El cardenal de Barcelona no evitó mostrar las ‘líneas rojas’ que separan a la Iglesia del Gobierno (clase de Religión, escuela concertada, libertad religiosa o defensa de la vida), insistió en que “no se debe quitar de la escuela la formación moral en valores y la clase de religión. Defendemos, pues, la presencia de la asignatura de religión”.
«Esta segunda crisis nos está enseñando que para salir de ella necesitamos hacerlo juntos, unidos y cohesionados, tanto a nivel nacional como internacional». Se nota el cambio, en el fondo y en las formas. El presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, pronunció esta tarde su primer discurso de apertura de la Plenaria de los obispos españoles con un llamamiento a “renacer entre todos” y lamentando «el espectáculo del enfrentamiento casi continuo de los líderes políticos».
En una reunión atípica (sólo participan 38 de los 118 obispos españoles, que antes tuvieron que someterse a una prueba de antígenos), Omella tendió la mano a las autoridades para “centrarnos en encontrar soluciones que ayuden a salir a flote a las familias que se están hundiendo, a los empresarios que no tienen más remedio que cerrar sus negocios”, y pidiendo “evitar distracciones inútiles y polarizadoras que no conducen a la solución de la grave crisis que nos afecta”.
Aunque el cardenal de Barcelona no evitó mostrar las ‘líneas rojas’ que separan a la Iglesia del Gobierno (clase de Religión, escuela concertada, libertad religiosa o defensa de la vida), el líder de la Iglesia española puso por encima la petición de diálogo, colaboración y contribución para construir juntos la sociedad post-coronavirus.
También ha hablado de unidad, frente al “espectáculo del enfrentamiento casi continuo de los líderes políticos”. “Ante el riesgo de que aflore el resentimiento y la división, debemos potenciar la comunión para vencer este desafío que no es solo sanitario, sino también económico, social, político y espiritual”, declaró Omella, haciendo suyo el improvisado discurso de Francisco ante Pedro Sánchez. “No es momento de divisiones, no es momento para dejar que los brotes populistas irresponsables e ideológicos traten de colarse. Es el momento de la cohesión, de la cordialidad, de trabajar unidos, de mirar a largo plazo liberándonos del cortoplacismo de las elecciones o de la bolsa”.
“Es el momento de la unidad y de la buena política, aquella que vela por el respeto a la persona humana y trabaja incansablemente por el bien común”, proclamó Omella, quien invitó a “evitar tensionar más la sociedad política con cuestiones que no sean prioritarias o que requieran de un debate sereno y profundo”.
“Ahora deberíamos centrarnos a encontrar soluciones que ayuden a salir a flote a las familias que se están hundiendo, a los empresarios que no tienen más remedio que cerrar sus negocios. Por tanto, es conveniente evitar distracciones inútiles y polarizadoras que no conducen a la solución de la grave crisis que nos afecta”, añadió.
Del mismo modo, el presidente del Episcopado volvió a poner de manifiesto “el gran pacto nacional de la Transición que cristalizó en nuestro actual sistema político definido en la Constitución de 1978 y que hemos de preservar y fortalecer”. Aunque no citó a la Monarquía, sí dejó una frase que muchos vieron dedicada al rey emérito: “El que se ha equivocado, que pida perdón. El que ha caído en la corrupción que devuelva lo robado”.
“La mejora de nuestras instituciones no pasa por el «borrón y cuenta nueva», ni por el romper radicalmente el consenso, sino por trabajar unidos para mejorar y potenciar el actual sistema democrático”, subrayó Omella, quien lamentó “las propuestas de deslegitimar y poner en peligro las instituciones básicas que han mantenido durante estas décadas aquel gran acuerdo nacional y han dado a nuestro país prosperidad y convivencia en la diversidad de sus pueblos”.
“Tenemos que recuperar el espíritu de concordia que hizo posible que, tras una durísima guerra entre hermanos y el largo periodo del régimen franquista, nuestros mayores, haciendo política del bien común, fueran capaces de llegar a acuerdos que exigieron sacrificios, generosidad y confianza mutua”, sostiene el purpurado, quien recuerda que “fuimos capaces de perdonarnos, de reconciliarnos, de programar unidos la España del futuro”. “Hagamos pues ahora lo mismo. No caigamos en el virus de una polarización que haga imposible tender la mano, e incluso dialogar con el que piensa diferente”.
Y es que, para Omella, “hoy es una urgencia generar espacios y actitudes de reencuentro”, que apuesten por “reducir la crispación y de promover la cultura del encuentro”. “No debemos dar al mal más alas, sino que debemos dar continuamente oportunidades a la concordia y a la reconciliación”.
“Hacemos nuestro el sufrimiento y la angustia de tantas personas, hermanos y hermanas nuestros, que se ven afectados por tanto desempleo y destrucción de los negocios y lugares de trabajo», señaló Omella, quien reconoció que nos encontramos ante “un momento crucial para nuestro país y, sin un ápice de exageración, para la civilización global”.
“El marco de nuestra civilización mundial está dañado. Ya hacía tiempo que el mundo estaba desajustado y esta pandemia no ha hecho sino visibilizar y agudizar el desproporcionado estado de las desigualdades económicas y sanitarias, las gravísimas consecuencias de la destrucción de los ecosistemas, el interés egoísta y polarizador de los populismos irresponsables y, sobre todo, nos hace ver lo lejos que estamos de sentir y comportarnos como una única familia humana”, insistió el presidente de la CEE, quien invitó a que la pandemia “siga abriendo nuestros ojos y nuestros corazones a las personas sin hogar, a quienes sufren soledad, a los inmigrantes y refugiados varados en las fronteras, a las mujeres víctimas de trata y prostituidas, a las personas que están en prisión, en alojamientos colectivos… “.
Repasando “el gran esfuerzo y buena voluntad de todas las instituciones que han trabajado incansablemente por el bien de todos los ciudadanos.”, el purpurado quiso reivindicar la labor de la Iglesia católica, que “ha cooperado y sigue cooperando con las instituciones públicas y privadas en todo lo que se nos ha solicitado y en lo que estaba en nuestras manos dar y hacer”, tanto en lo físico como en lo espiritual, pese a las dificultades durante la primera ola. “El derecho a recibir una atención espiritual es un derecho humano que no se puede vulnerar”, recordó.
Pese al espíritu constructivo de sus palabras, Omella criticó la futura ‘Ley Celaá’, abogando por un “paco educativo” en España, que “pudiera concretarse una ley sólida que no sea objeto de debate con cada cambio de color político en el Gobierno”. “Por eso -añadió- lamentamos profundamente todos los obstáculos y trabas que se quieren imponer a la acción de las instituciones católicas concertadas”. Al tiempo, insistió en que “no se debe quitar de la escuela la formación moral en valores y la clase de religión. Defendemos, pues, la presencia de la asignatura de religión”.
Finalmente, Omella clamó contra la ley de eutanasia, que “no es una solución ante el sufrimiento que derriba a las personas”. “No dejaremos nunca de repetir que no hay enfermos ‘incuidables’ aunque sean incurables. La vacuna contra la tristeza, el dolor, la soledad y el vacío existencial de las personas enfermas no puede ser única y exclusivamente la eutanasia. Esta medida no sería ni la más justa, ni la más humana, ni la más fraterna”, concluyó Omella.