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Intervención de la Iglesia, Concordato y Estado Laico

Gracias señor presidente. Buenas tardes señores diputados y diputadas. Un saludo a las personas en las barras del público y a la prensa.

Con profundo desaliento he leído hoy en el Periódico La Nación, el artículo de doña Alicia Fournier a quien estimo, compañera de esta Asamblea y recientemente compañera en la Comisión de Asuntos Sociales, que presidió. Mi desaliento no viene porque ella publique como tiene derecho y oportunidad en ese medio, sino por una clarísima discriminación que ella hace en varios sentidos.

Uno, cuando señala que la donación de gametos de terceros violenta el derecho a tener un solo padre y una sola madre. Me extraña que no haya leído el Código de Familia que en el artículo 72 dice:
“(…) La inseminación artificial de la mujer con semen del marido, o de un tercero con el consentimiento de ambos cónyuges, equivaldría a la cohabitación para efectos de filiación y paternidad. Dicho tercero no adquiere ningún derecho ni obligación inherente a tales calidades.”
En segundo lugar, me sorprende la habilidad que tiene cuando ella menciona que uno de los proyectos de In Vitro que redactamos 15 diputados, haciendo eco a legislación más avanzada de otros países en el tema, pretende permitir  la técnica a cualquier persona. Como ella lo plantea puede leerse que la técnica va por la libre y que podrían hacer uso de ella quien sabe qué personas. No sabía yo que existíamos personas de varias categorías. La idea ahí si lo lee bien, es que toda persona es igual ante la ley y como tal tiene derechos garantizados, derechos humanos. A eso apuesta nuestro proyecto. En el proyecto queda claro que para la aplicación de la técnica se requiere una certificación medica que la justifique y sea esa la única y posible alternativa viable. Ojalá que sus escritos no generen en estas expresiones, morbosas derivaciones.

Me recuerda su artículo algunas cosas que oí en este Plenario la semana tras anterior. Decía el Diputado Orozco que los problemas de procreación casi no aparecen en clases medias y casi nunca en las clases de pobres dijo el diputado. No sabía yo que la infertilidad era una discapacidad de clases socioeconómicas. Descubrimiento que lógicamente destruye toda mi lógica, mi capacidad de pensar, me deja usted don Justo totalmente anonadada. Y usted doña Alicia, me provoca asombro. Pero bueno, están ustedes en todo su derecho de tener este tipo de visualizaciones de las personas y de la sociedad. Yo conozco una Costa Rica diversa y plural en todas las dimensiones de la vida y le doy un valor y posibilidad a cada uno como persona más allá de su estado civil, su opción sexual, su estado económico y su opción religiosa.

En tercer lugar, el asombro fue más que un golpe bajo cuando escuché por la radio las cuñas que, haciendo uso de los niños, depositan en la mente de los ciudadanos de este país ideas de muerte, información falsa y engañosa respecto a una técnica que busca la vida.

El sábado por la noche no tuve más remedio que llorar. Lloré un buen rato en el silencio de mi habitación. Es el llanto que surge de la impotencia y el desamparo. Lloré como llora una madre y una mujer que conoce el sentido de la maternidad, la bondad de la ciencia, el humanismo de miles de profesionales de la salud de cara a las esperanzas  de parejas que requieren de una técnica como única opción existente a la fecha para la reproducción. No es fácil llevar el tema de la FIV escuchando tanto odio cubierto con discursos de vida y amor, de quienes deberían guiar a su rebaño libremente, respetuosamente, y no usando las armas que usan para seguir poniendo la culpa, el pecado, la muerte, como se ha hecho en la larga historia de la Humanidad.

He pensado mucho en estos días en todos los aspectos de segregación que ha provocado el tema de regular una técnica médica y tengo el corazón constreñido. Constreñido por:

  • Los profundos desconocimientos científicos sobre la anatomía humana, sobre la vivencia de la reproducción humana, sobre el sentido de la existencia, sobre los derechos humanos; sobre la sociedad costarricense.
     
  • Los manejos moralistas de grupos que procuran imponer su moral por sobre las otras.
     
  • El empleo de niños y niñas en el más oprobioso negocio de comerciar la libertad de elección y conciencia, esta vez en cuñas radiales en emisoras católicas, amén de los reportajes claramente sesgados en medios de prensa católicos. El fanatismo ideológico de dirigencias de grupos religiosos lleva a instrumentalizar la violencia en aras de la fe, normando la vida socioeconómica, estableciendo leyes, garantizando formas de reproducción con base en sus creencias.
     
  • La lejanía que nos hemos impuesto al querer legislar sobre los prejuicios.

Creo que ante las temáticas que vienen, ante los radicalismos y fundamentalismos que peligrosamente dividen y discriminan en nuestra sociedad, va siendo hora de que el Estado logre una condición de Estado laico y que las políticas públicas se despercudan de tanta discriminación y moralinas; que nuestro Estado -que no puede optar por una moral sea o no religiosa, porque no es una persona-, sea garante de los derechos de las personas sin distingo de raza, clase, religión, sexualidad y que sea un Estado que trate a todas las agrupaciones por igual, que les cobre los impuestos, que les dé el mismo pasaporte, que les exima o no de pagos por igual, que les subvencione o no por parejo, que afirme derechos civiles desde los mismos rituales. Tal vez así, podemos llamarnos en la práctica un país democrático y no vanagloriarnos de ser una sólida democracia en el papel y una retrógrada sociedad en la práctica que oculta los verdaderos sectarismos.

La idea de un Concordato con el Vaticano puesto ya en noticias en la prensa, sería uno de los retrocesos más importantes en la vida nacional. La sola idea de una intervención de la Iglesia en la educación del país, resulta a todas luces una lamentable intervención. Caro nos puede estar saliendo el título celestial de nuestra Presidenta como Hija Predilecta de la Virgen.

Y para finalizar, ojalá doña Alicia, ya que la nombré al inicio, que no tenga yo que decir en este Plenario, que su proyecto objeto de su artículo, vaya camino al Vaticano a recibir la bendición papal para ser conocido en la Comisión de Asuntos Sociales.

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