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Ferrer y Guradia. Se cumple un siglo

El 13 de octubre del 2009, se cumplió un siglo del fusilamiento de Francisco Ferrer y Guardia, (Alella, 1859; Barcelona, 1909), anarquista, pedagogo de renombre universal -fue el padre de la llamada “Escuela Moderna”-, librepensador y antiguo militante del partido de Ruiz Zorrilla. Su muerte, tras un paripé de juicio, no estuvo exenta de polémica. Basta echar una ojeada a los periódicos de la época o recordar los comentarios de las mentes más lúcidas de aquellos años para comprobarlo. Entre estos comentarios quiero recordar dos: el del escritor ruso León Tolstoi -“Un crimen, un verdadero crimen“-, y el del novelista francés Anatole France: “Su crimen es el de ser republicano, socialista, librepensador; su crimen es haber creado la enseñanza laica en Barcelona, instruido a millares de niños en la moral independiente, su crimen es haber fundado escuelas“.
Ahora, cien años después y bastante más sereno el ambiente, un novelista-investigador, Julián Granado, (Nierva, Huelva, 1957), nos ofrece en un libro publicado por Anagrama, las distintas caras de este poliédrico personaje, mezcla de genio y redentor de humildes, incluso hoy difícil de definir. La obra, de título desafortunado, “De Humanidad y polilla”, (¿quién puede pensar que tal título encierra una biografía novelada de Francisco Ferrer?), sobrepasa las cuatrocientas cincuenta páginas, las cuales, a pesar de la lejanía en el tiempo, se leen con agrado e interés.
La novela arranca en París, en un internado de monjas. Allí una niña de nueve años y nombre y apellidos falsos, Carmen de Moering -ella sabe muy bien que se llama Sol Ferrer-, mientras el resto de las colegialas forma filas para ir a misa, aprovecha para escaparse del colegio. La odisea sólo dura unos pocos días, los suficientes para que el lector conozca a la protagonista de la novela, Sol Ferrer, la hija menor de Francisco Ferrer y Guardia. Será ella la que, páginas adelante, convertida en la gran investigadora de su padre, nos irá mostrando todas las caras y recovecos del gran hombre, genio para unos, diablo para otros, y siempre bestia negra de la Iglesia y la derecha española.
Poco después -la vuelta al pasado es frecuente en el libro-, el lector conocerá los amores y desamores de Francisco Ferrer y Teresa Sanmartí -padres de Sol-, así como, tras la inevitable ruptura, los sucesivos amores de él y ella. También conoceremos a las otras hijas de Ferrer: Trini, Paz y Luz -esta última muerta de tuberculosis aún niña- y asistiremos al nacimiento de la Escuela Moderna, la obra magna de Ferrer, que Sol Ferrer nos define así:
“Reemplazo de la superstición religiosa por la explicación científica, del mito por la razón, del dogma por la libertad de interpretación, del puritanismo por la apertura a la naturaleza”.
Más que suficiente para ganarse el odio de curas y frailes. Unos y otros esperaban el día, la hora y el minuto en que un error de Ferrer o la ayuda del azar les permitiera lanzarse sobre él y acabar de una vez y para siempre con la Escuela Moderna y su fundador. Tal oportunidad se presentó el 31 de mayo de 1906. La bomba contra Alfonso XIII, arrojada desde un balcón el día de su boda, fue la gran ocasión que la derecha estaba esperando. Veinticuatro muertos y más de cien heridos. Todos los periódicos clericales, enardecidos por el odio, lanzaron la misma aseveración: “Detrás de Morrás, (el anarquista que había arrojado la bomba), está Ferrer“. Fue detenido y los locales de la Escuela Moderna clausurados. Toda la prensa clerical pedía la cabeza del pedagogo, pero en el juicio que se celebró nueve meses después de la detención, no se pudo probar su participación en el fallido atentado. Cuentan que el fiscal, en un momento de exaltación, le apostrofó: “Vosotros, los anarquistas, sois la polilla de la Humanidad”. La frase, transformada por Nicolás Estévanez -“Sólo sobrevivirán la Humanidad y la polilla”- da título al libro.
No sirvieron para nada los esfuerzos del enfático fiscal. Ferrer, declarado inocente, volvió a ser un hombre libre. A sus enemigos no les quedó más solución que sentarse a aguardar una nueva ocasión. No tuvieron que esperar demasiado, tan sólo tres años. La semana trágica de Barcelona -todo un clamor popular contra la denostada guerra de Marruecos-, les vino como anillo al dedo. Aunque Ferrer no había participado ni animado ninguno de aquellos arrebatos callejeros, fue detenido. El juicio esta vez lo hicieron los militares y, antes de iniciarlo, ya estaba decidida la sentencia. Prueba de ello fue que al abogado defensor ni le dejaron abrir la boca. El 13 de octubre de 1909 se cumplió la sentencia: fusilamiento en los fosos de Montjuïc. Unas horas antes los verdugos ofrecieron al reo la posibilidad de confesar. Él se negó y la respuesta de los militares fue mantenerlo de pie toda la noche, al tiempo que un coro de frailes le cantaba responsos. Así continuaron hasta la hora de la ejecución. Asesinado Ferrer, cardenales, generales y oligarcas pudieron dormir y roncar a sus anchas.
Sol, que en esas fechas estaba en Ucrania con su madre y su padrastro, no se enteraría hasta el día 15. Será nueve años después, cuando de nuevo en España, se dedicará a indagar los pormenores de aquel asesinato. Algunas de estas indagaciones fueron de tal peligrosidad, que estuvieron a punto de costarle la vida.
Para relatarnos todo esto y mucho más Julián Granado hace uso de todos los artificios que ofrece la narrativa moderna. En paralelo a sus alardes estilísticos va el desfile de personajes. Unos son históricos, -tal es el caso de Alejandro Lerroux, del conde Tolstoi, la revolucionaria Louise Michel, Pío Baroja o el general Martínez Anido-; otros, creación del novelista; pero unos y otros, tan bien entramados, que la mayoría de las veces resulta difícil distinguir los entes históricos de los de ficción.
Todo esto, unido al interés del protagonista y los trágicos sucesos que en el libro se relatan -baste recordar el atentado contra el rey o la Semana trágica de Barcelona- hacen de esta novela una obra de imprescindible lectura para toda persona que quiera conocer nuestro pasado más inmediato.

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