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En Estados Unidos hay un pueblo creado para que solo vivan católicos

Tom Monaghan, de 83 años, creador de Domino’s Pizza, fundó Ave María, en 1996, tras una revelación.

Una gigantesca estatua de la Virgen María preside la entrada al pueblo. En antejardines y porches de las casas hay imágenes de ángeles y santos frente a la puerta principal.

Como era de esperarse, lo más impresionante que tiene este pueblo es la iglesia, bella y gigantesca, en la plaza principal, rodeada de agua y árboles. La majestuosa fachada del templo fue construida con 120 toneladas de mármol traídas de Italia. Frente a ella, en medio del parque, en esta época navideña hay un pesebre clásico, con sus pastores y animales de establo. Los pájaros vuelan sobre la cabeza de la gente.

Los nombres de las calles y de otros lugares públicos, que están escritos en las esquinas, no dejan lugar a dudas sobre el espíritu religioso que campea en este lugar: se llaman calle de San Juan Bautista, calle de Juan Pablo II, avenida de los Santos Apóstoles, parque de San José, avenida de la Anunciación.

Cómo empezó todo

Todo esto comenzó hace apenas unos cuantos años. La idea fue de un empresario exitoso y célebre en el mundo entero, que había sido criado por las monjas de un orfelinato.

Se llama Tom Monaghan y hoy tiene 83 años. Fue el fundador de una famosa cadena de negocios llamada Domino’s Pizza, con locales en todas partes. Como dato curioso, vale la pena anotar que la primera sucursal internacional que abrió en el mundo fue la de Bogotá, en Colombia.

En el año de 1996, el señor Monaghan, un católico ferviente, tuvo lo que él mismo calificó como una revelación de la Divina Providencia. Hizo saber que Dios le había ordenado que abandonara todos esos negocios mundanos, llenos de ambiciones, soberbia y dinero, y que se dedicara más bien a crear una población nueva en la que solo vivieran personas católicas que se rigieran por las leyes y mandamientos de su religión.

Advirtió, de entrada, que allí estarían prohibidas la planificación familiar, también conocida como control de la natalidad, y la venta de medicamentos anticonceptivos o pornografía. Entonces vendió su cadena de pizzerías y se dedicó día y noche a buscar el sitio apropiado para fundar el pueblo con que soñaba despierto.

Fundación y polémicas

Finalmente, Monaghan encontró el lugar apropiado en una hacienda pantanosa, al oeste de Miami, que es el mismo lugar donde estamos ahora, dando vueltas por las calles. Se nota que en el pasado fue un pantano porque todavía, en las noches de invierno, los mosquitos andan volando en las afueras del pueblo.

Lo primero que hicieron fue levantar un gigantesco centro de estudios, al que bautizaron como Universidad Ave María, y luego, en el 2007, fundaron la población con el mismo nombre, lo que confirma que apenas va a cumplir los trece años.

La noticia, naturalmente, se regó de inmediato por todos los Estados Unidos. Y, como era de esperarse, se desató la gran polémica. Imagínese usted: la primera ciudad del mundo con requisito religioso, donde solo podían vivir los que fueran católicos, en un país que desde su creación ha sido de mayoría protestante.

Comenzaron los debates y protestas. Muchos dijeron, en foros y seminarios especiales, o en las páginas de la prensa de todo el país, que aquello era una terrible violación de los derechos fundamentales de la gente, como su libertad religiosa y su libertad de conciencia. Se habló mucho de discriminación.

Incluso, algunos estudiosos consideran que se trata de un atropello contra la Constitución de los Estados Unidos, que consagra el derecho a la libertad religiosa.

Pero, como todo hay que decirlo, y en periodismo es necesario escuchar a todas las partes implicadas en un suceso, en este momento, doce años después de fundado el pueblo, las autoridades y residentes se defienden afirmando que a los nuevos residentes que llegan ya no les exigen, como al principio, la condición de católicos.

El joven Louis Ridler, dependiente de la librería del pueblo, me dice:
–Son ellos mismos, los nuevos vecinos, los que cumplen esa regla voluntaria y espontáneamente.

En una entrevista con la BBC de Londres, la ciudadana colombiana Verónica Abondano, que vive en Ave María con su esposo y cinco hijos, declaró que ella es católica ferviente, “pero ni yo ni mis vecinos tratamos de imponerles nuestras creencias a los demás”.

¿Se van los católicos?

Y, como una ironía del destino, se ha demostrado que ahora está ocurriendo en el pueblo el fenómeno contrario. Eso es lo que me cuenta, en la puerta de la heladería, un ingeniero de origen cubano que me pide guardar su identidad. Es él quien me dice:
–Muchos habitantes, que estaban aquí desde el primer día, han comenzado a marcharse porque dicen que ya no se cumple la norma y que ellos no pueden convivir con quienes no son católicos. Así es la vida.

Por razones como esas, muchos avemarianos –¿será que ese es el gentilicio?– sostienen que el pueblo ha tomado un rumbo muy distinto al que le trazó su creador. Las cosas han cambiado mucho desde aquel día de la fundación en que el señor Monaghan dijo, textualmente, que las conductas que contradijeran los postulados de la religión católica quedaban “rotundamente prohibidas”. (En la actualidad, Monaghan es solo un accionista minoritario en el proyecto de Ave María, cuyo verdadero propietario es una empresa urbanizadora).

Lo cierto es que en los tiempos recientes han llegado a vivir en Ave María varias familias que, además de no ser católicas, tampoco son cristianas. Entre ellas están algunos vietnamitas, árabes, chinos y coreanos.

Otro atractivo es que las viviendas de Ave María resultan más grandes y baratas que en toda esa región de la Florida.

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