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Enmendar errores: respuesta a Najat el Hachmi y Raquel Ortiz · por Javier Ugarte Pérez

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Raquel Ortiz ha publicado en laicismo.org una carta que acompaña un artículo de Najat el Hachmi titulado “Eunucar a menores”, aparecido en el diario El País del pasado 3 de mayo y en el boletín del laicismo el 10 de mayo. Primero responderé al artículo de Hachmi y luego a Raquel Ortiz.

Debe reconocerse a la autora del artículo su coherencia entre el exceso verbal del título y el contenido del texto, puesto que su primera frase sostiene que la medicina de la transexualidad, aplicada a menores, merece un lugar destacado en “los anales de las peores atrocidades médicas”. Imagino lo que deben sentir quienes han perdido familiares en los campos de exterminio nazi, en experimentos médicos bajo la dirección del doctor Josef Mengele, si leen la afirmación de Hachmi.

La siguiente frase del texto, que Raquel Ortiz comparte, engrosa un tipo de convicción muy frecuente en los últimos tiempos: se atribuye valentía a defender la opinión contraria a la mayoritaria y suponer que el castigo será la hoguera. Esto recuerda a los portavoces conservadores y “opinadores sobre todo” que afirman la existencia de una censura que les cancelará (esto es, boicoteará) por oponerse al feminismo y a los derechos LGBT+. La paradoja del asunto es que se quejan en la prensa escrita y digital, en tertulias y entrevistas de televisión, en Facebook y otras redes sociales. Es decir, afirman ubicuamente que se les impide opinar libremente; la posición se (des)califica por sí sola. Dos contraejemplos de la penalización que Hachmi y Ortiz denuncian: la socialista Carmen Calvo, una de las caras más conocidas de oposición a los derechos transexuales, acaba de ser promovida a presidenta del Consejo de Estado, lo que seguramente no le parece una condena a la hoguera. Y la propia Raquel Ortiz ha publicado en este portal laico unos contenidos que coinciden con la doctrina de la Iglesia sobre la configuración de la personalidad y la familia.

Poco después, Hachmi afirma que actualmente es más fácil conseguir bloqueadores de la pubertad que una receta de parecetamol ¿Lo sabe por experiencia propia? ¿Se lo han dicho en la farmacia de su barrio? ¿Este es un argumento que merezca la pena rebatir? No lo creo. El siguiente despropósito enlaza con el título del artículo y sostiene que estamos dispuestos a eunucar (el verbo no existe, pero soslayemos el asunto) a nuestros adolescentes y condenarles a no disfrutar nunca de un orgasmo. Aquí se reúnen varias cuestiones a considerar. La primera: quienes critican los derechos transexuales siempre se inquietan ante los casos de conversión de varón en mujer, nunca al revés, puesto que eunucar va de feminizarse. Paradójicamente, a quien se declara feminista, le disgusta que alguien designado varón al nacer se transforme en mujer, cuando las feministas deberían estar contentas de que sus filas se engrosaran. Otra cuestión a reflexionar es la afirmación de que las personas transexuales nunca disfrutarán de un orgasmo: ¿en qué se basa? ¿Hachmi habla por experiencia propia? Sabemos que no, por lo tanto ¿cómo puede hacer esa afirmación a la ligera? Finalmente confunde sexualizar con generizar. La asunción de género suele ser biológicamente previa a la pubertad, por lo que se trata de campos diferentes. Así, una persona declarada varón al nacer puede sentirse mujer y luego actuar como: a) lesbiana; b) mujer heterosexual; c) carecer de deseos íntimos (asexualidad). Cambiar de género y sexo no va de adelantar las relaciones íntimas, sino de vivirlas con otra identidad y rol.

Por último, el artículo de Hachmi sostiene que las autoridades británicas están reconsiderando ciertas prácticas porque los efectos a largo plazo de los bloqueadores de la pubertad se desconocen, por lo que recomiendan prudencia. Ahora bien, ¿qué autoridad médica no aconseja prudencia a la hora de aplicar una medicación? Tampoco tiene nada de particular que, ante tratamientos novedosos, se subraye que aún se desconocen todas sus consecuencias, puesto que las novedades siempre conllevan alguna incertidumbre. Cierto que pueden acarrear imprevistas consecuencias negativas, al igual que efectos positivos que todavía no se han identificado.

Ahora, como varón homosexual acorde con su género (cisgenérico), respondo a Raquel Ortiz lo siguiente: el mayor dogma en biología humana es que solo nacemos machos (varones) o hembras (mujeres), puesto que también nacen bebés intersexuales. A ello sigue la convicción de que los varones que no intenten copular con todas las mujeres a su alcance sufren algún problema, puesto que no multiplican sus genes en la siguiente generación, que es lo que la biología ortodoxa supone que todos los organismos debemos conseguir. A lo que se suma la convicción de que las mujeres que no deseen quedarse embarazadas y dar a luz están incompletas, pero si abortan o abandonan a los bebés entonces sufren un proceso de desnaturalización (durante mi juventud, esa descalificación se usaba mucho: madre desnaturalizada).

Por último, la afirmación de que los oponentes a los derechos transexuales callan es completamente desacertada, puesto que la derecha, la extrema derecha y la Iglesia católica, que en este asunto camina de la mano con las demás confesiones religiosas, a diario braman contra los derechos transexuales. Incluso financian un autobús que se pasea por España difundiendo lemas biologicistas de un nivel de patio de colegio. Con todo, si el nivel de argumentación intelectual contra los derechos transexuales lo da el artículo de Hachmi entonces sus defensores podemos descansar tranquilos.

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