“El paro es de izquierdas, el trabajo es de derechas”, “tener gato es de izquierdas, tener perro es de derechas”, “los toros son de derechas, estar en contra de las corridas es de izquierdas”, son algunos de los eslóganes que osaron utilizar los doctos y brillantes cerebros que crearon tal esperpéntico panegírico de una ideología política que, según parece, para medrar necesita de la mentira y las malas artes.
No merece la pena entrar en materia y ponerse a contradecir con argumentos razonados las sandeces precedentes, no merece la pena argumentar que el paro actual es consecuencia de la burbuja inmobiliaria y la política neoliberal aznarianas; ni merece la pena entrar a debatir si los gatos profesan ideología política (no la necesitan…), exponer que los antitaurinos simplemente están en contra del maltrato animal, y que estar contra la crueldad como divertimento debería formar parte de la moral humana, independientemente de ideologías, aunque según parece la moral “neoliberal” no se compadece del dolor ajeno, ni del animal, ni del humano probablemente. Son obviedades tan evidentes que no merece la pena refutarlas.
Pero sí hay algo que merece la pena exponer con claridad y rotundidad: el empleo de técnicas manipuladoras sectarias en estos mensajes tan aparentemente simplistas. El emplear un lenguaje pueril, como si el receptor fuera una criatura de pocos años o un deficiente mental es una táctica engañosa y sectaria porque apela al infantilismo de ese receptor que, para ser capaz de captar el mensaje, suprime de su reacción la racionalidad analítica de adulto. Es una táctica que el propio lingüista y filósofo Noam Chomsky cataloga como una de las grandes estrategias que algunos ámbitos del poder utilizan para engañar y mediatizar a la opinión pública.
La inducción a un pensamiento simplista y dual que incita a concebir el mundo en términos excluyentes (lo bueno/lo malo) se trata, igualmente, de una técnica de manipulación psicológica que emplea toda secta destructiva para radicalizar las posturas y reducir las creencias del adepto a polos opuestos, y a incitarle a formar parte del polo o ámbito que la propia secta, en su propio beneficio, establece engañosamente como el deseable (HItler lo hizo en la sociedad alemana para convencer a la población de la inferioridad de los judíos). Obvia decir que estas tácticas pueden funcionar, y funcionan, a corto plazo, pero que la racionalidad finalmente se acaba imponiendo sobre cualquier manipulación y sectarismo.
A los creativos de ese panfleto propagandístico, que parecen parientes cercanos de los propagandistas de Goebbels, habría que hacerles ver que la realidad es, felizmente, compleja, rica y variopinta, y que ser de izquierdas o de derechas no es algo tan compartimentado como quieren hacer ver, porque, afortunadamente, existe gente decente en todas las posiciones ideológicas. Me consta, por ejemplo, que hay mucha gente “de derechas” amante de los animales y contraria a la tortura de las corridas de toros.
Por todo lo cual resulta llamativo, aunque no sorprende, que un medio de comunicación tan íntimamente aliado a una organización, la católica, que argumenta sin cesar que salvaguarda la moral humana, consienta tales mensajes elaborados con herramientas ideológicas de manipulación inmorales, obscenas y del todo engañosas, y participe, por tanto, en la radicalización ideológica de la sociedad. Quizás sea que, como decía el periodista Henry L. Mencken, “la necesidad de salvar a la humanidad es casi siempre la falsa fachada del ansia de gobernarla”.
Coral Bravo es Doctora en Filología