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¿Estado aconfesional? · por Antonio Franco

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Eso de que ninguna confesión religiosa “tendrá carácter estatal”, como expresa la Constitución en el artículo 16 (en la primera frase del  punto 3) no se ha cumplido  nunca. Y la ciudadanía no se ha enterado, no se entera y/o ni siquiera lo ha cuestionado. Porque, a ver, si nos declaramos como Estado aconfesional (“se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto…”), ¿a qué viene que la Jefatura del Estado tenga que ser católica por obligación? Hasta la actual reina Letizia Ortiz tuvo que hacer de tripas corazón (¿?) para contraer matrimonio con el Felipe VI por la Iglesia. La tradición de que los reyes tengan que rendir pleitesía ante Dios no encaja en la idea de Estado aconfesional, que no laico, del que presumimos ser.

Si “nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencia”, ¿por qué se sigue manteniendo la posibilidad del Juramento de los cargos públicos ante la Biblia? En lugar de jurar, se tendría sólo y exclusivamente que prometer. “El juramento pone a Dios por testigo, que es como no poner nada, hay que fiarse más de los que prometen, porque en la promesa van comprometidos el honor y la palabra. Por eso hay que fiarse más de los que prometen. Nunca de los que juran”. El entrecomillado es un pensamiento de la periodista y escritora Nieves Concostrina, con el que coincido plenamente. Hasta el rey emérito juró ante Dios fidelidad en su matrimonio y ya ven el tiempo que tardó en incumplirlo. Al parecer, las infantas y el rey se acaban de enterar que tienen una hermana de padre. ¡Qué cosas!

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