Reeditan ‘Minuta de un testamento’, de Gumersindo de Azcárate, para reivindicar la figura y la obra de este intelectual fallecido hace 100 años
Jurista, filósofo, político, historiador, escritor, catedrático, académico… Gumersindo de Azcárate (León, 1840) está considerado como uno de los grandes intelectuales españoles de comienzos del siglo XX. «Fue una de las piezas fundamentales para la construcción de la modernidad en España» y uno de los pensadores y reformadores «que más contribuyó a cambiar la sociedad de su tiempo», asegura José García-Velasco, presidente de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), la organización que revolucionó la educación española el siglo pasado y que De Azcárate fundó junto a Giner de los Ríos y a Nicolás Salmerón, entre otros, en 1876.
Cuando se cumplen exactamente cien años de su muerte, la ILE, junto a la Fundación Sierra-Pambley, con la ayuda de otras organizaciones privadas, han reeditado una de las obras principales del intelectural leonés, ‘Minuta de un testamento’, con el objetivo de reivindicar su figura y la «vigencia», un siglo después, de su legado intelectual y moral. Este texto, publicado por primera vez en 1876, fue escrito por el pensador en el destierro que el Gobierno impuso a este grupo de profesores universitarios por defender hasta las últimas consecuencias la libertad de cátedra. Juega con la fórmula de un supuesto testamento que el autor -que aparece anónimo- dice haber encontrado, pero en realidad no es más que el vehículo formal que utiliza De Azcárate para reflejar su «cosmovisión» y la del movimiento de intelectuales con los que se relaciona.
«Constituye un magnífico testimonio del modo de pensar y la sensibilidad de los fundadores de la ILE y, a pesar de los años transcurridos, su contenido continúa de plena actualidad», comenta García-Velasco. Ahí están la defensa de la libertad de pensamiento y de culto, la reivindicación de la tolerancia, del pluralismo y del poder regenerador de la educación, del Estado laico y democrático, del reformismo político con honda preocupación social, y, de forma especial, García-Velasco ve presente «una defensa a ultranza de la ética en la política, del rechazo al clientelismo, al caciquismo y la corrupción». Para ocasión tan especial, la reedición cuenta con un estudio de Gonzalo Capellán de Miguel, un especialista en el autor, y con las reseñas que hicieron del texto intelectuales como Joaquín Costa o ‘Clarín’ en la prensa de la época.
Ley contra la usura
De Azcárate fue un pionero y un modernizador incansable, como dejó claro en sus tres décadas como diputado nacional y dirigente de los partidos republicano y reformista y en los múltiples cargos que desempeñó. Además del trabajo en la Universidad de Madrid y en el ILE, fue el impulsor y presidente del Instituto de Reformas Sociales, desde el que surgió la primera legislación contra accidentes de trabajo, para el descanso dominical y por el derecho a la huelga, así como reguladora del trabajo de mujeres y niños.
Su ley contra la usura de 1908, todavía vigente y conocida como ‘ley Azcárate’, puso coto a los intereses y préstamos abusivos. Fue uno de los promotores de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que financió la especialización en el extranjero de miles de licenciados que luego volvían a ejercer en España, a donde traían sus conocimientos.
Impulsor también en 1887 junto a De los Ríos y al empresario que le dio nombre de la Fundación Sierra-Pambley, contribuyó a minimizar el analfabetismo en León y a poner en pie la primera formación profesional.