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Familia, solo heterosexual, para procrear y de acuerdo a la Biblia: Colegio público en Colombia

La educación en Colombia tiene como uno de sus fines “El pleno desarrollo de la personalidad sin más limitaciones que las que le ponen los derechos de los demás y el orden jurídico, dentro de un proceso de formación integral, física, psíquica, intelectual, moral, espiritual, social, afectiva, ética, cívica y demás valores humanos. (Ley 115 de 1994, art 1)”

Esto llevaría a pensar que todas las instituciones públicas y privadas trabajan por la promoción del respeto a la diferencia, evitando la perpetuación de estereotipos negativos que conlleven a la discriminación. Sin embargo, no siempre ocurre esto.

En Pitalito, Huila se encuentra La Normal Superior, uno de los colegios más grandes e importantes de esta ciudad y del sur del Departamento del Huila. Como Normal Superior ayuda a formar a jóvenes que seguirán, probablemente, la carrera docente. Este colegio es muy querido por los ciudadanos, pero a veces, hay cosas que se pueden mejorar y corregir.

En la entrega de boletines de este 18 de julio causó extrañeza el logro propuesto para el período por la maestra de religión para los estudiantes de grado séptimo. “Sustenta de manera concreta el valor, el significado y la condición de varón y mujer como únicas expresiones dispuestas por Dios en la diferencia de sexos, a la vez que relaciona textos bíblicos sobre el amor en pareja, familia y la procreación con la realidad de la familia en la actualidad” 

Esto, en términos prácticos implica que: Primero, se está enseñando a los chicos que la única forma de constituir familiar es en el matrimonio heterosexual. Adiós posibilidad de casarse los gays y lesbianas. Segundo, que no es posible, no son aceptables las personas transexuales; Tercero, que la finalidad del matrimonio es traer hijos al mundo; y por último que la norma por la cual se define lo permitido o no, en la sexualidad y la familia, es la Biblia.

Es válido que muchos ciudadanos tengan esta visión como personal. Pero en este caso estamos hablando de un proceso educativo, en un centro público, es decir en una escuela, que, como las demás instituciones del Estado, son laicas (o al menos en el papel).

Los chicos de séptimo rondan las edades de 12 a 13 años. Algunos de ellos, una minoría, se sentirán atraídos por alguien de su mismo sexo. Y esto ocurrirá así sus padres sean machistas, homófobos o liberales. Ocurrirá así independiente que hayan puesto a los niños a escuela de fútbol o no. No tendrá nada que ver que sean hijos de madres solteras, o que hayan visto a un personaje gay en una película.

Una menor probabilidad hay, pero existe, que alguno de ellos sea transexual. Pero puede pasar. Y también puede ocurrir que alguno de los estudiantes de la Normal Superior de Pitalito conozca en el futuro a un amigo, compañero de trabajo, o familiar LGBTI. Puede que alguno de ellos, heterosexuales y educados con Biblia en una escuela laica, tengan un hijo LGBTI.

Y ahí es donde radica lo delicado de educar en la exclusión. Es totalmente reprochable que se enseñe que la única forma normal de constituir familia es de la manera heterosexual. Muchos chicos de minorías sexuales van a alimentar esos terribles pensamientos que no son aceptados, que la escuela les puede rechazar, que pueden ser objeto de matoneo, etc.

A su vez, estos mensajes alimentan el ideario de los estudiantes que hacen matoneo al chico poco masculino, al que prefiere el grupo de baile al equipo de fútbol, o a la chica que gusta de deportes de contacto a papeles tradicionalmente femeninos. También alimentan la idea que es normal que los jóvenes LGBTI sean echados de su casa, llevados a “terapias de reparación”, o como decía la ahora candidata a la Gobernación de Santander, Ángela Hernández, que los chicos homosexuales debían ser puestos en colegios aparte para que no afectaran “la moral”.

El suicidio en adolescentes LGBTI es alto, no porque sean enfermos, anormales o algo similar, sino porque la sociedad homofóbica se ha encargado de hacerles la vida imposible.

David Andina (@daandina), un médico de urgencias pediátricas en Madrid, España, trinaba el pasado 15 de julio: “Soy Pediatra de Urgencias. Hace unos días atendimos un adolescente transexual que había cometido su quinto intento de suicidio. Quizás, si sus compañeros de colegio hubiesen recibido talleres sobre la realidad LGTBI, no habría sufrido bullying durante años” 

A este punto es al que quiere llegar esta denuncia sobre la clase de religión en la Normal Superior de Pitalito en el grado séptimo de la Jornada de la Mañana: Educar en la homofobia hace vidas miserables y mata.

En segundo lugar, es importante mencionar que la clase de religión no debe estar orientada hacia ninguna religión en particular. Hacerlo es adoctrinamiento religioso. No es posible tomar la Biblia, y la doctrina oficial católica, aquí transcrita en el logro académico de grado séptimo, como el criterio por el cual se educan estudiantes en una institución pública, y por lo tanto laica.

No es posible enseñar que el libro sagrado sea la Biblia, cuando la educación no está para promover el catolicismo (como sí lo ordenaba la Constitución de 1886), así como tampoco lo está para promover el Libro de Mormón, el Tipataka budista o el Bhagavad Gita de los Hare Krisna.

La maestra de religión da muestra del adoctrinamiento religioso al hablar de las “únicas expresiones dispuestas por Dios”. ¿Cómo lo sabe? ¿Dios se le apareció o está ella divulgando su credo personal? Y, ¿de qué dios estamos hablando? ¿Por qué no habla de lo dispuesto por Nemqueteba, el dios chibcha, o por el dios Caragabí, de los embera katios, si su clase no está indoctrinando?

Una aproximación neutral que muestre toda la diversidad religiosa y las opciones no creyentes, que les hable de que existen judíos, mormones, budistas, hinduistas y religiones indígenas, de manera neutral, sería más aceptable que el probable adoctrinamiento católico, que refleja ese plan de estudios. De hecho, cabría mencionarle a la maestra, que existen denominaciones luteranas, episcopales y metodistas que casan en la actualidad a parejas del mismo sexo. En definitiva, este boletín académico es reflejo de un adoctrinamiento religioso católico (prohibido en el Decreto 4500 de 2006) y una formación excluyente que facilita la homofobia y la transfobia.

Espero que la Secretaria de Educación de Pitalito, la del Huila y el Ministerio de Educación Nacional tomen este caso para empezar a promover una educación laica e incluyente, que refleje una realidad social en la que las familias son diversas y las aulas de clase también. De hecho, está aún pendiente de que el Ministerio de Educación Nacional cumpla con “la revisión extensiva e integral de todos los Manuales de Convivencia en el país para determinar que los mismos sean respetuosos de la orientación sexual y la identidad de género de los estudiantes” que le ordenó la Corte Constitucional en el 2015.

Ojalá se pueda empezar a educar en el respeto de la diferencia, el respeto por la diversidad, y se pueda avanzar hacia una educación laica y librepensante.

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