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Estados Unidos exhibe su modelo de integración frente a Europa

La receta para evitar el extremismo violento es, en opinión de la Casa Blanca, la integración e inclusión de las comunidades de inmigrantes, algo que está en el ADN de Estados Unidos al ser una nación formada por gente llegada de fuera. Planificada meses atrás pero de vigencia absoluta tras los ataques terroristas de París y Copenhague, la Cumbre contra el Extremismo Violento que desde el martes se celebra en Washington pretende exponer los esfuerzos de la Administración de Barack Obama para prevenir que grupos como el Estado Islámico recluten para sus filas a jóvenes que se sienten marginados y lancen ataques dentro de EE UU.

Obama tiene previsto dirigirse esta noche de miércoles en la Casa Blanca a representantes de la sociedad civil y del sector privado —su gran discurso será mañana jueves en el Departamento de Estado ante más de 60 mandatarios internacionales—, pero la tesis para evitar la radicalización la avanzó el martes su número dos, el vicepresidente Joe Biden, al definir esta nación como “un crisol de culturas”, que aunque no tiene todas las respuestas para atajar el extremismo violento sí posee más experiencia que Europa, diana de varios ataques de radicales, que se enfrenta a “una cantidad significativa de inmigración como un fenómeno nuevo”.

En el día dedicado a la agenda interior, la cumbre se centra hoy en los programas piloto puestos en marcha por la Administración en los que líderes religiosos y civiles trabajan con las autoridades competentes para enfrentar la influencia del extremismo en lugares como Minneapolis-Saint Paul (Minesota), Los Ángeles y Boston (escenario del atentado contra el maratón en 2013). “Tenemos que trabajar desde la base e involucrar a nuestras comunidades con aquellos susceptibles de radicalizarse porque se sientan marginados”, declaró Biden, que consideró que las respuestas tienen que ir más allá de una acción militar.

A principios de año —y tras el ataque contra la revista satírica Charlie Hebdo—, Obama ponía frente al espejo a Europa al decir que “el mayor peligro” del Viejo Continente eran los problemas de convivencia con la población musulmana —que sin embargo en EE UU se sentía integrada y estadounidense—. Ahora, la Casa Blanca pretende utilizar el caso de Minesota para ver “qué está funcionando y qué no” y ampliar este tipo de programas a otros lugares. En el área de las Twin Cities —como se conoce a Minneapolis-Saint Paul—, la pasada primavera la fiscalía recurrió a prominentes miembros de la comunidad somalí para intentar evitar que jóvenes fueran reclutados para las filas del extremismo violento. La Casa Blanca está siendo muy cuidadosa con los términos y hasta ahora ha evitado las expresiones “extremismo islámico” o “musulmán extremista”.

Más de la mitad de todos los somalíes que viven en EE UU se concentran en este Estado del Medio Oeste, fronterizo con Canadá. Entre 2006 y 2008, varios estadounidenses de origen somalí se unieron supuestamente al grupo terrorista Al Shabab para luchar en el extranjero y más de 20 personas están encausadas en Minesota por participar o facilitar ese reclutamiento.

El acercamiento de las autoridades a las comunidades musulmanas en estos programas piloto ha despertado recelos entre los grupos de defensa de los derechos civiles que temen que este plan sirva como puerta trasera para instalar sistemas de vigilancia que violen los derechos de los individuos e invadan su privacidad. En opinión del grupo Muslim Advocates, el plan de la Casa Blanca parece centrarse “solo en la comunidad musulmana, que es responsable de una pequeña fracción de las actividades terroristas que se llevan a cabo en EE UU”. Según datos del FBI citados por Muslim Advocates, solo un 6% de los incidentes terroristas llevados a cabo en el país entre 1980 y 2005 fueron “atribuibles a musulmanes”.

El grupo de defensa de los musulmanes indica que son numerosos los estudios que sitúan a los grupos de extrema derecha como la principal amenaza de violencia ideológica en el país. Cualquier otra fe, dice el grupo, incluida la cristiana y la judía, “estaría horrorizada al saber que las fuerzas del orden han pedido a sus líderes religiosos que vigilen a sus fieles y se reporten a los agentes”.

La agenda de la cumbre, con 13 sesiones solo en el día de ayer hoy y que concluye mañana jueves, no cuenta con ningún grupo de trabajo sobre libertades civiles o privacidad. Sí se dedicará tiempo a dialogar sobre el papel de las redes sociales en las estrategias de reclutamiento de organizaciones radicales como el autodenominado Estado Islámico.

 

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