unos y otros grupos políticos es de tal envergadura que hace días que la prensa israelí especula sobre una ruptura entre los miembros de la coalición de Gobierno. Al margen de las tensiones internas, la norma ha puesto en pie de guerra a los judíos estadounidenses, lo que ha despertado temores existenciales en Israel. La comunidad judía estadounidense resulta vital a la hora de garantizar el apoyo incondicional al aliado israelí. Mientras en EE UU la mayoría de los judíos pertenecen a las corrientes reformistas o conservadoras, en Israel, la ortodoxia rige la vida religiosa. Al final, la votación del texto tendrá que esperar a que pase el verano.

La norma pretende solucionar un problema que lleva años coleando. Se trata de qué hacer con los más de 300.000 soviéticos que desembarcaron en el país, muchos de ellos en los noventa, y que pese a tener antecedentes judíos deben pasar por el proceso de conversión. Sin convertirse, no pueden casarse -en Israel no existe el matrimonio civil- ni tener, por ejemplo, un funeral judío. La conversión suele ser larga y costosa. En algunos casos, una vez completada, es revocada por las autoridades ortodoxas. Al margen de poner orden en este campo, la norma trata en el fondo de decidir quién tiene la autoridad en Israel para decir quién es judío y quién no.

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