La agenda política antifeminista de la derecha amigable con el género es clara y bien definida. Porque el liberalismo feminista no existe, porque el liberalismo por definición es ciego e insensible a las desigualdades, procedan de donde procedan.
Tal agenda liberal antifeminista cubre 4 aspectos esenciales del discurso sobre el género cuyo objetivo final es pervertir el sentido original de lucha y transformación social, esto es, su objetivo es mantener el statu quo patriarcal dando apariencia de todo lo contrario, y es precisamente en esta parte final –en la apariencia– donde está la clave de las confusiones y engaños si no somos precavidos y nos dejamos conmover por el sentimentalismo, por su falso amor. El falso feminismo del machismo amigable no es coercitivo, actúa por consenso (a lo Gramsci). Veamos esos 4 aspectos que configuran su peculiar modelo de ‘amor’ (aparente, moderado, obtuso y reciclado):
1) Apariencia filantrópica: Distanciarse, sólo de cara a la galería, de las posiciones ultraconservadoras (y ultracatólicas) para no perder votos en el caladero de la derecha social centrista. La clave reside en mantener el estigma, pero rebajando el nivel de inculpación desde el discurso de la enfermedad voluntaria al de la discapacidad involuntaria. El rico poderoso ejerce así la filantropía de género como ejerce la caridad y la beneficencia con la pobreza.
La alianza con el poder religioso, por definición antifeminista, es una prueba contundente de la falta de credibilidad de la pose friendly-feminista. Financiar colegios que segregan por sexo es su sello de garantía machista inconfundible. No obstante, el engaño está en presentarse como moderado, incluso en el odio a la mujer. Un odio moderado no deja de ser un alivio frente a la situación peor de maltrato, repulsa y persecución inquisitorial.
2) Moderación del odio: Bajo apariencia de diálogo y de feminismo amigable se niega a defender y aplicar medidas efectivas, como las cuotas o las listas cremallera (paritarias), para corregir la discriminación objetiva hacia la mujer.
Los recortes en dependencia o la negativa a implementar políticas fiscales y de conciliación real bajo la premisa de su coste excesivo es la prueba principal para convencer a los más escépticos. Para la derecha moderada la igualdad de género, como la emigración, es siempre un lujo sólo para épocas de bonanza.
Emigrar es un privilegio, ya lo dijo Trump, adalid sin complejos de la derecha global. Y no otra cosa es la política feminista, una emigración hacia los espacios de poder y las tierras de la dignidad secuestradas por el patriarcado. Visto así, el simbolismo revolucionario del movimiento okupa palidece frente al colonialismo de género y la okupación del poder.
3) Obtuso individualismo: Proponer medidas de corte netamente individualista, sin referencia estructural ni presupuestaria relevantes, tales como los cursos de autodefensa para mujeres y las campañas de estética mediática basadas en el desvelamiento de los mal llamados micromachismos.
La noción de micromachismo transmite una idea peligrosa: todos somos machistas, por tanto, la responsabilidad es igual para todos. La estrategia del ventilador siempre que se habla de corrupción. Sí, el machismo es corrupción. Así, el feminismo-friendly es amistoso con el machismo siempre que sea caballeroso y no mate. Sin embargo, hay una gran diferencia irreconciliable entre una concepción del machismo a nivel micro, celular, casi genético y la realidad machista macro, estructural, contaminante del aire social que respiramos.
Podría decirse con rigor que a nivel ideológico la contaminación machista es el principal riesgo de cambio climático. El machismo es nocivo y las partículas ideológicas micromachistas son como gases de efecto invernadero. El efecto invernadero machista se aprecia, por ejemplo, en el aumento de casos de cancerígena violencia machista en parejas jóvenes. Así, la derecha moderada frente a la contaminación simplemente propone mascarillas y parches, oponiéndose a cualquier limitación de la circulación bajo las acusaciones performativas de caos y populismo.
4) Reciclaje de género: Judicializar la libertad de expresión bajo el super-eufemismo de apología del terrorismo de quienes protestan y defienden la causa feminista enfrentando pacífica y directamente las fuentes e instituciones religiosas del odio histórico y naturalizado contra la condición de mujer insumisa, liberada, independiente y autónoma.
La prueba de ello es el silenciamiento mediático del activismo de Femen y similares, cuyas campañas y proyectos de visibilización y desnudamiento del machismo son objeto de represión policial y causa judicial, especialmente cuando se realizan bajo el símbolo extremo de crueldad contra la emancipación de la mujer: bajo las cúpulas de los templos sagrados que ensalzan y adoran la virginidad de la mujer.
Por último, resumiendo, el feminismo friendly tiende a concentrarse en los efectos y no en las causas, además de preferir las reivindicaciones culturales de reconocimiento e identidad frente a las reivindicaciones de redistribución e igualdad, aunque use un lenguaje en apariencia muy feminista y muy neutral a los conflictos de clases sociales.
Los recursos contra la violencia hacia la mujer no sólo son insuficientes sino insultantes, un espectáculo de circo. Una se lo piensa dos veces cuando marca un número que subliminalmente le va diciendo que es un cero a la izquierda, que el primero siempre es su maltratador y que ella sólo está a sus pies, boca abajo, haciendo el pino sobre la cuerda floja, sobre el hilo telefónico. Es irónico, no sólo le exigen más valentía –como si todavía no hubiese demostrado suficientemente su valor y valía–, también ser más temeraria, malabarista, equilibrista y sin seguridad ninguna de caer sobre la red, sabe que otras antes que ella se han estrellado contra el suelo.
Señoras y señores, ahora salen a escena los payasos: “¿Cóóóómo estáááán usteeeeedes?”
Agustín Franco Martínez. Profesor universitario. Cáceres