Resumen: El artículo estudia la desvinculación de bienes llevada a cabo tanto por la corona y por el naciente estado republicano, en las postrimerías de la época colonial y en los años de la independencia del Perú. Esta política afectó el patrimonio de la Iglesia y le permitió al Estado aprovecharlo para satisfacerse y satisfacer apetencias políticas. Aunque en el largo plazo no pudo retener dichos bienes, pues ventas y desvíos de propiedades terminaron tergiversando su sentido original.
Conclusión
Ha quedado claro como la ruptura colonial supuso para las instituciones eclesiásticas un rudo golpe. Beneficiando a instituciones y personas diversas, muchas de ellas ligadas a los gobiernos de turno. No hemos incluido en esta descripción el impacto cuantitativo de la reducción en el cobro de diezmos –ingreso de las diócesis– ni de la disminución de pensiones, aranceles y otros ingresos ordinarios de estas instituciones.
Sin embargo, ¿fue el golpe brutal para la disminución del patrimonio eclesiástico y la extinción de los capitales vinculados a nombre de la Iglesia? Creemos que aun con el traspaso al Estado de los bienes de los conventos supresos y del no pago de ciertos capitales, el patrimonio eclesiástico siguió siendo notable. Además, en una perspectiva global, debemos entender que los bienes supresos en buena proporción continuaron algún tiempo bajo el régimen de vinculaciones, por lo que los componentes típicos de la economía tradicional siguieron existiendo. El Perú era un país vinculado, y ello está en el origen de la postrera ley desvinculadora de 1829.


