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Entrevista a Juan José Tamayo sobre los abusos en la Iglesia, la igualdad y el laicismo

Vinculado a la Teología de la Liberación, Tamayo, de 75 años, presentará su libro en Alicante acompañado por la profesora titular de Antropología Social de la Universidad Miguel Hernández, Anastasia Téllez; y por el profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Alicante, Manuel Alcaraz.

¿Dónde nace el libro «La internacional del odio»?

El origen tiene lugar en Brasil en un curso de teología en distintas universidades. Un alumno intervino para decir que en la Iglesia les prohíben hablar de política pero Bolsonaro (presidente del país) está constantemente hablando de Teología, que se pasa el día hablando de Dios, citando la Biblia y relacionándose con iglesias evangelistas fundamentalistas. Dije que podíamos definirle como el predicador del «Cristo-neo-fascismo», y el alumnado prorrumpió en un largo aplauso.

¿Por qué «Cristo-neofascista?

Porque ha hecho esa alianza de la extrema derecha política, la judicatura, la oligarquía y las megaiglesias fundamentalistas que durante la pandemia mantuvieron abiertos los templos sin ningún tipo de restricción porque consideraban que la respuesta al coronavirus era el coronafe. Tampoco es algo específico de Brasil. Ese fenómeno está extendido por EE UU, América Latina y Europa. Esa tendencia integrista y reaccionaria se da en Italia, donde Salvini daba los mítines con un crucifijo colgado del cuello más grande que él y una estampa de la Inmaculada en una mano, y en la otra el rosario. Símbolos que representaban su actitud homófoba, antimigratoria, xenófoba y racista. Lo mismo comprobé en Hungría y Polonia.

¿Y en España?

Me resultó muy fácil identificar el fenómeno del «Cristo-neofascismo» en la alianza entre Vox, un sector muy importante del PP, y otras organizaciones que hacían pinza en complicidad con grupos religiosos con fuerte arraigo en ámbitos oligárquicos y empresariales. Es un fenómeno internacional que genera problemas serios a la democracia y altera los valores cristianos de justicia, libertad, solidaridad, hospitalidad. La característica de esta alianza es el discurso del odio contra el LGTBI, las leyes del matrimonio igualitario o el feminismo; el odio contra las personas migrantes; el negacionismo de la violencia de género e incluso del cambio climático. Lo más grave es que se traduce en prácticas violentas y comportamientos atentatorios contra la dignidad de las personas y la vida sin ninguna justificación, razones ni argumentos.

¿Cómo ve al papa Francisco?

El modelo de catolicismo de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI estaba totalmente agotado. Fueron dos pontificados que chocaron frontalmente con la sociedad y los nuevos climas culturales, demasiado celosos de la ortodoxia y poco interesados en el compromiso con los sectores más oprimidos de la sociedad. Llenaban las plazas pero vaciaban las iglesias. Llegó Francisco y dio un vuelco. Por el hecho de ser papa tiene que ser fiel a la doctrina pero no ha reforzado la ortodoxia ni condenado a los disidentes ni acentuado los problemas relativos a la moral, sobre todo en el tema de la sexualidad. Es muy respetuoso con las otras identidades sexuales y concepciones de la familia. Tiene unas antenas extraordinarias para ser sensible a los verdaderos problemas de la sociedad

y está muy vinculado a los movimientos populares. Es la figura moral de referencia para trabajar por otro mundo posible.

¿Veremos alguna vez la abolición del celibato?

No estoy en los órganos de decisión ni en la mente del papa pero creo que no. Es un fenómeno totalmente anacrónico y contrario al ministerio eclesial. Es una manera de controlar la sexualidad de los clérigos que desemboca en comportamientos violentos y atentatorios contra niños, adolescentes y personas que no tienen capacidad para defenderse de esas agresiones. Debe eliminarse porque nada tiene que ver con el espíritu evangélico y menos con el servicio que prestan los sacerdotes a los cristianos.

«La falta de voluntad de la Iglesia para investigar los casos de pederastia delata cierta complicidad»

¿Cómo valora la actitud de la Iglesia en los casos de abusos?

Ha habido iglesias muy valientes en sus medidas, y muy coherentes en sus investigaciones, condenas y sanciones como la francesa y la alemana. En el caso de la Iglesia católica española la falta de investigación y preocupación por estos casos delata una cierta complicidad. No solo no se ha hecho ninguna investigación sino que no hay voluntad alguna, según las propias declaraciones de la jerarquía, de hacerlo. Este fenómeno de la pederastia en la Iglesia católica general y de manera especial en la española es uno de los más graves que se han podido producir. Cuando se le pregunta a los obispos suelen echar balones fuera, diciendo que son casos mínimos, situaciones excepcionales. Es una postura totalmente irresponsable porque no han asumido la gravedad del problema, que lleva a un alejamiento de un amplio sector de la sociedad de la propia Iglesia católica. En esa falta de voluntad de investigar hay una cierta complicidad con esos comportamientos pederásticos que son criminales. Aunque solo fuera por el descrédito que provoca ante la ciudadanía se lo deberían tomar mucho más en serio.

¿Veremos alguna vez la abolición del celibato?

La neutralidad del Estado desaparece cuando se reconoce a la Iglesia católica en la propia Constitución. Es una religión totalmente mimada por el Estado, que le concede todo tipo de privilegios a través de los acuerdos con la Santa Sede. Privilegios educativos, económicos, fiscales, culturales, de acumulación de bienes por aquella ley de 1946 que facilitaba las inmatriculaciones de inmuebles. No vivimos en un Estado confesional pero tampoco laico. Todos los gobiernos, de derecha, centro e izquierdas, han sido rehenes de la jerarquía católica y han mirado por el rabillo del ojo a los obispos con concesiones como la asignación tributaria.

¿Está pendiente entonces la transición religiosa?

Hemos avanzado poco en la transición religiosa, está en mantillas. Hay un límite que no se atreven a eliminar los poderes políticos. La mayor contradicción se da en el PSOE, que ha gobernado durante casi un cuarto de siglo manteniendo similares privilegios a la Iglesia católica que los que tenía en la época de Franco. La sociedad española es madura para reconocer el universo plural religioso y al menos el Estado contribuye con su gestión a que otras religiones no sean atacadas ni demonizadas por la ciudadanía.

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