No puedo dejar de observar la deriva hacia un lado peligroso, en El Salvador, de las relaciones de las iglesias y el Estado.
O, si ustedes prefieren, de religión y política. O, más exacto, de relaciones entre iglesias y partidos políticos en la República de El Salvador en el momento actual. Hablo desde mi fe cristiana, pero lo mismo podrían señalar otros desde el análisis sociológico, histórico o político.
La deriva o escora peligrosa, en imagen naval, semejante a una desalineación de las llantas del automóvil, que llevan la dirección hacia un lado de la carretera, en vez de recta, en imagen terrestre, consiste en trasladar el Estado laico salvadoreño hacia un Estado confesional.
¿Hacia un estado confesional?
Los hechos presentados en este período electoral son contundentes. Por primera vez en la historia de El Salvador instituciones y grupos religiosos ofrecen los votos electorales de sus miembros a partidos políticos de forma pública y son aceptados por algunos partidos políticos.
Y miembros de estas iglesias confiesan que ya los ofrecieron, aunque en forma más discreta, en las elecciones de 2004, pero que se sienten frustrados porque no se cumplieron las promesas de la contraparte, el Presidente surgido de aquellas elecciones, Antonio Saca, y el partido político al que pertenece.
Me referiré, como ejemplo evidente, y por brevedad, a la actual candidatura para Presidente de la República del partido PCN, pero pueden presentarse otros del mismo sentido.
El candidato actual para la Presidencia de la República en las elecciones de marzo de 2009 por el PCN fue ofrecido por una asociación de iglesias pentecostales evangélicas que se llama UNICSAL, Unión de Iglesias Cristianas de El Salvador, en la que figuran las iglesias Asambleas de Dios, Elim, Apóstoles y Profetas, de la Profecía y otras. El PCN, en las negociaciones previas, solicitó setenta mil votos de UNICSAL, pero los dirigentes de esta asociación prometieron que lograrían más de cien mil votos en las próximas elecciones, procedentes de los miembros de sus iglesias.
A cambio, el PCN dejó la candidatura a la presidencia, diputaciones en los 14 departamentos del país, concejalías en alcaldías y participación en el plan de gobierno a miembros destacados de estas iglesias.
Tomás Chévez, llamado pastor de la iglesia Elim de Ilopango hasta que fue nombrado candidato a la presidencia, es su representante. Hay que señalar que UNICSAL presentó candidato propio en las precandidaturas del partido ARENA, en la persona de Francisco Laínez, ex Canciller de la República, precisamente porque atribuyen incum- plimiento de las promesas realizadas a ellos del actual Presidente de la República y querían asegurarse un candidato propio que les asegurase el cumplimiento de sus demandas, entre ellas, la creación de una dirección general que atienda a la iglesias evangélicas en sus necesidades de asuntos religiosos en los que ellos tuvieran puestos destacados.
El Estado salvadoreño es un Estado laico
En los artículos 25 y 82 de la Constitución de la República de El Salvador se hace referencia a asuntos religiosos. En el Artículo 82 se afirma:
“Los ministros de cualquier culto religioso, los miembros en servicio activo de la Fuerza Armada y los miembros de la Policía Nacional Civil no podrá pertenecer a partidos políticos, ni optar a cargos de elección popular. Tampoco podrán realizar propaganda política en ninguna forma”.
Un estado laico separa con nitidez la iglesia del estado, y la Constitución de El Salvador lo hace. También pone garantías para que se cumpla. Claro, si el espíritu de la ley mayor de El Salvador es éste, en su letra, sin embargo, puede encontrarse la trampa para evadirla.
Como está sucediendo hoy.
Esta laicidad del estado está en los orígenes de las repúblicas latinoamericanas. Es lo que significa el gorro frigio que figura en el centro del escudo de El Salvador, y de otras cinco repúblicas indoamericanas –como son Argentina, Paraguay, Colombia, Cuba y Nicaragua-. Repúblicas nacidas en un ciclo que, en su inicio, cumple ahora -en 2008-200 años, inspirado en los revolucionarios franceses de 1789, que separaron del todo Iglesia y Estado.
Laicidad del Estado
Desde la fe cristiana encarnada en este mundo, se pronunció sobre este asunto un congreso de teología realizado reciente, en setiembre 2008, en Madrid, en el que participaron teólogos de Europa, Africa y América Latina. En la declaración final del Congreso puede leerse:
“Al vivir en una sociedad plural desde el punto de vista de las creencias, el Estado tiene la obligación de velar por los derechos de todos los ciudadanos sin ningún tipo de discriminación, y para ello tiene que configurarse como un Estado laico e independiente. En este sentido, tiene que mantenerse neutral ante las diferentes opciones religiosas, garantizando a todas ellas el ejercicio de sus derechos y no debe dejarse influenciar por alguna en particular”.
Los marcados en negrita de la declaración son míos porque se aplican en directo a la situación que vivimos en El Salvador.
Influencia de la cultura política reciente de Estados Unidos
En mi pensar, la actuación de las instituciones políticas y religiosas en El Salvador se está dejando de llevar por la influencia de la cultura y la política que llevó al todavía presidente George Bush a ganar las elecciones en 2000 y 2004. Karl Rove, asesor de la campaña republicana, ha dicho públicamente que las elecciones de 2000 obtuvieron resultados tan estrechos porque cuatro millones de fundamentalistas evangélicos no fueron a votar.
Rove contaba con 19 millones de esos votos, pero sólo obtuvo 15 millones. Esto explica por qué Bush ha buscado congraciarse con la parte más radical del cristianismo protestante. En las elecciones de 2004 fundamentalistas evangélicos propiciaron la reelección de Bush. Por fortuna, Bush acaba su mandato ya, pues es considerado por muchos como el peor presidente de la historia de Estados Unidos.
El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, tiene, sin embargo, otra perspectiva.
Cuando era candidato a senador por Illinois en 2004 fue acusado poco menos de no ser cristiano por su oponente electoral: “Jesucristo nunca votaría por Obama”, le dijo, con una mentalidad evangélica fundamentalista y argumentos exagerados. Esto quedó guardado en la mente y espíritu de Obama y en junio de 2006, en un ya famoso discurso titulado “Llamada a la renovación”, respondió a aquellas acusaciones y estableció el marco en el que él se mueve en cuanto a las relaciones entre religión y política.
Es un muy importante discurso, que todos deberíamos leer en El Salvador, en el que, además de explicarnos las motivaciones cristianas de Obama y sus puntos de vista sobre temas bíblicos con sus relaciones culturales y políticas, esclarece la necesidad y conveniencias de separar religión y política. Sólo un texto, como resumen: “En primer lugar, -dice Obama en su explicación- es preciso que entiendan el papel fundamental que juega la separación entre iglesia y estado, no sólo como garantía de la democracia, sino de la fortaleza de nuestra propia práctica religiosa”.
Pues esto mismo deseo yo también y por los mismos motivos.
*Religioso Dominico, autor del libro
”Tierras pagadas a precio de sangre”.