El asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe con un arma casera estremeció a un país poco acostumbrado a la violencia política.
Igualmente asombrosos son los detalles que han ido surgiendo sobre el presunto asesino, que era un niño rico hasta que las enormes donaciones de su madre a la Iglesia Unificación lo sumieron en la pobreza y lo llenaron de rencor.
Algunas personas dicen que comprenden a este hombre de 41 años, especialmente gente de la misma edad que se identifica un poco con él tras tres décadas de penurias económicas y agitación social.
Incluso hay quienes proponen en las redes sociales que se le envíe ayuda a Tatsuya Yamagami. Más de 7.000 personas firmaron una solicitud de clemencia para Yamagami, quien le dijo a la policía que había matado al popular Abe por sus lazos con una organización religiosa no aclarada que se da por sentado es la Iglesia Unificación.
Algunos expertos dicen que el caso arroja luz sobre las penurias de miles de niños, hijos de adherentes a la iglesia, que han sufrido abusos y abandono.
“Si no hubiese cometido un crimen, el señor Yamagami merecería solidaridad. Hay muchos otros que sufren” por la fe de sus padres, expresó Kimiaki Nishida, profesor de psicología de la Universidad Rissho, experto en cultos.
El partido de gobierno ha mantenido estrechos lazos con la iglesia y la popularidad del primer ministro Fumio Kishida se desmoronó desde el asesinato, que hizo que se deshiciese de todos los miembros de su gabinete asociados de algún modo con la iglesia. El jueves renunció el jefe de la policía nacional, quien asumió su responsabilidad por la muerte de Abe.
Yamagami, quien está preso a la espera de una evaluación psicológica, había expresado en las redes sociales su odio por la Iglesia Unificación, fundada en Corea del Sur en 1954 y que ha sido acusada de reclutar gente con engaños y de lavarle el cerebro a sus fieles para que hagan grandes donaciones.
En una carta enviada a la Associated Press y en tuits que se cree son suyos, Yamagami dijo que su familia y su vida fueron destruidas por la iglesia, debido a las fuertes sumas que donó su madre. La policía confirmó que encontró un borrador de la carta una computadora confiscada en su departamento de un ambiente.
“Cuando mi madre se unió a la iglesia (en la década de 1990), mi adolescencia desapareció y se despilfarraron 100 millones de yens (735.000 dólares)”, dijo Yamagami en su carta, que envió a un bloguero el día antes del asesinato de Abe, ocurrido el 8 de julio en Nara, al oeste de Japón. “No es una exageración decir que mi experiencia durante ese período alteró toda mi vida”.
Yamagami tenía cuatro años cuando se suicidó su padre, un ejecutivo de una firma fundada por su abuelo. Cuando su madre se unió a la Iglesia Unificación, comenzó a hacer grandes donaciones que provocaron la bancarrota de la familia y acabaron con las esperanzas de Yamagami de ir a la universidad. Su hermano se suicidó. Yamagami estuvo tres años en la Armada y últimamente trabajó en una fábrica.
Un tío declaró a la prensa que la madre de Yamagami donó 440.000 dólares a la iglesia pocos meses después de unirse a ella. Cuando falleció su padre a fines de los 90, vendió propiedades de la empresa por valoro de 293.000 dólares, dejando a la familia en la bancarrota. El tío dijo que dejó de pasarle dinero para los hijos porque la madre se lo daba a la iglesia.
Yamagami trató de suicidarse en el 2005 y su madre no suspendió un viaje a Corea del Sur, donde se fundó la iglesia, según su tío.
La madre de Yamagami habría dicho a los fiscales que lamentaba los problemas que su hijo le estaba causando a la iglesia. Su tío declaró que ella parecía devastada, pero que seguía siendo fiel a la iglesia.
No fue posible hablar con Yamagami, su madre, su tío ni sus abogados para este despacho.
Una de las razones por las que el caso de Yamagami conmueve a la sociedad es porque es parte de lo que los japoneses describen como “la generación perdida”, condenada a hacer trabajos mal pagados como consecuencia del derrumbe de la economía en los años 80. Muchas de las personas nacidas en esa época no se han casado, tienen empleos inestables y se sienten marginadas. En los últimos años ha habido algunos crímenes –un asesinato múltiple en el 2008 en Tokio y un incendio fatal en el 2016 en Kyoto– que habrían involucrado a jóvenes de la generación perdida con problemas familiares y dificultades para conseguir trabajo.
El caso de Yamagami enfocó la atención en los hijos de los fieles de la Iglesia Unificación. Varios expertos dicen que a menudo son maltratados por sus padres y que el gobierno no los ayuda porque no quiere interferir con la libertad religiosa.
“Si hubiésemos prestado más atención a los problemas de las últimas décadas, el ataque (de Yamagami) pudo haber sido prevenido”, declaró Mafumi Usui, profesor de psicología social de la Universidad Niigata Seiryo y experto en cultos.
En septiembre del 2021 Abe elogió en un video el trabajo de la iglesia a favor de la paz en la península coreana y el énfasis que pone en los valores familiares. El video puede haber sido lo que motivó a Yamaguchi, según Nishida, el profesor de psicología.
Aparentemente Yamagami declaró a la policía que planeaba matar a la esposa del fundador de la iglesia, Hak Ja Han Moon, quien dirige la iglesia desde la muerte de su marido en el 2012, pero cambió de objetivo porque difícilmente ella viajase a Japón por la pandemia.
“Si bien siento una gran amargura, Abe no es mi verdadero enemigo. Es tan tolo un partidario influyente de la Iglesia Unificación”, escribió Yamagami en su carta. “Ya no tengo espacio en mi mente para pensar en el significado político o en las consecuencias que acarreará la muerte de Abe”.
El caso puso de relieve los vínculos entre la iglesia y el Partido Democrático Liberal, que gobierna Japón casi ininterrumpidamente desde la Segunda Guerra Mundial.
Tomihiro Tanaka, quien dirige la rama japonesa de la iglesia, negó cualquier “interferencia política” y afirmó que la iglesia tiene lazos más estrechos con el partido de gobierno que con otros por su postura anticomunista.