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Escuela de imanes en Marruecos ofrece a España formación adaptada al país

El Instituto marroquí Mohamed VI de imanes y predicadores se ofrece para formar a imanes que ejerzan en mezquitas de España, tal como ya está haciendo con otros países, tanto europeos como africanos.

El director del Instituto, Abdesalam Lazaar, explica a Efe que este año su escuela, donde ejercen 66 profesores, acoge más de 1.200 estudiantes que serán formados como imanes, predicadoras y predicadores; de ellos, solo 335 son marroquíes, 50 franceses y el resto subsaharianos de diferentes nacionalidades.

Desde su inauguración en 2015, el centro no para de recibir solicitudes desde diferentes países, principalmente africanos, y esta popularidad ha hecho que este año prevea inaugurar una nueva escuela con capacidad para 600 estudiantes.

Lazaar se congratula de los resultados de la formación de los imanes de Francia y cree que esta misma experiencia es transplantable a España, sin que ello perjudique el carácter laico del país.

«Francia es más laica que España pero ha decidido delegar a la Unión de Mezquitas de Francia (para poner orden en el campo religioso). Se puede hacer lo mismo en España y el país sacará réditos de esa medida», apunta Lazaar.

Es decir, así como Francia encarga a la Unión de Mezquitas la selección de imanes y los envía para formarse en Marruecos, Lazaar cree que España podría delegar esta tarea a un organismo islámico español «moderado y reconocido por el Estado», sin precisar a cuál se refiere.

Los estudiantes franceses se someten a un segundo filtro en el instituto marroquí antes de ser aceptados: «Debe tener un dominio absoluto del francés y, si tiene algunas nociones de base del árabe, lo aceptamos. Nosotros formamos imanes para Francia», recalca, dando a entender que su lengua de culto será el francés.

Otro detalle de la «adaptabilidad» del instituto lo constituye el temario: la enseñanza se reformula según las necesidades y la realidad del país de procedencia de cada estudiante, por lo que con frecuencia el instituto trae desde fuera a profesores que enseñen geografía, historia y derecho de cada país de los estudiantes.

«Así, un imán francés, junto a las ciencias religiosas, debe dominar los principios de la laicidad de su país», recalca, haciendo hincapié en uno de los principios republicanos de Francia.

El instituto, situado en la ciudad universitaria de Rabat y que compagina una arquitectura tradicional y unas aulas y equipos informáticos modernos, acababa de recibir esta semana a una veintena de estudiantes franceses para pasar las pruebas de acceso a la escuela.

Con un Corán en la mano o revisando sus apuntes, los veinte estudiantes franceses esperan en un ambiente de alta concentración su entrevista con un jurado de tres miembros.

Los criterios de selección difieren entre los marroquíes y los estudiantes extranjeros. La duración de formación varía entre un año para los marroquíes, dos años para los procedentes de países subsaharianos y tres años para los franceses que necesitan más cursos de idioma árabe.

Estudian todos 30 manuales didácticos preparados por el propio instituto y están supervisados por el Ministerio de Asuntos Islámicos marroquí: abarcan desde la enseñanza del Corán, las ciencias islámicas, las ciencias humanas, la sociología y psicología.

El director del Instituto subraya que todos los estudiantes aprenden el islam marroquí basado en el rito maliki, pero siempre tomando en consideración el contexto de cada país, la doctrina achaari que predica el uso de la razón y el sufismo como tercer pilar.

La enseñanza en el instituto no está basada en lo teórico: se enseña al estudiante cómo preparar un sermón, cómo comunicar su discurso y cómo interactuar con la gente, especialmente con los jóvenes.

Algunos estudiantes subsaharianos también reciben formación profesional en otras profesiones aparte de la predicación.

«Un candidato a imán no tiene siempre oportunidades de trabajo en su país de origen, así que les enseñamos un oficio para ganarse la vida e inmunizarlos en sus respectivos países contra (la tentación de) cualquier financiación dudosa», concluye Lazaar.

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