“La misericordia no es la justicia”
Aunque hoy no hay pena de muerte en nuestro país, sí permanecen lo indultos vinculados a la fe católica, e impulsados por el poder de las cofradías, aunque también es cierto que hoy son intensamente criticados porque vulneran la igualdad jurídica al introducir el factor religioso en la justicia, y porque otorgan un determinado poder al catolicismo español. Pues bien, en el pasado ya se alzaron voces contra los mismos. Este artículo se acerca a uno de esos casos
En el número del viernes 10 de abril de 1910 de El Socialista se incluyó un artículo de fondo sobre los indultos de viernes santo con el subtítulo de “La misericordia no es la justicia”. El argumento crítico se basaba, en consecuencia, en la constatación de que la piedad no era justicia.
Partiendo de la crítica religiosa, aunque breve y de pasada, la columna condena la costumbre de los indultos en Semana Santa desde un argumento que combina lo económico con lo político, como era habitual en el socialismo. Así pues, comenzaba expresando que el día del viernes santo, cuando “era crucificado un hombre de quien la fantasía ha hecho un dios”, se había convertido en un momento de esperanza para algunos al borde del cadalso.
Ese día estaba destinado a la piedad. Las autoridades estaban obligadas a la misericordia, a vestir el uniforme de la misma, como en otros días tenían que vestir otros uniformes. Pero también se afirmaba que ya existía en la sociedad una conciencia rebelde para denunciar que esa piedad solamente servía la injusticia y la farsa de las instituciones.
La piedad de los poderosos era calificada como una “humillación permanente” para los oprimidos. Aquel “desheredado” que aceptaba esa piedad, desechando la justicia, abandonándose a la “gratitud ciega”, abdicaba de la justicia que debía conquistar para sí y para los demás, convirtiéndose en un esclavo. En cierta medida, parece la aplicación del concepto de clase a esta cuestión.
Por encima de la piedad, que se permitían, como un lujo, los poderosos, se econtraba la justicia. Esa piedad era como una limosna de la clase explotadora, que existía, precisamente, a condición de que hubiera miseria. La piedad era una limosna de vida que se daba a los que antes se había condenado a morir. Si el capitalismo imponía el orden económico, también robaba, mientras que el conjunto de instituciones que servían al capitalismo imponía el orden moral, pero también mataba. El capitalismo ofrecía limosnas después de haber provocado la existencia de hambrientos. Por su parte, las instituciones otorgaban indultos después de haber provocado la existencia de criminales. El capitalismo imponía la explotación del hombre por el hombre, y se envanecía cuando sacaba a una víctima de dicha explotación. Por fin, por su parte, las instituciones aprobaban la pena de muerte, y se envanecían cuando salvaban a uno de los condenados a la misma.
Hemos consultado el número 1782 de El Socialista.
Eduardo Montagut. Doctor en Historia