Creo que este blog, por decisión de ustedes, se está convirtiendo en el blog de la filosofía de la vida. Los artículos de ayer sobre La educación y el de hace tres o cuatro días sobre Curar la homosexualidad los derivaron ustedes hacia la influencia de la Iglesia Católica en la sociedad española. Pienso que para cerrar, que no solucionar, este espinoso asunto, podríamos hablar hoy del valor de las religiones.
Yo creo que, por supuesto, la Iglesia Católica tiene derecho no solo a existir en nuestra sociedad, sino que debe recibir un tratamiento especial, conforme se lo reconoce la Constitución Española en su artículo 16.3. Pero creo también que la Iglesia está ejerciendo un claro abuso en su participación en la vida española. Entiendo que está condicionando y poniendo en cuestión muchas de las decisiones del Parlamento español.
También me parece que con modos más o menos directos está coaccionando la vida de los españoles que no son católicos y trata de imponer sus criterios a las conductas de éstos. Ello me parece inadmisible. En asuntos como la interrupción del embarazo, la muerte digna, la enseñanza, etcétera, está infiriendo un grave daño a nuestra sociedad, que es aconfesional, según lo recoge también la Constitución.
Creo, además, que esto no ocurre en ningún Estado europeo, ni siquiera en la tradicionalmente católica Irlanda, en donde sus parámetros de actuación son bien distintos de los mantenidos en España.
Entiendo que hay un sentimiento muy mayoritario de que la ayuda económica que el Estado español concede a la Iglesia no es aceptable, parte de cuya ayuda la destina precisamente a la educación en sus centros concertados.
Asimismo opino que el misterio que rodea a varias de sus instituciones adjuntas, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, no ayudan a la transparencia de la vida española.
Sin remover la Historia, creo que la espiritualidad y la fe religiosa son fenómenos universales y respetables. Pero no la injerencia y ansia de monopolizar esa espiritualidad de los ciudadanos de España y del mundo que no les acompañan en tales pretensiones. Con ello lo que consiguen es fomentar el estúpido fenómeno del anticlericalismo, acusando paradójicamente de instigadores a quienes no están de acuerdo y solo quieren vivir sus vidas sin el miedo al pecado, a la muerte o a un supuesto Más Allá.
Finalmente entiendo que también actúa con hipocresía en asuntos importantes como el matrimonio y el divorcio. Baste recordar que niegan toda posibilidad a quien incurre en tal supuesto, pero luego hay un mundo infinito de componendas, entre ellas casar en matrimonio canónico a una mujer divorciada, haciéndola esposa de quien previsiblemente va a ser Rey de España.
La espiritualidad es trascendental en la vida del ser humano, pero no las manifestaciones groseras de las religiones.
Muchas gracias.