Dolors Bramon lamenta que se mezcle «creencia religiosa con tradición» y Mimunt Hamido Yahia atribuye su uso a la «ideología islamista»
El Parlamento de Cataluña rechazó la semana pasada una moción presentada por Aliança Catalana, la formación de extrema derecha liderada por Sílvia Orriols, sobre el uso del velo islámico en el espacio público. Una propuesta que solo recibió el apoyo del PP y Vox, y que se topó con la oposición del cordón sanitario acordado por PSC, Junts, Esquerra, los Comuns y la CUP cuando se debaten propuestas de esta formación. La propuesta que no prosperó reclamaba la «prohibición expresa de la imposición y exhibición en espacios públicos» del velo islámico -el hijab, que cubre solo la cabeza y el cuello– y de los velos integrales -el burka y el nicab–. La sesión parlamentaria, a pesar del voto en contra de los juntaires, también sirvió para visibilizar la postura del partido de Carles Puigdemont sobre esta cuestión. El principal grupo de la oposición es partidario de prohibir el velo en las escuelas y los velos integrales en todos los espacios públicos, además de garantizar que en las piscinas solo se pueda utilizar «ropa técnica de baño», y no el conocido como burquini.
Expertas en la materia consultadas por El Món, que se definen ideológicamente como cercanas a la izquierda, consideran que el velo debe prohibirse en las escuelas porque en realidad no es un elemento religioso –por tanto, no se trata de libertad de culto–, y que en el caso de las menores de edad la medida debería extenderse a todos los ámbitos. Además, dejan claro que los velos integrales deberían estar totalmente prohibidos en la vía pública.
Mezclar una creencia religiosa con una tradición medieval
Dolors Bramon, filóloga, historiadora y profesora emérita de estudios árabes de la UB, deja claro desde el inicio que «no se puede defender que es un velo islámico» porque «se está mezclando creencia religiosa con tradición medieval», una confusión que considera que se debe evitar. Por un lado, explica que los musulmanes tienen el Corán, «un libro del que ellos creen que Dios les dictó su contenido y una herramienta portadora de doctrina de origen divino muy seria». «Este libro prohíbe que los hombres muestren el sexo y las mujeres el sexo y el pecho, pero no dice nada de ningún pañuelo ni de ningún hijab para las mujeres», añade. Según aclara Bramon, este elemento en el Corán aparece como una especie de cortina que separa cosas como el día de la noche o la claridad de las tinieblas».
Por otro lado, explica la naturaleza tradicional –y no religiosa– del pañuelo como complemento en la vestimenta de la mujer. Y recuerda que, en las sociedades cristianas, «nuestras bisabuelas llevaban sombrero si eran ricas y pañuelos en la cabeza si eran pobres». «Y la tradición también es susceptible de variar como las modas, y ahora hay más moda de ir tapada y ponerse lo que sea en la cabeza, disfrazarse de musulmanas, que no en los años 50 o 60, donde se veían muy pocas mujeres con ropa que las cubriera», señala. «Los argumentos que están dando es que la religión del islam obliga a llevar velo, y eso lo niego porque leo lo que ellos consideran que es la palabra de Dios y él no lo dice. Dios prohíbe mostrar el sexo y el pecho, nada más», sentencia.
El velo sirve «para juzgar y sobre todo para controlar»
La escritora y activista de origen musulmán Mimunt Hamido Yahia, autora del libro No nos taparán, admite que ha tenido discusiones con Dolors Bramon, pero en el tema de no hablar de velo islámico le da la razón. «Que ahora consideremos el hijab un símbolo religioso tiene que ver con la ideología islamista, no con la religión». Cree que en Europa «se ha comprado el relato de los islamistas, que están contentísimos, y entonces ya se supone que el islam es esta religión monolítica que ellos dicen que es, de manera que ya tratamos el hijab como un símbolo religioso, cuando en realidad es un símbolo ideológico». «El hijab es un hecho diferencial, que diferencia mujeres puras de impuras. Si llevas el hijab eres una buena chica, una buena musulmana, que sigue las reglas del patriarcado islamista». Según Mimunt Hamido Yahia, el velo «sirve para juzgar y, sobre todo, para controlar». Además, la escritora añade que el hijab tiene «muchos problemas de fondo» y destaca el del gueto «donde las chicas, que no quieren llevarlo, están totalmente presionadas para ponérselo». «Al final, estas niñas, para no tener problemas, se lo pondrán y dirán que lo llevan porque quieren», apunta.
Prohibir el velo en las escuelas y hacerlo extensible en el caso de las menores
Bramon es partidaria de prohibir el velo «como obligación», pero señala que si una mujer mayor de edad quiere ir con velo, que lo lleve. «Ahora, en una escuela, evidentemente, que no» y destaca que los que creen que las mujeres deben llevar el velo dicen que deben hacerlo «a partir de la menstruación». «Por tanto, fuera el velo de las escuelas», sentencia. Hamido, por su parte, opina que «se debe prohibir el velo en las escuelas, porque se debe prohibir en las menores, pero no solo en las escuelas». «Pretender que estas niñas cuando entren en clase se quiten el velo y luego, al salir, sigan sujetas a estas normas que deben obedecer cuando llevan velo es hipócrita», afirma. Según señala, si solo se prohíbe en espacios como las escuelas, «entonces ya no se trata de salvar a las niñas de esta opresión que el velo ejerce sobre ellas, sino de no ver el velo en las escuelas porque no nos apetece, nada más». «Hay muchas niñas en la escuela que van tapadas hasta abajo y no pueden ir a las piscinas o a las extraescolares porque les dicen que su religión se lo prohíbe y lo estamos consintiendo». Y culpa de esta situación a la «desistimiento de funciones del gobierno español».
Sobre la libertad de elección, Dolors Bramon reflexiona que «hay lugares donde las mujeres tienen libertad, por ejemplo en Cataluña, y hay lugares donde se juegan la vida si no se cubren». «Es una cuestión muy seria», y añade que «las mujeres que viven en países donde no es obligación que vayan tapadas y lo hacen tienen una responsabilidad muy grande, porque están normalizando una tradición que no tienen obligación de seguir allá donde viven». Desde este punto de vista, Bramon subraya que «perjudican a otras mujeres que tienen que llevarlo por obligación, no por religión». Mimunt Hamido Yahia, por su parte, manifiesta que «las mujeres que lo llevan y dicen que lo llevan porque ellas quieren tienen derecho, si son mayores de edad». Pero deja claro que «estamos hablando del hijab, no del burka ni el nicab». Pero advierte que «aquí prevalece el deseo de las que dicen que lo llevan porque quieren, y dejamos de lado a las que lo llevan por obligación». «Aquí hay un problema muy grande porque estamos premiando al opresor y estamos castigando a la mujer oprimida», sentencia.
Prohibir velos integrales en la vía pública
Las dos expertas también están a favor de prohibir el velo integral en la calle. Bramon es muy contundente y ve evidente que «no se puede ir con burka por la calle porque la gente debe saber quién pasea a su lado, de la misma manera que se debe prohibir ir por la calle con un casco de motorista». Además, recuerda que en Afganistán, durante la primera época de los talibanes, «hubo atentados perpetrados por hombres que iban con burka». «Es un peligro público ir con burka por la calle», sentencia. Hamido comparte esta posición con la historiadora porque «no se puede ir disfrazado por la calle». «La cara se te debe ver por la calle», dice, y opina que eso es «fácil» de regular. «Si se implementa pondrán el grito en el cielo, pero dos semanas después ya no pasará nada». Sin embargo, lamenta que hay «muchos intereses económicos y electorales, aunque priman más los primeros porque hay mucho dinero del wahhabismo y salafistas», movimientos fundamentalistas.
El papel de la izquierda en el debate sobre el velo
Esquerra y la CUP cargaron en el Parlamento contra los juntaires por su propuesta, que se conoció el día antes de debatir la moción de Aliança. El republicano Joan Ignasi Elena destacó que «un partido de estado aborda estos temas desde la centralidad, los grandes acuerdos y las mayorías, no desde las ocurrencias coyunturales». Paralelamente, la cupaire Pilar Castillejo los acusó de «ocupar el marco ideológico que beneficia a la extrema derecha», advirtiendo que «están alimentando al monstruo y lo acabarán pagando». Andrés García Berrio, de los comunes, calificó la moción de la extrema derecha de «odio y discriminación» y la situó «fuera del derecho internacional, los derechos humanos y el constitucionalismo democrático».
Dolors Bramon no quiere entrar en el papel de las formaciones de izquierda en este debate porque ella también es de izquierdas, pero no pertenece a ningún partido. Sin embargo, señala que «las formaciones partidarias de que se vaya con velo, y se ve en el Parlamento, creen que es una manera de ganar votos». «Ahora ha salido Sílvia Orriols y equilibrará las cosas, y no soy nada partidaria de la líder de Aliança Catalana», puntualiza. «Se ponga en manos de quien se ponga este debate, más que tener riesgos, es absurdo porque no es el velo no es una obligación religiosa», sentencia.
Mimunt Hamido Yahia se muestra más contundente, lamentando que la cuestión no se haya abordado «hasta que la extrema derecha no ha tomado este discurso desde una perspectiva xenófoba». Según expone, a Sílvia Orriols, con quien es muy crítica, «no le molesta el hijab, le molestan los moros«, y añade que Aliança Catalana y Junts «no piensan en las niñas en absoluto» y solo buscan conseguir votos. «Pero el problema es que la izquierda no ha pensado nunca en estas niñas, y hay una dejadez de funciones del gobierno socialista a partir del buenismo, las minorías y las políticas identitarias, que son un lastre para esto». «La izquierda entiende mal el multiculturalismo y no entiende que las leyes y los derechos humanos son iguales para todos, independientemente de la religión que se tenga», concluye. También advierte que «la izquierda está dejando que la derecha le coma el terreno en este aspecto de esta manera tan terrible». «Yo estaré contentísima de que se prohíba llevar el hijab a las menores, pero siento en el alma que tenga que ser de la mano de la ultraderecha», sentencia.