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En defensa del Estado Laico, no a la “Constitución Moral”

Cuando en septiembre de 2012, Andrés Manuel López Obrador decide salir del PRD y desarrollar su propio partido, se hizo notar que el nombre de éste no era fortuito, sino que llevaba en sí la intención de aprovechar una espiritualidad fuertemente enraizada en el imaginario social mexicano: MORENA, ligado al fervor guadalupano.

El 20 de febrero pasado, al rendir protesta como candidato presidencial del Partido Encuentro Social (PES), AMLO anunció su intención de elaborar una “Constitución moral, así como existe una Constitución política”. Como sabemos, el PES es dirigido por líderes relacionados con la religión cristiana. El ofrecimiento, sin duda, buscó ganarse la simpatía “moral” de ese grupo y del sector poblacional que decía representar. Cabe ahora subrayar, por cierto, que a los votantes les interesó poco, pues el PES no consiguió la votación mínima para mantener su registro (2.7% para Presidencia, 2.4% para Diputados).

Sin embargo, el 24 de agosto, AMLO anuncia en tuiter que se prepara ya esta Constitución Moral, coordinada por José Agustín Ortiz Pinchetti, Verónica Velasco, Enrique Galván Ochoa y Jesús Ramírez Cuevas (recién anunciado como Coordinador de Comunicación Social). Éste dijo que se trata de “hacer un compendio de valores que puedan ayudar a la transformación, desde la perspectiva de la moral y la ética”, y que se tomarán en cuenta documentos como la Cartilla Moral de Alfonso Reyes.

Estamos ante una iniciativa delicada, que pone en entredicho la laicidad del Estado y está llevando a reparar en los riesgos del pensamiento único, en la posibilidad de la imposición de una moral única cuya trasgresión será sancionada. Porque ningún código de Estado puede limitarse a mero catálogo de recomendaciones de comportamiento. En un Estado de Derecho las disposiciones legales proveen de estímulos y penas para los ciudadanos.

Habrá que subrayar que la Moral consiste en un conjunto de creencias y conductas dirigidas a lograr el bien, según valoración de éste, y que se practican, de manera personalísima. Los valores morales absolutos no existen en una sociedad moderna, democrática, plural. Mucho menos ahora, inmersos en la globalización del mundo, y de todos sus procesos sociales y del pensamiento. Por ello, una garantía de respeto y tolerancia de la pluralidad tiene como condición al Estado Laico, desligado de cualquier dogma de fe o confesional.

Generalmente los grupos que pugnan por establecer (e imponer) una visión moral sistematizada, son las iglesias o congregaciones religiosas. Aquéllos que la elevan y relacionan con un sistema político y/o de gobierno son grupos con doctrinas fundamentalistas. En el mundo destaca, como ejemplo extraordinariamente extremo, un sector del Islamismo.

En nuestro país desde las Leyes de Reforma (1855-1863), con los liberales juaristas, se dio la separación Constitucional entre el Estado y la Iglesia, la católica, extremadamente dominante no sólo en las creencias de los mexicanos, sino en espacios y actividades sociales, que pasaron al orden civil.

Desde entonces, ha habido reformas y acciones que modificaron, y en alguna forma transgreden al Estado Laico. Carlos Salinas de Gortari, para legitimarse, entre otras medidas promovió la reforma del artículo 130 Constitucional, reconociendo derechos a los religiosos como ciudadanos, y reanudó relaciones diplomáticas con el Vaticano. Vicente Fox llegó a usar un estandarte con la Virgen de Guadalupe durante su campaña presidencial, besó un crucifijo en su toma de posesión y se puso de rodillas ante el Papa Juan Pablo II.

Pero aun considerando el áspero debate sobre la educación, la obligatoriedad del Estado de proveerla pública, laica y gratuita en los niveles básicos, y la porfiada insistencia de sectores confesionales por debatir sus contenidos, a mi parecer no ha existido una iniciativa mayor que ponga a debate el Estado Laico como ésta de la “constitución moral”.

En los temas de derechos y libertades, existen diversas posiciones políticas, fundamentadas en principios doctrinarios diferentes, habidos en nuestra pluralidad nacional. Así, son conocidas las posiciones progresistas y conservadoras sobre temas como los relativos al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo; el respeto a la diversidad sexual y el ejercicio libre de la sexualidad, con respeto a terceros; el derecho a la vida con calidad y a la muerte digna; el reconocimiento de las familias; y un largo etcétera. No es desconocido el punto de vista conservador de AMLO al respecto. El debate nacional en esta temática sin duda continuará, en el marco de las concepciones científicas, principistas y legales que cada formación política y social tenga; y en algunos casos evidentemente ligados a concepciones morales y moralistas.

Más que una “constitución moral”, México requiere hoy respeto a la pluralidad de pensamiento y de valores. Un ejercicio público transparente y eficaz, basado en instituciones, normas y órganos que otorguen certeza a la vida pública, los derechos sin exclusiones y las libertades individuales. Así sí se estaría honrando a Benito Juárez y la generación liberal del siglo XIX.

Isaías Villa González

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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