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El problema de los hospitales religiosos

Gracias a una familia valiente, se ha descubierto el enorme problema de los hospitales católicos en relación con la muerte asistida. La historia reciente de Ian Shearer – un hombre de Colombia Británica (canadá) – que solicitó la ayuda a morir cuando estaba atendido en el Hospital católico Saint Paul en el centro de Vancouver es una lección seria. Shearer y su familia encontraron la paz sólo después un traslado insoportable doloroso y degradante que le arrancó gritos y llanto.

Los hospitales católicos no admiten a los pacientes en función de sus creencias, porque en este caso Shearer no habría acudido a este hospital. Se trata de un abuso de poder de parte del hospital el imponer creeencias religiosas a los que vienen a tratarse. Respetamos estas creencias, y más todavía la libertad de tenerlas. Pero el tratamiento de los paciente, especialmente en un sistema médico socialista, es una línea roja.

Hay muchas razones para esto. El paciente es un consumidor que necesita protección frente al inmenso poder de imposición del hospital. El catolicismo no puede ser una especie de contrato fuera de toda negociación – incluso en el caso de que, en el momento de la admisión, se considerase práctico o ético mencionar los servicios y espacios destinados a las creencias personales. Poder imponer restricciones católicas en los cuidados supondría que el hospital tiene un reconocimiento de derechos más fuerte que el de los pacientes, o que los derechos de los pacientes fuesen más débiles de los que son. Y no es el caso.

Los hospitales católicos reciben fondos y mandatos del gobierno. No funcionan con dinero privado con el cual pueden hacer lo que quieren. Se les asigna áreas según sus capacidades y financiación, y no en función de sus sistemas de creencias. Los gobiernos no financian hospitales porque se adhieran a los sistemas de valores de sus posibles pacientes. Si un paciente ingresa en un hospital católico, es porque el gobierno le ha mandado allí.

Si un hospital católico acepta los fondos y el poder conferidos por un gobierno secular, tiene que ser consecuente. La consecuencia de este apoyo gubernamental es que no debe denegar actos médicos que son legales, sea cuales sean. Hay que recordar que el Tribunal Supremo de Canadá sentenció que la ley que denegaba la muerte asistida a ciertos pacientes sufrientes violaba el capítulo 7 de la Carta Magna de Derechos y Libertades.  Permitir que una organización financiada por el gobierno negase un acto médico incumpliendo los mandatos del capítulo 7 de la Carta sería absurdo. Los contratos con hospitales católicos (u otros), como el contrato establecido con la “Denominational health care Facilities Association” (NdT.: Asociación de Instalaciones de Asistencia Médica Confesional) no tiene el poder de invalidar los derechos del paciente o el standard de los cuidados requerido del hospital.

Un hospital tiene una relación basada en la confianza con sus pacientes, y los hospitales católicos aceptan voluntariamente esta obligación. Al denegar la muerte asistida, el hospital dice al paciente, “lo siento, nuestras obligaciones con sus necesidades van hasta aquí, y más allá abandonamos nuestra aparente relación de confianza y nuestros propios intereses pasan primero”. ¿Cómo es posible hacer esto? Con  libertad de religión o no, las relaciones de confianza no son tan limitadas, y no dudamos que el Tribunal Supremo se situaría del lado del paciente en el caso de que sus derechos entrasen en conflicto con las creencias religiosas del hospital.

Shearer tenía realmente que amoldarse a una creencias religiosas y padecer los terribles dolores y la degradación que se le infligieron? No. Lo que no quiere decir que un médico católico tenga la obligación de ayudar a un paciente a morir – salvo en circunstancias excepcionales. Sin embargo, una institución en sí no tiene religión. Lo que ocurre es que está gestionada por personas que desean usarla como plataforma para hacer avanzar sus creencias. En esta perspectiva, todo hospital católico debería tener en plantilla un médico no-católico con libre acceso a los pacientes terminales, y ser libre de asistirles en el momento de su muerte. Estos derechos se deben de reconocer a los pacientes de todas las creencias – católicos incluidos.

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Traducción para Laicismo de Laurence Arseguet

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