Enseñaban en las escuelas durante la dictadura (y siguen enseñando en los colegios religiosos, que son muchos y financiados con dinero de todos) que el contenido de los libros sagrados, el Antiguo y el Nuevo Testamento, fueron revelados a los hombres directamente por Dios, para que se enterasen de la Verdad y no siguieran ignorándolo todo. Al parecer, Dios debía de aburrirse mucho allá en el Cielo y tenía mucho tiempo libre (toda la Eternidad), así que se entretenía escribiendo. Pero se ve que, como no tenía material de escritorio, dictaba sus libros a una especie de amanuenses que los ponían en limpio.
Viniendo la cosa de alguien tan principal, a ver quién era el guapo que lo ponía en duda. ¿Decía que una serpiente convenció a Adán y Eva para que pecaran? Pues vale. ¿Decía que Charlton Heston –perdón, quiero decir Moisés– puso su vara sobre las aguas del Mar Rojo y las aguas se abrieron? Vale también. ¿Decía que, a través de un espíritu (santo, eso sí), María se quedó embarazada de Su Hijo sin dejar de ser virgen, y que dejó que lo crucificaran para pagar por nuestros pecados? Suele pasar, que pagan justos por pecadores, aunque un poco raro sí que parece. Y así, sucesivamente.
Bueno, pues estos días circula por la redes sociales un texto basado en los datos que han certificado los historiadores sobre la evolución del cristianismo, según el cual la cosa no está nada clara. Primero, porque no fue hasta tres siglos después de Cristo (muchísimos más desde los primeros relatos del Génesis), en el Concilio de Nicea de 325, que Constantino el Grande creó la Iglesia Católica mientras recopilaba los centenares de libros religiosos que circulaban por su Imperio y, cogiendo de aquí y de allá, expurgando lo inconveniente, inventó la Biblia. Dos años después encargó a San Jerónimo que la tradujese al latín (la conocida como Vulgata, a la que concedió la exclusiva de la Verdad revelada. Y, que se sepa, Jerónimo no tenía línea directa con la Divinidad como parece que tenían los de antes.
Culto a la Virgen
También se sabe que solo en el siglo V se inventó el culto a la Virgen, que hasta entonces había pasado desapercibida, y que el título de Papa apareció en el año 610. Lo que, teniendo en cuenta que, según nos contaban, el primer Papa fue San Pedro (coetáneo y discípulo de Jesús) hace pensar en una longevidad sorprendente. Sin hablar de que los propios padres de la Iglesia fijan el fallecimiento de Pedro bajo el mandato de Nerón. Que, hasta 1216, no decidió la iglesia convertir el pan en la carne de Cristo, a pesar de que Él se lo ordenó doce siglos antes. Obedecieron, sí, pero con retraso. Disculpen mis lectores católicos el tono jocoso, que no pretende faltar a nadie al respeto, pero tendrán que aceptar que hay unas cuantas cosas que no encajan en ese relato que sustenta la religión católica como, por otra parte, hay muchas que tampoco encajan en ninguno de los relatos que sustentan las otras religiones. Sin hablar de los choques frontales entre los descubrimientos científicos sobre el Universo y las versiones que de él nos han venido dando todos los clérigos del mundo desde sus respectivos púlpitos.
Entre unos y otros inventaron miles de historias y preceptos que solo existieron en su imaginación y que han hecho pasar por verdades indiscutibles apelando a un principio de autoridad tan indiscutible como falso: esto no lo digo yo, esto se lo reveló Dios a mis antecesores.
¿Y por qué hicieron semejante esfuerzo imaginativo para convencer a sus fieles de una sarta de embustes tan sencillos de desmontar, al menos hoy día, tras los avances de la Ciencia y de la Historiografía? En mi opinión, la respuesta hay que buscarla en algo que ha venido siendo una constante a lo largo de los siglos y sigue siéndolo hoy en muchos puntos del planeta: el mutuo apoyo que el poder civil y las iglesias dominantes en cada país se prestan para perpetuarse en sus privilegios. La famosa alianza entre el Trono y el Altar que solo ha conseguido quebrarse, y nunca del todo, en las sociedades que siguieron los pasos de la Ilustración (¡hace menos de tres siglos!) y liberarse de las viejas cadenas teocráticas que aún ahora siguen esclavizando a miles de millones de seres humanos en todo el mundo.
Se me dirá que la Iglesia Católica no ostenta ya muchos de esos privilegios en los países occidentales donde sigue siendo mayoritaria, pero no es menos cierto que no los cedió voluntariamente en ningún caso, sino por acatamiento a constituciones laicas votadas democráticamente. Y que, en los que aún tiene fuertes influencias entre la clase política, intenta hacerlas valer con uñas y dientes en todo lo que va contra sus intereses. Repasar lo ocurrido en España durante las últimas décadas no deja lugar a dudas.
Minoría
Siempre he estado convencido de que, antes o después, los seres humanos llegarán a emanciparse de la tutela y de las coacciones de la religión (si el cambio climático y otras amenazas dan lugar a ello). De hecho, los jóvenes llevan tiempo abandonando las prácticas y las creencias religiosas hasta dejarlas en franca minoría entre ellos. Es muy posible que, dentro de algunas generaciones, todo esto empiece a ser historia.
Mientras llega ese día, seguiré respetando de modo absoluto el derecho de cada cual a profesar la fe que le parezca oportuna, pero seguiré pensando que están en un error. Que ninguna religión ha sido revelada por ningún Dios a ningún hombre. Que todas ellas son mecanismos de sumisión que han inventado los hombres para gozar de privilegios y conseguir sus objetivos, muy terrenales, en nombre de lo ultraterreno. Y que Lenin se equivocó: la religión no es el opio del pueblo… es una terrible enfermedad.