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El viacrucis de Don Luciano: un episodio de violencia anticlerical en la Revolución de Octubre

Frente al tópico generalizado, los actos contra religiosos fueron mucho más escasos en la Asturias del 34, la Guerra Civil y la guerrilla antifranquista.

En la construcción de tópicos tan manidos y arraigados como la turbia figura del minero asturiano sacrílego y profanador de las cosas santas han concurrido más componentes literarios y, sobre todo, propagandísticos, que conductas y hechos adverados. Hasta octubre de 1934, solo en el valle de Aller la cuestión religiosa salpicó de sangre el conflicto de clase, ya que la izquierda asturiana, salvo excepciones, no recurrió al anticlericalismo como fulcro en el que apoyar la palanca del proselitismo y la movilización social. Tras la proclamación de la II República, en Asturias no se secundó la oleada de asaltos e incendios de edificios religiosos que se generalizó por casi toda España. El 15 de diciembre de 1930 fue pasto de las llamas la iglesia de la Compañía de Jesús en Gijón, pero la pirómana reacción popular en este caso vino precedida del asesinato de un manifestante que había penetrado en el templo, hecho perpetrado por un jesuita. La indignación de la gente pronto derivó en la mordaz comidilla de recordar al victimario, mediante coplillas coreadas por los niños, que “el padre Elorriaga ya nun podía ser más cura” por haber mandado a Tuero “pa la sepultura”.

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