El título no alude a la teoría gnoseológica de John Rawls. El filósofo norteamericano habla del velo de ignoranc ia como la posición original o el supuesto previo para establecer, en su teoría de la justicia como equidad, las condiciones de imparcialidad que, en un proceso dialógico, son necesarias para caracterizarla. Es decir, el velo de ignorancia impide a los participantes en tal proceso tener todos los conocimientos relacionados con su propia identidad y la sociedad a la que pertenecen: desconocen si son hombres o mujeres, dominados o dominadores, ricos o pobres, etc. De este modo los principios de justicia serán realmente producto de un acuerdo entre personas racionales, libres e iguales.
Tampoco se alude al asunto del velo de Najwa Malha, la chica musulmana que fue vetada por un instituto de Pozuelo de Alarcón, por pretender asistir con el hiyab a clase, contraviniendo el Reglamento de Centro. En este caso no hay el menor atisbo de ignorancia, pues ella o su padre, imán de una mezquita, saben bien lo que buscan con este enfrentamiento. Ante la confusión ideológica de los partidos y su debilidad política, la comunidad musulmana en España pretende no practicar su religión sino imponernos su cultura, y esto por la fuerza y con hechos consumados. No es este el único caso. Hace unos días un altercado de jóvenes musulmanes austriacos en la mezquita de Córdoba tuvo el mismo signo e idéntico objetivo: provocar.
Los verdaderos ignorantes en este asunto son los políticos de todo signo que buscan excusas para justificar sus claudicantes posiciones, aunque esto contradiga sus creencias ideológicas. El ministro Angel Gabilondo habla de que en el asunto del velo debe primar el derecho a la educación y, por tanto, la chica tiene que asistir a clase aunque no dé su brazo a torcer. Esperanza Aguirre cree que debe respetarse la autonomía de los centros y respalda al de Pozuelo en su veto, pues al lado hay otro instituto al que puede asistir con el hiyab. Por último, el portavoz de la conferencia episcopal, defiende que los símbolos religiosos pueden emplearse en el ámbito público, lo que no discuto, pero sí que el velo sea un símbolo religioso.
Si el derecho a la educación prima sobre cualquier otra consideración, no veo por qué las chicas musulmanas no pueden ir con hiyab, niquab, chador o burka, ni sus compañeros en tanga, bañador u otra prenda cualquiera. Menos entiendo que sea el centro quien autorice cómo han de ir vestidos los alumnos. Creo que debe haber normas generales y no hacer lo que a uno le venga en gana. A los obispos les diría que el hiyab, como tampoco el niqab, ni mucho menos el chador o el burka son símbolos religiosos sino culturales. Hablan del sometimiento de la mujer al hombre, cuestionan la igualdad jurídica entre los sexos y, lo que me parece más grave, son signos de un universo en los que no hay separación entre la Iglesia y el Estado, y en el que todos, fieles o no, deben someterse a la ley islámica o charía.
La nuestra es una sociedad laica de ciudadanos libres e iguales, donde la separación entre Iglesia y Estado, como conquista histórica, está refrendada en las constituciones europeas. Laico no significa laicista, contrario a la religión. Nuestras sociedades son plurales en lo ideológico, pero todos acatamos unas reglas de convivencia comunes. Lo inadmisible es la confusión del pluralismo ideológico con el multiculturalismo, pues éste no conduce mas que al establecimiento de guetos, de mundos separados y, al final, la imposición de unas culturas sobre otras. Lo que cuestiono de John Rawls no es su teoría de la justicia, sino su velo de ignorancia pues olvida la historia. Nuestra historia tiene hondas raíces cristianas y el catolicismo, como la religión más racional, heredera de la filosofía griega y el derecho romano, fundamenta un tipo de sociedad laica y plural, en la que los católicos somos mayoría, y de la que estamos muy orgullosos, pero a la que tenemos que defender contra todo fanatismo religioso o político.