El cardenal progresista Martini pide a la Iglesia que «no dé órdenes, sino que diga cosas que la gente entienda»
COMENTARIO: Los ataques de los jerarcas de la ICAR en España se une el Vaticano, confundiendo sus conceptos morales o creencias religiosas con los derechos civiles de los ciudadanos y queriendo imponernos sus normas a todos. Y mientras que se mantengan Acuerdos con quien no deja de atacar no deja de ser una lamentable paradoja.
A los dos días de la llamada del Papa a los políticos católicos a oponerse a leyes contrarias a los principios de la Iglesia, un nuevo documento del Vaticano pidió ayer una «valiente objeción de conciencia» a médicos, enfermeros y farmacéuticos contra las leyes que, en opinión de la Santa Sede, permiten «atentados a la vida humana». Se refiere a lo que llama la «ruinosa brecha de las despenalizaciones»: algunos supuestos de aborto, prácticas que considera eutanasia y los métodos anticonceptivos. Casos en los que los profesionales sanitarios pueden caer en la «cooperación al mal». El texto llama expresamente a la «movilización a nivel político». Esta es la esencia de la declaración final de un congreso organizado el mes pasado por la Pontificia Academia para la Vida. Uno de los puntos novedosos es una denuncia en la que la Santa Sede opina que el recurso a la objeción de conciencia es «difícil» y se tiende «a no favorecer su aceptación». El documento señala que se debe a que la objeción supone «un elemento desestabilizador de la quietud de las conciencias».
Voz discordante
No obstante, ayer daba más que hablar en círculos vaticanos el último y vistoso desmarque de la línea oficial del cardenal Carlo María Martini, ex-arzobispo de Milán y una de las voces progresistas de la Iglesia más respetadas. Por su prestigio es uno de los pocos prelados que se atreven a discrepar abiertamente con algunas posturas y, tal como hizo hace poco con la eutanasia, ayer entró en las polémicas que vive la Iglesia italiana estos días, con una cruzada contra la ley de parejas de hecho: «Creo que la Iglesia deba decir cosas que la gente entienda, no tanto con órdenes recibidas desde arriba, a las que es necesario obedecer porque lo han mandado, sino cosas que se comprenden porque tienen un sentido, una razón».