El sufrimiento por las creencias propias facilita que otros compartan las mismas creencias, religiosas y de otro tipo, porque les otorga credibilidad. Esta es la tesis que sostiene Joseph Henrich, de la Universidad de la Colombia Británica (Canada). El prestigio de una persona en el seno de su comunidad facilita considerablemente que las costumbres, ideas y creencias de esa persona sean adoptadas por el resto de sus miembros. Si además de eso, la persona en cuestión está dispuesta a realizar actos costosos o que acarrean sufrimiento en pro de esas costumbres, ideas o creencias, su credibilidad es aún mayor, porque otorgamos mucho valor a ese tipo de actos. Por eso, en las primeras fases de las religiones que tienen éxito suelen aparecer personas de prestigio que los realizan. La gente se fija, sobre todo, en modelos o referencias comunitarias y la credibilidad de su fe es mayor si están dispuestas a sufrir o pasarlo mal para demostrarlo.
Esa es la razón por la que el martirio se convierte en una poderosa herramienta para que las creencias del mártir sean aceptadas por otras personas y para que éstas se comprometan, a su vez, con la causa. Es también el mecanismo que subyace a los votos de castidad y pobreza, o al ayuno, de los líderes religiosos, porque la renuncia (real o aparente) a los correspondientes bienes, supone una muestra de lo genuino de las creencias y promueve su adopción por parte de otras personas.
El mismo argumento vale para los terroristas, sobre todo si son suicidas. Por esa razón, las medidas que puedan adoptar las autoridades para punir determinados comportamientos pueden, en la práctica, servir de estímulo para la aparición de nuevos seguidores de la causa. Los mártires del primer cristianismo son ejemplos de ese fenómeno. No es que los terroristas hagan votos de castidad o pobreza, o que ayunen de forma voluntaria, pero ante los potenciales adeptos a su causa aparecen como personas dispuestas, al menos, a renunciar a bienes, como la libertad o el bienestar material, de los que muchos disfrutan y que tienen en alta estima. Desde ese punto de vista y en sus modalidades menos exageradas, la militancia terrorista bien podría asimilarse a una especie de sacerdocio. Y en sus modalidades extremas, si los terroristas están dispuestos a arriesgar sus vidas o, incluso, cometen suicidio como consecuencia inevitable de sus actos, alcanzan la condición de mártires.
Fuente:
Joseph Henrich (2015): The secret of our success. Princeton University Press.