“A nadie resulta rara la profunda división ideológica entre la sociedad occidental y la sociedad oriental; la cual se remonta a la antigüedad y aún hoy no es superada. El motivo de la tensión radica en los modos de vida y en la divergencia de valores. En Occidente la “vida privada” es reavivada y valorada en virtud de los espacios para el desarrollo y autodeterminación del individuo. En Oriente, la vida privada persigue modelos de vida ya prediseñados, es decir, el margen para elegir se reduce considerablemente dada la imposición de autoridades civiles y religiosas”.
Misael Flores Vega-Jaime Espejel Mena
Los profesores mexicanos de la Universidad Autónoma de Zumpango, Misael Flores Vega y Jaime Espejel Mena, sostienen que:
“El individuo nace y se desarrolla dentro de grupos sociales; y para integrarse correctamente requiere educación en el seno familiar. Los valores interiorizados, la identidad asumida, las costumbres practicadas y las normas respetadas son promovidos desde la esfera privada, es decir, la familia. Dentro de ésta se fomentan los paradigmas particulares de vida, pues es aquí donde lo bueno o lo malo, lo moral e inmoral, lo ético y lo antiético, lo justo e injusto, lo socialmente aceptable y no aceptable, lo correcto e incorrecto, etc., toman forma y se incorporan como modo de vida del individuo. Así que la educación ofrecida por la casa representa un “acontecimiento fundacional” en el desdoblamiento de la conducta postrera de todo ser”.
La familia se convierte en una institución bisagra entre “la vida privada” y “la vida pública” de todo individuo. Al interior de la familia se producen y reproducen los valores y las normas que todo individuo adquiere desde su nacimiento y que serán importantes al momento de interactuar con otros individuos que no pertenecen a su familia (sociedad). Además, éste individuo –en el caso de aquellos que logran acumular o representar cierto tipo de poder- tiene la posibilidad de influenciar (en forma directa o indirecta; en forma consciente o inconsciente) a la sociedad. Entonces, “la vida privada” de un individuo puede influenciar “la vida pública” y viceversa. Así, en este momento de relación y correlación, la educación juega un rol muy importante.
Misael Flores Vega-Jaime Espejel Mena, asumen que:
“La educación tiene atribuciones de envergadura en razón de ser el mecanismo para instruir al sujeto que constituye un agente activo de la vida social. De acuerdo con el tipo de educación que un Estado ofrezca a su población, ésta tendrá un papel protagónico en la esfera pública. Si se brinda una laica, los individuos tienen la posibilidad de acrecentar las facultades morales, físicas e intelectuales porque no habrá acentuación alguna en un tipo de religión. Más aún, si un Estado confesional tiene un trato preferencial hacia alguna religión será mayor la posibilidad del despliegue de principios religiosos en la forma de organizar la educación y gestionar la vida pública, tal como sucede en Oriente”.
De tal forma que, a través de la educación, un individuo influencia sobre otros individuos provenientes de otras familias y que –cabe la posibilidad- tengan formas diferentes de “vida privada”. Mejor dicho, otros valores y normas que no necesariamente son representativas y/o compartidas a nivel social. Por ello, es necesaria una escuela laica. Victorino Mayoral Cortés sostiene que:
“La escuela laica no puede ser entendida como la de los no creyentes, como el laicismo tampoco es la religión de los no creyentes, pues si así fuese, dejaría de ser auténticamente pública e integradora. Es laica por los ideales y fines que la inspiran”.
La escuela laica tiene el carácter de respetar todas las ideas y creencias que los individuos desarrollan en su “vida privada”, pero las clases no tienen la orientación de reforzar visiones religiosas o antirreligiosas; lo que en realidad busca es el respeto por todas ellas y –para ello- no las toma en cuenta. Las respeta al momento de obviarlas. Así, el conocimiento que se adquiere en las aulas se puede complementar con las ideas de la “vida privada”.
La escuela laica (y la educación laica) es la base para sostener una sociedad verdaderamente democrática (vale decir con una democracia más allá de lo meramente político-participativo). Por ello Victorino Mayoral Cortés plantea que:
“Porque la escuela confesional segrega a los alumnos por las ideas religiosas y por la capacidad económica de las familias, o por la educación diferenciada por sexos, como ahora algunos pretenden reconquistar. La escuela confesional no comparte como centro de ideario identitario la educación para el pluralismo. Rehúye la participación democrática de la comunidad en el control y la gestión del centro. Consagra un ideario confesional al que debe subordinarse la libertad de cátedra y toda la actividad educativa del centro; un ideario no decidido por la comunidad escolar que viene a estar compuesta por empleados y clientes”.
Necesitamos en el Perú una educación laica que garantice a los individuos el respeto a sus creencias, ideas y valores aprendidos al interior de la familia. En su “vida privada”. Si la sociedad no quiere que la familia entre en crisis –como actualmente lo está- no debe quitarle a la familia el rol educativo de sus miembros. El Estado no puede reemplazar ese rol.
Augusto Lostaunau Moscol. Historiador a favor del Colegio Profesional de Historiadores del Perú.