Desde EE.UU. nos llegan noticias del trabajo de Dean Hamer, genetista que dice haber encontrado una relación entre el gen VMAT2 y la predisposición de las personas a tener creencias religiosas.
Un genetista molecular estadounidense ha llegado a la conclusión, después de comparar más de 2.000 muestras de ADN, que la capacidad de una persona para creer en Dios está relacionada con la química cerebral.
Sus hallazgos han sido criticados por los líderes clericales, que desafían la existencia de un “gen de Dios” y dicen que la investigación mina uno de los principios fundamentales de la ge – que la iluminación espiritual se alcanza a través de la divina tranformación y no gracias a los impulsos eléctricos cerebrales.
Dean Hamer (en la foto), director de la Unidad de Regulación de la Estructura Genética en el Instituto Nacional para el Cáncer, ubicado en Bethesda, pidió a unos voluntarios que le respondieran a 226 preguntas para determinar el nivel de espiritualidad con el que se sentían conectados al universo.
Cuanto mas alta era la puntuación, mayor era la habilidad de esa persona para creer en una gran fuerza espiritual, y el Sr. Hamer encontró que en estas personas, la probabilidad de compartir el gen VMAT2 también era mayor.
Los estudios en gemelos demostraron que aquellos con este gen, un transportador vesicular de monoaminas que regula el flujo de elementos químicos que alteran el humor en el cerebro, tenían mayores probabilidades de desarrollar creencias religiosas.
Según comentó, crecer en un ambiente religioso tiene poco efecto sobre las creencias. El Sr. Hamer, quien en 1993 afirmó haber identificado una secuencia de ADN relacionada con la homosexualidad masculina, comentó que la existencia del “gen religioso” explicaba por qué algunas personas tienen mayor aptitud para
lo espiritual que otras.
“Buda, Mahoma y Jesús compartían todos una serie de experiencia místicas, o alteraciones en la consciencia, y por ello probablemente portaban este gen”, comentó. “Esto significa que la tendencia hacia lo espiritual es parte de la configuración genética. Esto no es algo que pase estrictamente de padres a hijos. Podría saltarse una generación, es como la inteligencia”.
Sus hallazgos, publicados en el libro “El gen de Dios: cómo la fé se configura en nuestros genes”, están siendo recibidos con gran escepticismo por mucha gente de la jerarquía religiosa. El reverendo John Polkinghorne, miembro de la Royal Society y teólogo canónigo en la Catedral de Liverpool, dijo: “La idea de que existe un gen de la religiosidad va contra mis convicciones teológicas personales. No se puede reducir la fe al mínimo común denominador de la supervivencia genética. Esto demuestra la pobreza del pensamiento reduccionista”.
El reverendo Walter Houston, capellán del Mansfield College en Oxford, y profesor de teología comentó: “La creencia religiosa no está relacionada solo con la constitución de una persona, sino con la sociedad, la tradición, el carácter; todo cuenta. Poseer un gen que puede hacer todo eso, me parece bastante improbable”.
El Sr. Hamer insistió, no obstante, en que su investigación no se opone a la creencia en Dios. “Las personas religiosas pueden señalar la existencia del gen de Dios como un signo más del ingenio del creador, una forma inteligente de ayudar a los humanos a reconocer y abrazar su presencia divina”, añadió.