Menos de dos semanas después del ataque de Conflans, tuvo lugar un ataque con cuchillo el jueves 29 de octubre en Niza. Tres muertos. Un nuevo ataque, un nuevo shock.
Fue durante una sesión de la Asamblea, en la que se debatía sobre las medidas de confinamiento, cuando nos enteramos del atentado de Niza. Cuando Richard Ferrand anunció la nueva tragedia que ha acosado a nuestro país, la emoción recorrió todo mi cuerpo, hasta ese punto en el que las palabras terminan fallando para calificar la repetición de la abyección, de lo impensable. Un nuevo ataque, una nueva conmoción, con el número de muertos creciendo a lo largo de las horas. Tres vidas arrancadas, otras heridas, personas traumatizadas por un hombre decapitado – el mismo proceso despreciable que en el asesinato de Samuel Paty – en nombre de una ideología que dice ser el Islam.
Aterrador
Esta vez es una iglesia la atacada. Después del ataque a la libertad de expresión con el asesinato de los periodistas de Charlie Hebdo, después del acto antisemita contra el Hyper Kosher, después del atentado contra la libertad de divertirse con el ataque al Bataclan, al Paseo de los Ingleses de Niza y contra las terrazas de los cafés, después del ataque al derecho a saber y al de blasfemar decapitando a un maestro, ahora le toca el turno a la libertad de culto. Toda la base de los valores republicanos es cuestionada por fanáticos de pensamiento totalitario y asesino.
Esta mañana, mientras BFMTV decidía entrevistar a Marine Le Pen, que siente crecer sus alas en un contexto así, escuché con gran interés y con alivio la excelente columna de Pierre Haski en France Inter. Porque sueño con una sociedad que piense y discuta racionalmente. Porque no puedo soportar más la complacencia con respecto a la extrema derecha y las ideas que ahora son “convencionales”, dominantes, que le bailan el agua. Porque quienes tienen acceso al discurso público, periodistas y redactores, políticos, intelectuales, tienen una inmensa responsabilidad en este momento tan oscuro y tan difícil de acelerar la historia. Pierre Haski, columnista diario de geopolítica de las 8:20 am, volvió esta mañana a abordar las reacciones a los atentados. De forma sencilla, justa y concisa, advirtió contra las tentaciones de ver, en esta avalancha de atentados que nos afectan, un éxito póstumo de la polémica tesis de los años noventa sobre el choque de civilizaciones.
Ya en 1993, Samuel Huntington generó controversia al afirmar que los conflictos de la era posterior a la Guerra Fría ya no serían entre las principales ideologías, sino entre culturas e identidades. Erdogan , por un lado, o la extrema derecha francesa , por otro, retoman básicamente este marco para interpretar la situación. Pierre Haski nos explica hasta que punto este análisis de lo que nos está pasando no solo es discutible sino que es una trampa. De hecho, las víctimas de esta conmoción no son solo las que vemos hoy en Francia. La gran mayoría de las víctimas del terrorismo en el mundo son otros musulmanes, asesinados no porque sean malos musulmanes, sino para aterrorizar a los supervivientes y someterlos. “La historia de las últimas cuatro décadas está escrita con letras de sangre, sobre todo en el mundo musulmán. Pensar que atacarían primero al Occidente cristiano es simplemente incorrecto”, afirma acertadamente el columnista, incluso si la Francia secular es uno de sus objetivos principales.
No es una lucha entre el Islam y Occidente lo que se está desarrollando: el fundamentalismo es una guerra contra la civilización misma. La trampa que nos tiende es precisamente reaccionar como si la civilización occidental fuera el único objetivo. Al transformar a todos los musulmanes en presuntos culpables de sus crímenes, “los terroristas habrían ganado”, continúa Pierre Haski. Por tanto, la respuesta debe ser inclusiva y no excluyente”, concluye el periodista. No podría haberlo dicho mejor.
No hay, por un lado, quienes habrían entendido todo lo que está sucediendo y por otro quienes estarían en estado de negación. Hay diferentes puntos de vista que movilizan diferentes estrategias. Por eso reafirmo que no es el momento de dar la espalda desde la izquierda, sino de dar voz a una coherencia ideológica distinta a la que nos sirven hasta el hartazgo.
Clémentine Autain Codirectora del mensual Regards
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