¿Está Ud. en contra de Dios? ¿Prefiere un predicador en el bus o que suban delincuentes y nos asalten en el camino?”, me increpó el dueño del bus de transporte ante mi reclamo sensato de: “Señor subí a este bus porque deseo viajar, leer y descansar. En el país ya hay suficientes iglesias para prédicas”.
Sí, aunque Ud. no lo crea. Esta es la Guatemala actual. Tan creyente y empobrecida como ella misma. Donde la Biblia y el predicador “imponen más autoridad” que la Constitución Política y el profesor.
Hace unos meses atrás, un Diputado presentó en el Congreso de la República un proyecto de Ley para legalizar lo que ya se obliga en las escuelas: “Incluir la Biblia como parte de la currícula escolar”. Pero, el proyecto no prosperó.
Hace unos días atrás, nada menos que el actual Presidente de la República, Alejandro Maldonado (jurista, y estadista/intelectual para muchos), propuso ascender al grado de General del Ejército a la estatua ensangrentada de Jesús Nazareno de la iglesia de La Merced (fenotipo casi perfecto del español doliente). Dicha estatua ya cuenta con el rango de Coronel (y recibe el salario correspondiente como tal) otorgado por el ex Presidente Rafael Carrera, siglo XIX, (en gratitud a la victoria militar de conservadores católicos sobre los demonios liberales de Morazán).
Guatemala es tremendamente “cristiana” (casi el 100% de su población es creyente, en su gran mayoría cristianos). En las aldeas y pueblos más empobrecidos pueden faltar escuelas, maestros, libros, centros de salud, comida, etc., pero iglesias, pastores, apóstoles, misioneros, biblias, ofrendas, etc., nunca faltan. Cuanto más pobres material y culturalmente, más “se gozan en Dios”.
Niños y adultos recitan de memoria largas citas bíblicas (en las plazas y buses), pero ignoran casi por completo sus derechos como ciudadanos. Las paredes de muchas viviendas y negocios están adornadas con citas bíblicas, aunque carecen por completo de servicios básicos.
Hace unos días atrás, los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI, 2015), “ruborizó” a los citadinos de la clase media al “mostrar” que 6 de cada 10 guatemaltecos viven en la pobreza. En el área rural, casi 9 de cada 10 sobreviven empobrecidos. Un verdadero cáncer social que carcome a los ya empobrecidos, desnutridos y explotados. Pero, casi nadie se pregunta/analiza cuáles son las causas de dicha tragedia. Incluso los mismo empobrecidos asumen que “son pobres por haraganes y por su incontinencia sexual”. ¡Nadie se pregunta quién prohibió el uso del condón o la educación sexual en las escuelas!.
Y, como cereza que adorna este pastel de la cristiana y empobrecida Guatemala, el Gobierno de la República acaba de decretar (en contra de lo establecido en el artículo 102º de la Constitución Política) el “salario básico diferenciado” para exprimir aún más a los ya explotados con un sueldo por debajo del mínimo legal establecido. Así, se intentan proveer al empresariado rústico de un mercado laboral de analfabetos desnutridos y providencialistas.
¿Qué función cumple la religión en el proceso del empobrecimiento de Guatemala?
La arqueología literaria demuestra que los pueblos aborígenes fueron vencidos y sometidos (durante la invasión europea) gracias al rol eficiente de los curas doctrineros (eficientes agentes coloniales para la dominación psicológica de los pueblos).
Durante la República, los incipientes esfuerzos liberales por educar y modernizar Guatemala fueron derrotados gracias a la manipulación que conservadores católicos hicieron de dicha religión. A Morazán y a la ciencia occidental no derrotaron por la fuerza, sino por la ignorancia y las supersticiones cristianas.
El gobierno de los EEUU. utilizó a la jerarquía católica (y la fe ciega de la gente) para derrotar la Revolución Nacional del siglo pasado.
En el conflicto armado interno (1960-1996), ante la efervescencia de la Teología de Liberación en los sectores populares insurrectos, la élite norteamericana inyectó el pentecostalismo evangélico yanqui para re adormecer al pueblo que intentaba despertar Biblia en mano. Y así fue que el “buen cristiano”, Gral. Ríos Montt, no sólo fundó el adinerado movimiento pentecostal de Fraternidad Cristiana, sino que masacró en nombre Dios a los mayas paganos (por resistirse a abandonar sus ancestrales costumbres diabólicas).
De este modo, esta maravillosa Guatemala fue envenenada por la ignorancia y empobrecida hasta deleitarse de su miseria como si fuese “una bendición divina”.
Si Ud. camina a pie por las montañas profundas, todavía encontrará testimonios de padres y abuelos que relatan: “Mis padres me decían que el estudio es el camino al infierno, porque le saca a uno de la pobreza (…). Y, si uno deja de ser pobre ya no puede entrar al Reino de Dios”. La idealización de la miseria como un pasaporte al Reino de Dios.
Ésta es la moral pública y privada cristiana que aún se predica en estos lares. La ignorancia, la creencia, la sumisión…, son virtudes que llevan al cielo. El conocimiento, la ciencia, el pensamiento crítico son vicios castigados con el fuego eterno. Por eso el hambriento se deleita de su hambruna porque le tienen preparado el banquete celestial en el lejano cielo. Mientras, los cristianos privilegiados (Biblia en mano) continúan saqueándolos hasta convertirlos en obedientes cadáveres andantes.
Los ricos (cristianos o no) saben de la eficiente función política y psicológica del adoctrinamiento religioso. Por eso, ellos jamás invertirán en una escuela, pero sí en una iglesia. Saben que la ignorancia y el hambre, no sólo les garantiza un mercado laboral de esclavos, sino que son las mejores armas para prevenir o derrotar cualquier intento de rebelión o insubordinación. Esta es la estructura estructurante del imagino y cotidiana conducta colectiva/individual que casi nadie quiere debatir.