Me resulta anómalo convocar una cena para conmemorar el golpe de Estado del 36, cuando todavía no se han identificado a las víctimas de tantos fusilamientos, que ejecutaron a millones de españoles por ser fieles a las ideas republicanas, régimen legítimo entonces, que fue eliminado por militares rebeldes y fanáticos. El golpe se dio, precisamente, para imponer la unidad nacional a golpe de pistolas y represión.
El líder de ESPAÑA 2000 dice que el nombre representa el nuevo siglo. Rompen con el pasado y los viejos pronunciamientos, pero me parece que siguen anclados en 1936 en cuanto a sus principios básicos para organizar las situaciones de la actualidad. Defienden la unidad nacional contra la inmigración descontrolada e invasiva y piden cadena perpetua para asesinos y pederastas. Raíces cristianas y cultura milenaria frente a la destrucción tradicional y la fragmentación de la Nación. Sí a Europa, pero no a la Unión Europea. Aliarse incondicionalmente con Estados Unidos. La inmigración es un lastre económico. Cuidado con la delincuencia extranjera. Nuestro país es de origen cristiano, incompatible con el Islam. No al diálogo de civilizaciones. En mi opinión, todo esto son anomalías evidentes. ¿Dónde situar aquí la ruptura con los viejos planteamientos? Lo que hay es, si acaso, un verdadero renacimiento de los mismos.
En la cena del pasado 18 julio y su correspondiente discurso Roberto dejó claro el contenido de su programa. Soy Roberto y “soy fascista”. Olé, le respondieron desde las mesas. Admiró a sus seguidores, “gente con tantos cojones y con tanto corazón”. Rechazó el nombre de matria y no el de patria de la vicepresidenta segunda del gobierno, a lo que alguien gritó: “Puta roja”. Clamó que, cuando un país está gobernado por subnormales, “es necesario que el pueblo llano se rebele y con la revolución y la revuelta los tire, aunque sea a hostias y a patadas”. Aquí los asistentes, puestos en pie y brazo en alto, cantaron el Cara al sol espontáneamente. Apeló a las fuerzas nacionales para defender a la nación y establecer el Estado fascista.
Chirrían los oídos de oír tales barbaridades. La misma institución ha dejado un video, donde se pueden escuchar con todo detalle afirmaciones que alcanzan el fanatismo más atroz. Una de ellas se establece al principio para que nadie tenga duda ninguna.
Soy fascista, dice Roberto. Quiere decir que se proclama totalitario para controlar todo el poder del Estado con sus consecuencias ineludibles, monopolizando así la política en cuanto a lo económico, lo social y el pensamiento o las ideas. Control absoluto de todo esto hasta que lo nacional se identifique con una etnia, rechazando las demás, mediante un aparato policial poderoso y capaz del dominio absoluto. El líder tiene un poder ilimitado sobre toda la sociedad, porque hay una única verdad oficial en la Nación. El fascismo es totalitario y nacionalista.
Echarán al gobierno legítimo a hostias y a patadas. No cabe mayor zafiedad. Otro habló antes de puños y pistolas. Aquí bastan las hostias y las patadas, es decir, se trata de una actuación puramente animal, la fuerza bruta para lo que se necesita tener cojones. Qué horterada. Hay que ejercer la violencia absoluta para que el miedo se apodere de los gobernantes. Quien está convencido de sus ideas tiene que imponerlas hasta vencer. Cualquier grupo violento actúa siempre con odio. Su simbología es de carácter violento. “Contra el emigrante paliza constante”, proclaman algunos. Otro energúmeno acaba de llamar ‘hijo de puta’ a un presidente del gobierno extranjero en una jornada del PP.
Apelación a las fuerzas nacionales para que defiendan la nación. Podríamos preguntar de qué enemigos la tendrían que defender. Hay muchos, comenzando por la inmigración que nos invade, mermando recursos de derechos para los nativos. Esta situación acabará con el estado de bienestar. Las Autonomías son inútiles y letales para el pueblo. Con esto acabará la Unidad nacional, así como la construcción de un Estado Nacional, que evitará la fragmentación e impedirá la delincuencia extranjera. Hay que derrotar definitivamente el terrorismo, que todavía se mantiene, porque no se han esclarecido aún todas sus acciones. La inseguridad es un ataque a nuestra libertad.
El fanatismo parece haberse introducido en las entrañas de muchos españoles. También se observan anomalías al analizar los contenidos programáticos de ESPAÑA 2000, no se percibe democracia en ninguno de sus párrafos. Creo que nos estamos moviendo en situaciones políticamente peligrosas. Se me hace difícil pensar que otros países europeos puedan aceptar semejantes proclamas. Las pueden intentar y esto se hace, pero no quedan sin la sanción correspondiente por parte del Estado. A nosotros parece que nos da miedo actuar, lo que hace que se crezcan en sus actuaciones los anómalos y fanáticos. Espero que no tengamos que lamentarlo algún día no tan lejano.