Solo en 13 casos de los más de mil conocidos en España la acusada es una mujer: “Es muy difícil reconocerse como víctimas al ser experiencias menos compartidas”
“Era un colegio de monjas alcoholizadas, sucias y maltratadoras”. Así describe Edurne (nombre ficticio), de 70 años, el centro en el que estuvo interna entre 1963 y 1969, cuando tenía entre 9 y 15 años. Eran las Teresianas de Pamplona, acoplado entonces en el palacio de Ezpeleta, un edificio del siglo XVIII. “La arquitectura era preciosa, y el colegio en principio de élite, pero el ambiente era horrible y muy frío, durísimo. Inhóspito. Y lo peor eran las monjas. Concretamente una, Francisca. Ella y una religiosa lega [las que sirven a la comunidad en los trabajos caseros] se inflaban a pan con vino, aceite y azúcar a la hora de cenar. Al terminar, Francisca me obligaba a limpiar el lío que habían dejado. Luego me reñía, me insultaba y me mandaba a unas escaleras que llevaban a un sótano. Toda ebria, se sentaba en un escalón, me agarraba de las orejas, se levantaba las faldas y colocaba mi cara en su sexo”, relata. Seis décadas después, Edurne sigue sin poder soportar el olor a alcohol y a grasa.