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El ´santo´ Vaticano ha tenido entre sus muros logias ocultas, chanchullos mafiosos y escándalos de corrupción

El 20 de mayo del año 1974, el entonces cardenal de París, el teólogo jesuita Jean Daniélou [1905-1974], murió de un súbito infarto poco después de llegar a  la casa de la prostituta Mimí Santoni. Daniélou  fue nombrado perito en el Concilio Vaticano II por el Papa Juan XXIII. Protegido después por Pablo VI, que lo designó obispo y más tarde cardenal.

Juan Pablo I
Daniélou gozaba de un gran prestigio en los ámbitos más o menos centristas de la Iglesia católica de aquella época. Era cercano a los planteamientos -a menudo dudosos por sus titubeos y sus escrúpulos- de Pablo VI.  El Pontificado de Montini terminó mal. Su sucesor, Juan Pablo I duró 33 días y falleció, según algunos observadores, no precisamente de muerte natural. Juan Pablo I dio muestras de querer regenerar de una vez  la Santa Sede.

Ahorcado en un puente de Londres
El escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano, fundado por la Iglesia católica en 1896, estaba presidido por Roberto Calvi y se hundió. En 1982 fue Calvi encontrado ahorcado en uno de los puentes de Londres. El Vaticano, en aquel tiempo, era  epicentro de la mafia, de negocios ilícitos, de la masonería agresiva, ubicada en la logia P2, manejada por una élite de políticos y de clérigos.

El banquero de Dios
El hombre fuerte en el Vaticano fue el cardenal norteamericano, Paul Marcinkus un vividor, sin moral y sin ética, llamado el banquero de Dios. Fue presidente del Banco Vaticano. Otro personaje que entraba y salía de la Santa Sede era Michael Sindoma, dirigente la mafia italoamericana  Esos años de plomo provocaron un hastío monumental respecto a la cúpula de la religión católica.

Lo peor de lo peor
Ahora el sexo de los clérigos ha vuelto a mancillar a quienes predican las supuestas bondades del celibato y, en cambio, abusan vilmente de menores, que es lo peor de lo peor -lo más asqueroso, lo más vomitivo, lo más abominable, lo más alejado de la doctrina de Jesús de Nazaret-;  follan como locos y muchos se lían con homosexuales comprados para satisfacer así la homosexualidad siempre oculta de capellanes, párrocos, prelados, cardenales y váyase a saber en relación con los Papas que, durante la historia del cristianismo, tuvieron mas hijos e hijas que una familia numerosa de la actualidad.

La de Dios es Cristo
A finales del siglo XX, se montó la de Dios es Cristo, y nunca mejor dicho, a propósito de los dineros del Vaticano y, en general, de la Iglesia. Detrás de las casullas, las sotanas y los diversos disfraces de los curas y sus superiores, ha aparecido ahora un nuevo escándalo,  no  tanto en este caso por el dinero como por el sexo. O para ser más exactos por el poder terrenal, que es el objetivo en la mayoría de los jerarcas eclesiásticos, aunque aparentemente sólo -dicen en clave farisaica-  ellos no se meten en política, pero apoyan a la derecha.

Benedicto XVI y Rajoy
Benedicto XVI ha dimitido por su edad y, sobre todo, al conocer el dossier -que le han preparado cuatro cardenales de su confianza-. El Papa, en este sentido, se ha comportado bastante mejor que Mariano Rajoy. Primero, ha investigado. Luego ha comprobado la putrefacción que se expande en el Vaticano y, asumiendo su grave error de no haberlo hecho antes, ha dimitido con dignidad.

Este catolicismo, un tabú
El Vaticano no es el faro de la Iglesia católica, sino el nido de sátrapas y fariseos.  O se da un golpe de timón de arriba abajo, sin complejos y sin contemplaciones, y  regresando a los orígenes, o desaparecerá en breve. Los que de inmediato se apresuran a insultar a los que venimos señalando que esta Iglesia no es la de Cristo, sino la de los que mataron a Cristo, son los responsables de haber convertido el catolicismo en un tabú para los humildes y un homenaje a los poderosos.

Cristianos de base
Eso poco tiene que ver con los cristianos de base, con los misioneros y misioneras en su mayoría, y todos  cuantos son gente buena y de buena fe. De este sector debería salir el futuro Papa. De los teólogos de la Liberación. No de los falsarios y de los cínicos

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