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El twitter del Papa

Para ser católico apostólico romano en el tercer milenio hay que contar con un buen cambio de marchas mental con el que irse adaptando al cambio de los tiempos. La homosexualidad sigue siendo pecado mortal mientras que la pederastia sólo alcanza la categoría de despiste. Galileo ha sido aprobado después de varios siglos de penitencia mientras que Darwin está castigado en el rincón con un par de orejas de chimpancé. Eso sí, las mujeres siguen siendo material defectuoso, costillas de segundo plato, como Dios manda.

Pase que la burra y la vaca hayan sido desterradas del belén por cuestiones de coherencia geográfica, pase que los reyes de Oriente en realidad fuesen andaluces, pero eso de que el Papa se estrene de tuitero yo no acabo de tragármelo. Acepto de mala gana que, según los últimos dogmas evangélicos, el Niño Jesús tomara leche en polvo y que San José cargara con toda la familia a cuestas; admito que en vez de oro, incienso y mirra, Melchor, Gaspar y Baltasar llevaran gazpacho, boquerones en vinagre y aceite de oliva, pero lo del twitter papal ya es demasiado modernismo.

La última noticia caída del Vaticano huele a falsificación de lejos, lo mismo que ese quimérico párrafo de las Memorias de Aznar donde cuenta que Dios se le apareció en un sueño, le llamó Jose Mari y le dijo que estaba destinado a salvar a la humanidad. No sé a ustedes, pero a mí que Dios Nuestro Señor tuteara a Jose Mari como si le conociera del gimnasio me resulta más verosímil que el hecho de que el Papa tuiteara a Dios. Eso me suena más a blasfemia, igual que aquel chiste brutal del Perich en que unos esquiadores veían a Wotjyla marcándose un slalon en la nieve con todos los arreos papales y uno de ellos se preguntaba si la tiara era un casco de competición.

Como única religión verdadera, el catolicismo no puede permitirse según qué cosas. Para empezar está el problema del idioma, porque uno no puede imaginarse a Benedicto tecleando otra cosa que el latín. Luego, lo de la limitación a 140 caracteres, que apenas da para cinco mandamientos; menuda capacidad de síntesis necesita el Pontífice para tuitear sus próximas encíclicas. Cuando Jesucristo ascendió a los apóstoles al rango de pescadores de hombres, no se estaba refiriendo a las redes sociales, que suena más bien a invento del diablo.

Hablando del diablo, con las nuevas tecnologías los exorcistas deberán acostumbrarse a trabajar por whastapp, tecleando almohadilla y lanzando un “vete@satanás” al 666. Lo de desvelar el tercer misterio de Fátima en el muro de Facebook, como que no es muy serio, lo mismo que abrir confesionarios en internet y dar la absolución en clave por abreviatura. Y tampoco suena muy católico eso de agregar a Benedicto como amigo en vez de como Papa esperando a leer algo del estilo de “en Roma mojando un par de hostias en vino de misa”. De momento, el pajarito de twitter vuela ya como paloma bendecida por el Espíritu Santo.

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