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El silencio del Consejo Islámico en el «caso Cunit» retrata la división entre los musulmanes catalanes

Entidades y expertos lamentan que la Generalitat consolide a los sectores más conservadores del islam al primar a los líderes religiosos como interlocutores

El silencio de los representantes de la comunidad musulmana en el caso Cunit pone de manifiesto la enconada división y la falta de liderazgo existente entre los 250.000 musulmanes que viven en Cataluña. Tras casi un mes de debate público sobre el papel del imán de la localidad y de la alcaldesa, Judith Alberich, ningún miembro del Consejo Islámico de Cataluña se ha posicionado sobre el conflicto. El fiscal pide para el imán cinco años de cárcel por acoso y coacciones a la mediadora cultural de Cunit, Fatima Ghailan, mediante alegatos de tinte religioso. Y la alcaldesa ha sido criticada por mantener una posición equidistante en el conflicto, evitar la detención del imán y recomendar a la víctima que retirara la denuncia.

Preguntado sobre el caso, el consejo dice ahora que todo se trata de un asunto "privado" y "familiar", y censura un debate público que, en su opinión, sólo sirve para "estigmatizar el islam". "Hemos hablado, pero con las comunidades, para buscar puntos de encuentro", señalan. Pero este silencio público es criticado por expertos y otras entidades musulmanas, que no se sienten representadas por el consejo y que lamentan que la Generalitat se empeñe en mantener a esta entidad y a los imanes como interlocutores casi únicos de una comunidad cada día más amplia y diversa. "Hay un problema de legitimidad del consejo y de liderazgo en el colectivo", sostiene Mimon Jalich, secretario general de la Unión de Centros Islámicos de Cataluña.

Mohamed Halhoul, portavoz del consejo, asegura que el conflicto de Cunit es "un asunto familiar [el imán y la mediadora son parientes políticos lejanos] que se ha querido politizar". Para Halhoul no es relevante que el imán echara mano de argumentos religiosos para denostar a la víctima frente a la comunidad musulmana de Cunit. Por ejemplo, no llevar velo, confraternizar con españoles no musulmanes o conducir su coche, según la instrucción judicial. Del mismo modo opina Mohammed Chaib (PSC), único musulmán con acta de diputado en el Parlament. "Se trata de un conflicto social ante una comunidad que critica a una mujer porque, cree, va en su contra. No se puede centralizar como cuestión religiosa pese a la actitud del imán", señala Chaib.

En cambio, otras comunidades subrayan lo contrario. "Es triste que el colectivo musulmán presione a una señora por considerarla demasiado liberal. Han de modernizarse", apunta Hesham el Sadr, egipcio y fundador de la Asociación Cultural Islámica Attawwhid, que regenta el oratorio de Arenys de Mar. "Hablamos de seres humanos, cualquier colectivo cuenta con personas más o menos flexibles, pero las comunidades musulmanas tienen miedo a expresarlo porque nos sentimos criminalizados", precisa.

En una línea similar se expresa Mimon Jalich, secretario general de la Unión de Centros Islámicos. "Nuestra comunidad lamenta estos hechos, pero no haremos declaraciones para que no se nos malinterprete. No es competencia nuestra", dice en alusión al Consejo Islámico, al que acusa de "no ser representativo, crear confusión social y dividir".

Jordi Moreres, profesor de sociología de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y experto en el mundo islámico, lamenta el silencio del consejo. "Es preocupante porque evidencia que elude asumir la responsabilidad que le corresponde como interlocutor de la comunidad musulmana. Se trata de una oportunidad perdida para que el colectivo salga a denunciar los hechos".

En Cataluña viven unos 250.000 musulmanes, la mayoría de origen marroquí, además de una minoría de españoles conversos, agrupados en 180 entidades registradas, más una cincuentena que funcionan de forma alegal.

La mayoría son centros pobremente habilitados en garajes, naves y locales comerciales, con escasa relación con el Consejo Islámico y prácticamente aislados del resto de las comunidades. De estos colectivos salen voces contra la Generalitat por su empeño en relacionarse con la comunidad preferentemente a través de los imanes, lo que refuerza el liderazgo de una figura que, para muchos, representa las creencias y los comportamientos más conservadores frente a los más progresistas y abiertos. "La mayoría delos musulmanes no acuden a la mezquita. Allí los imanes pretenden guardar las esencias, las tradiciones de origen de los colectivos", lamenta Abdennur Prado, musulmán converso y presidente de la Junta Islámica Catalana.

La Generalitat se defiende. "Hablamos con el Consejo Islámico y con otros interlocutores, pero es inevitable pasar por los imanes", detalla la directora de la Oficina de Asuntos Religiosos de la Generalitat, Montserrat Coll. "¿Con qué islam hemos de hablar? Con el islam real", subraya.

Otros técnicos admiten la excesiva importancia que la Administración concede al factor religioso a la hora de tender puentes con estas comunidades. "Deben reforzarse los lazos con entidades más culturales y menos vinculadas a los lugares de oración", señala Ana Planet, asesora de la Oficina de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia. "Se está potenciando la centralidad del imán en la organización de los colectivos musulmanes. Si lo ignoran, se quedan sin representante ante la Administración", advierte.

La figura del imán, pues, queda en la diana del debate. "Es un asunto no regulado, cada comunidad lo escoge y lo destituye según su parecer", precisa Coll. La improvisación y la precaria implantación de estos colectivos ha multiplicado la presencia de imanes cuestionados por otros musulmanes. "En 15 años que llevo en Cataluña no he visto ni un solo imán válido. No los hay", sostiene El Sadr. En los países musulmanes, un imán requiere una formación que se alarga 15 años. "Deben saber argumentar la lectura. Aquí aprenden el Corán de memoria y poco más. Es indignante", asevera.

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