Un defecto de forma en el documento firmado en su día, y con tinta de gin-tonic, por el expresidente del Gobierno, José María Aznar, permitiría que la Iglesia pueda hoy registrar a su nombre cualquier vehículo a motor, no solo automóviles, que lleven más de siete días sin moverse del mismo sitio. Esta rendija legal encontrada hace tan solo una semana por los servicios necrófagos de la Conferencia Episcopal Española ha causado un verdadero revuelo en el clero, pues es bien sabido el gusto de los arzobispos por los coches de gran cilindrada y el pequeño esfuerzo.
La noticia representa un tremendo quebradero de cabeza para los conductores y un nuevo estímulo sexual para una institución que después de adjudicarse cerca de treinta mil propiedades públicas empezaba a dudar de su futuro como granujas holgazanes. “Solo quedaban algunas piscinas y un par de frontones pequeños por inmatricular”, se lamentaba esta misma semana el arzobispo de Sevilla.
Los juristas temen ahora que el documento esconda nuevas fisuras legales y que esa milenaria organización improductiva pueda intervenir en otros bienes de naturaleza orgánica, como podrían ser el píloro, el duodeno, el glande o las pestañas. En ese sentido, los médicos recomiendan guardar en lugar seguro la partida de nacimiento, tener siempre actualizado el carnet de identidad, evitar las sacristías poco iluminadas y portar un bazooka.
Toni García