Necesitamos decir alto y claro que lo que realmente queremos es que la escuela pública sea totalmente laica.
El problema es que nos acostumbramos a todo. Nuestros hijos e hijas han crecido con la religión en las aulas. Cada año, nos encontramos con la misma casilla para rellenar con un crucecita (curioso), si queremos que nuestros hijos e hijas estudien religión, como si fuera un conocimiento.
Hace unos días, la ministra de Educación, Isabel Celaá, puso los signos de interrogación, al principio y final de frase sobre el valor de la religión en las aulas. Unos signos de interrogación que para muchos se convirtieron en signos de exclamación y «clamaron al cielo» en el minuto siguiente a la noticia.
Y ante la sorpresa de los sorprendidos, de los que dibujan cada año su crucecita en el cuadradito de la hoja de matrícula con la inercia correspondiente, los padres y madres de la escuela pública de la Confederación Gonzalo Anaya, nos hacemos otra pregunta a colación de la de la ministra, ¿por qué se ha tardado tanto en plantearnos una educación basada más en valores cívicos que religiosos en un Estado aconfesional?
Creemos que es una cuestión de tener claros los ámbitos. Para las familias de la escuela pública, la religión pertenece al ámbito privado y personal, no es un ámbito común, existen muchas religiones; ni encaja dentro del conocimiento laico. Las normas éticas y morales, en un Estado moderno, se establecen más allá de las creencias personales. La educación, entendemos que es otra cosa, la educación es formar en el sentido amplio de la palabra. Formar desde la convivencia, los valores cívicos y los conocimientos. Educar es acompañar en el crecimiento de los alumnos y alumnas en muchos ámbitos, como la colaboración, el entendimiento, el conocimiento, el trabajo, el esfuerzo, el tener en cuenta a los demás, la reflexión?
Entendemos que la escuela pública, gestionada con dinero público, debe garantizar ese crecimiento personal pensando en hacer una sociedad más libre. Por eso, nos satisface saber que se ha dado un paso hacia adelante con nuevos planteamientos sobre el papel de la religión en las aulas, pero al mismo tiempo, necesitamos decir alto y claro que lo que realmente queremos es que la escuela pública sea totalmente laica. No queremos, que el dinero público destinado al material escolar, a construir pistas deportivas, a mejorar la enseñanza cada día, el bienestar de nuestros hijos e hijas; se destine a financiar clases de religión, de ninguna religión, vaya por delante.
La religión ya tiene sus propias instituciones que la representa dentro de la sociedad, sus propias vías de expansión y de acercamiento a la ciudadanía. Dejemos que los alumnos y alumnas dediquen su tiempo en las aulas a pensar y a reflexionar. Destinemos los recursos públicos para darles las herramientas que necesitan para ello.
Para creer, rezar y vivir la vida desde la vertiente espiritual ya tenemos las iglesias, las mezquitas, las sinagogas? lugares de culto, venerados y reconocidos socialmente como punto de encuentro para compartir sentimientos más personales y privados.
No entendemos ni compartimos el reciente anuncio del Gobierno autonómico en el sentido de impartir en algunos centros educativos religión islámica. Nos parece un paso atrás con respecto a lo anunciado por la ministra de Educación. En este punto, somos los padres y madres de la escuela pública los que ponemos los signos de interrogación a la frase: ¿por qué ampliar la variedad de religiones en los colegios cuando el Ministerio empieza a apostar por una educación más enfocada en los valores cívicos que en los religiosos? No entendemos ese cruce de caminos de los dos gobiernos, el autonómico y el central, a qué se debe, precisamente ahora, en este momento.
Por todo lo que he comentado hasta ahora, es evidente que estamos en contra de la presencia de símbolos religiosos en los centros, y del mismo modo, en contra de que los menús escolares se elaboren a partir de criterios religiosos. Además del caos que este hecho puede originar en los comedores de los centros, entendemos que se dejaría, de forma subliminal, una puerta abierta a la clasificación ideológica de los alumnos en función de su credo religioso, por todo ello, animamos a las autoridades educativas a continuar dando pasos tendentes a la progresiva eliminación en los centros educativos de las materias religiosas. Un importante y primer paso consistiría en la derogación de la LOMCE y la reversión de los recortes, pasos absolutamente necesarios en el camino hacia la escuela totalmente laica que nuestra confederación reclama.
Txomin Angós. Confederación de AMPAS Gonzalo Anaya