Los obispos acaban de condenarlo "sin previo diálogo serio" y Andrés Torres Queiruga dice sentirse "sorprendido, escandalizado y triste". Sorprendido "por lo insólito del procedimiento". Escandalizado, porque las pegas que le ponen a su obra "pasarían con mucha dificultad un examen serio de Teología". Y triste, por "el durísimo golpe" que el caso supone "para la credibilidad de la Iglesia".
Profundamente agradecido por las muestras de solidaridad que "son un río que no cesa", el teólogo gallego pide "diálogo público" con los promotores de su condena y asegura que seguirá reflexionando, publicando y "repensando la fe en categorías actuales es mi vocación y mi pasión".
Andrés Torres Queiruga, uno de los más importantes y prestigiosos teólogos españoles, ha sido condenado por los obispos de la comisión permanente, a través de una nota de la Comisión para la Doctrina de la Fe, porque sus escritos teológicos "no se compadecen con lo que afirma la doctrina de la Iglesia" y, además, "siembran inquietud entre los fieles".
La nota condenatoria señala nada menos que siete errores del teólogo gallego. Entre ellos, el negar "el realismo de la resurrección de Jesucristo, en cuanto acontecimiento histórico (milagroso) y trascendente", el "carácter indeducible de la Revelación" o "la unicidad y universalidad de la mediación salvífica de Cristo y de la Iglesia".
¿Cómo se siente tras la nota?
De fondo, tranquilo, pues en definitiva se trata de una "accidente de trabajo". Un trabajo hecho con la mejor intención y, creo, que con exquisita responsabilidad y espíritu de diálogo. No niego que en este momento se le añaden los tres sentimientos que me brotaron espontáneos cuando el primer intento de "censura". Sorpresa, escándalo y tristeza.
¿Podría explicarse algo más?
No me resulta agradable, pero creo que lo exige la claridad. La sorpresa es por lo insólito del procedimiento, sin previo diálogo teológicamente serio conmigo. Y en este sentido me duele que la nota diga algo que no responde a la verdad: "la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe ha mantenido un diálogo extenso y detenido con el Autor".
Lo único que ha habido es un encuentro, cordial eso sí, pero sin las mínimas condiciones de estudio previo y tiempo necesario para una dilucidación teológica, tal como yo había pedido al Presidente de la Comisión. En todo caso, el único teólogo asistente, nombrado de común acuerdo, reconoció expresamente la legitimidad teológica de mis obras.
Escándalo, por eso mismo, porque no se puede dar un juicio público sobre algo tan serio, sin diálogo previo y sin ese mínimo intento de comprensión cordial que el mismo Papa pide para sus escritos teológicos. Verdaderamente creo que la mejor defensa de mi teología es una lectura atenta de las citas literales de mis escritos que trae la misma comunicación.
Ellas representan lo que hoy dice cualquier teología medianamente autorizada. En cambio, las interpretaciones que se dan en el documento pienso sinceramente que pasarían con mucha dificultad un examen serio de teología. En rigor, con los criterios hermenéuticos que usa, ni siquiera los libros del Papa sobre Jesús de Nazaret pasarían el filtro.
Y, acaso sobre todo, tristeza. Porque este tipo de actuaciones, aparte de crear una injustificada inquietud en muchos creyentes, suponen un durísimo golpe para la credibilidad de la iglesia. Encima, esto no responde a la totalidad de los obispos en España y, menos, de los teólogos. El espíritu del Evangelio es otra cosa, buena nueva y creatividad, frente a intransigencia e inmovilismo.
¿Es una nota de advertencia más que de condena formal?
No, no es una condena, como se dice explícitamente. Pero para una gran parte del público en este tipo de documentos lo de menos es lo que dicen, sino el hecho mismo de decirlo, que acaba sonando a condena. Por eso, también en este sentido, recomendaría la lectura atenta del contenido? y acaso aprovechar para estudiar un poco mejor estos temas, que son verdaderamente interesantes.
¿Se siguió, en su caso, el procedimiento canónico previsto? Los obispos insinúan que lo escucharon a usted.
No me meto en la legislación canónica, que conozco muy poco. Eclesialmente creo que ha sido un pequeño desastre. Gracias a la insistencia de mi arzobispo, a última hora se provocó el encuentro aludido, y debo decir que en este sentido mi relación personal con el Presidente de la Comisión de la fe ha sido verdaderamente amigable y cordial.
Pero lo que se me ha hecho claro es que la decisión estaba firmemente tomada de antemano, y sólo se pretendía que yo hiciese algunas aclaraciones que pudiesen suavizar algún punto.
Las preguntas que se me hacían, y que son las que aparecen al final del documento, demuestran un desconocimiento y mala interpretación de mi teología de tal calibre, que supondrían entrar en un juego teológicamente estéril y aun triste. Por eso me he negado a contestarlas, remitiendo a las explicaciones que doy en mi obra. Responder supondría aceptar un procedimiento eclesialmente carente de espíritu fraterno y teológicamente de una falta de fundamentación que no me parece digna de un documento oficial de este rango.
La nota la firma uno de los pocos obispos teólogos y ex compañero suyo.
No es propiamente compañero sino colega, en el sentido de que ambos hemos sido profesores de Teología Fundamental. La verdad es que tengo la impresión de que él se encontró con un proceso que estaba ya iniciado y que se sintió obligado a continuar. No puedo entrar en si en conciencia era para él legítimo o no consentir en esa decisión.
¿Quiénes pidieron desde hace años su cabeza o su condena?
Desde luego, me consta que no ha sido mi actual arzobispo. Creo tener muy sólidos motivos para pensar quiénes han sido en lo jerárquico y en el asesoramiento teológico los principales promotores. Pero tratándose de nombres propios y no teniendo evidencia total, prefiero no darlos a conocer. Ellos sí podrían hacerlo en un diálogo público y buscando únicamente el bien de la fe.
¿Se trata de una descalificación a su obra y a su forma de ser y de hacer Iglesia?
Tal como reza el texto no descalifica mi obra en su totalidad, aunque deforma muy gravemente su presentación; en cuanto a mi forma de ser y de hacer Iglesia el documento se muestra respetuoso, rasgo que agradezco.
¿Está recibiendo muchas muestras de solidaridad?
Es un río que no cesa. Había sucedido ya en el amago anterior en 2009, y se está multiplicando en esta ocasión. Con testimonios, ahora como entonces, de lo mucho que les está ayudando mi teología para mantener la fe en una circunstancia y una cultura que no lo hacen precisamente fácil. Por eso considero injusto el comienzo de la nota: «En repetidas ocasiones han llegado a la Conferencia Episcopal Española consultas sobre la conformidad de los escritos del Prof. Rvdo. D. Andrés Torres Queiruga con la enseñanza de la Iglesia Católica».
No digo que eso no sea verdad, pero sería bueno que tuviesen en cuenta los testimonios en sentido contrario, a veces conmovedores y que desde luego me llena de esperanza, de los que tal vez algún día convenga hacer una pequeña antología. Porque además hay siempre una diferencia notable entre el tono de los que escriben acusando, que de ordinario es oscuro, y de los que lo hacen comentando y agradeciendo, casi siempre lleno de claridad evangélica y fraternidad constructiva.
¿Va a seguir reflexionando, publicando y repensando la fe en categorías actuales?
Por supuesto, esa es mi vocación y mi pasión. Es sobre todo mi modo de servir a la comunidad eclesial y de hacer una oferta fraternalmente cordial a todas aquellas personas que buscan de verdad, más allá de estas batallas, en definitiva secundarias y a menudo frustrantes.
En este sentido, siento que este episodio interrumpe mi trabajo en un libro que, recogiendo escritos anteriores, quiere mostrar lo que indica el probable título: "Alguien así es el Dios en quien yo creo".
Por otra parte, está punto de aparecer el tomo homenaje que las personas amigas me ha dedicado con ocasión de mi jubilación: "Repensar a teoloxía. Recuperar o cristianismo" (Galaxia), que, aunque lleva título gallego, tiene también trabajos en castellano, portugués e italiano. Pienso que el diálogo crítico que en él se establece acerca de los puntos fundamentales de mi teología, contando con mis respuestas, representa el verdadero proceder del encuentro teológico. Es pena que este tipo de iniciativas no se prodigue más en general, y lo ha sido también que no haya sido ese el estilo en la elaboración del comunicado de la Comisión.
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