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Fondos buitre por la gracia de dios

La iglesia está en su derecho de pedir y yo en el mío de recomendar que no lo hagan

Si deciden dejar toda o parte de su herencia a alguna organización humanitaria, fantástico. Seguro que destinarán el dinero a salvar vidas en zonas de conflicto, a crear hogares infantiles en países pobres, a fabricar prótesis para niños víctimas de minas antipersona, a hacer pozos de agua en aldeas perdidas… pero piénsenlo muy bien antes de dejarle ni un euro a la Iglesia. Ellos están en su derecho de pedirlo, sí; y yo en el mío de recomendar que no lo hagan.

¿Recuerdan el pisazo en el que se empadronó el arzobispo Rouco Varela cuando se jubiló? Era el octavo derecha de la Calle Bailén, 12, uno de los edificios con mejores vistas de Madrid. Casi 400 metros cuadrados, seis habitaciones, cuatro baños, pedazo de salón y gran terraza. Allí se fue a vivir el sibarita arzobispo Rouco con dos monjas que lo atendían como dios manda y otro cura a su servicio que le librara de dar palo al agua. Esa lujosa casa valorada en 1,3 millones de euros que dejó en herencia una particular, pasó a formar parte de uno de los muchos inmuebles exentos de pagar impuestos, como todas las residencias “de los obispos, de los canónigos y de los sacerdotes con cura de almas”. ¿Cura de almas? ¿En serio? ¿No hay otro eufemismo menos cínico? Quizás esa particular incauta pensó que su acto de generosidad se emplearía en dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, alojar a los enfermos o dar techo al necesitado. Me parto.

Carlos Osoro, sucesor de Rouco, intentó quitar hierro a la frivolidad de su colega de profesión con unas declaraciones a Antena 3 en las que confirmaba que, efectivamente, el piso lo había donado una feligresa y que, por tanto, “no ha costado absolutamente nada, es de la fundación”. ¿Qué fundación?, me pregunté entonces. Pero ahí me quedé. Como para ponerse a averiguar… La siguiente vez que he visto salir a relucir otra fundación vinculada con la Iglesia, y que, casualmente, también afecta a pisos conseguidos gracias a donaciones o herencias, fue con la información de Manuel Viejo en estas mismas páginas: “La Iglesia vende 14 edificios en el centro de Madrid”. La venta lleva implícita la expulsión de los inquilinos que viven de alquiler en esos doscientos hogares, y el dinero conseguido, me da en la nariz, no es para los huerfanitos.

Declaró a EL PAÍS el que maneja todo este cotarro de compra-venta, que iban listos los inquilinos a punto de ser desalojados si creían que porque los pisos fueran de la Iglesia, tendrían una casa de por vida. “Cuanto antes sepan que los Reyes Magos son los padres, mejor”, remató. Piénsenlo antes de dejarle un euro a la Iglesia. Al menos las organizaciones humanitarias salvan vidas, vacunan a niños, dan de comer al hambriento y visten al desnudo. Y encima no te dan la chapa con infiernos inventados y cielos inexistentes.

Nieves Concostrina

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