El presidente, que actuó como delegado regio en la Ofrenda, demandó «inspiración» para que los poderes públicos regulen «con acerto» la inmigración, mientras el arzobispo advirtió que es «inaceptable» utilizar a los extranjeros «como arma política»
La crisis migratoria, las dificultades para acceder a un techo, la lacra de la violencia machista y las guerras de Gaza y Ucrania centraron este viernes la invocación del presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y la respuesta del arzobispo de Santiago, Francisco José Prieto Fernández, en la tradicional Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago.
En el Día de Galicia, el mandatario autonómico ejerció de delegado regio a instancias del rey Felipe VI. Se trata de la segunda vez que el pontevedrés asume este rol tras hacer lo propio en 2023 y después de que el año pasado este papel correspondiese al presidente del Parlamento gallego, Miguel Santalices.
Acompañado, en segunda fila, por su predecesor en la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, por el propio Santalices, el delegado del Gobierno, Pedro Blanco, y por el jefe del mando de apoyo a la maniobra del Ejército de Tierra, el general Marcial González Prada, Rueda aludió a la compleja situación del tablero político a nivel nacional. Pidió al santo «inspiración e acertos para todos os gobernantes» en la toma de decisiones que, constató, «repercuten» en la vida de los ciudadanos. En un discurso en el que alternó gallego y castellano, Rueda rogó por que se «recupere la credibilidad de organizaciones e instituciones a menudo manchadas por prácticas impropias de personas decentes» en una España que ve «enfrascada en la polarización extrema». En esta tesitura, urgió una apuesta por «recuperar el respeto a la ley y la integridad como patrones de conducta y garantes de un futuro mejor».
Ante el altar mayor de la catedral, el también líder del PPdeG demandó la intercesión del Apóstol ante «un mundo asolado» por «convulsións, guerras devastadoras e crecentes desastres climáticos», a lo que sumó los lastres de la «a intolerancia, a codicia e a indiferenza ante o sufrimento dos máis débiles». Frente a estos desafíos, invocó «a protección» de Santiago para que ayude «ao conxunto da humanidade» a redescubrir y a experimentar «o amor, a xustiza, a misericordia e o perdón» que, a su juicio, son característicos de los valores crisitianos «e de calquera sociedade que busque o ben común».
En pleno rifirrafe entre Gobierno central y varias autonomías por el reparto de los menores extranjeros no acompañados, Rueda también reinvindicó para los poderes públicos «inspiración» para regular «con acerto» la inmigración y acabar con las mafias «que se lucran do tráfico ilegal de inocentes» que, como hicieron los gallegos «nun pasado non tan lonxano», dejan su país a la procura «dun futuro mellor para eles e as súas familias».
Más «tolerancia», la receta contra la «turismofobia»
En una intervención que concluyó citando el saludo utilizado por los peregrinos en la antigüedad para infundirse ánimos en el camino, Ultreia et suseia, también demandó más «tolerancia» para superar «a tentación da turismofobia», especialmente en Compostela.
Tampoco faltó una alusión a otra cuestión candente a nivel estatal: el debate sobre la financiación autonómica y el cupo catalán. En un país en el que todos los ciudadanos deben ser «iguais en dereitos e tamén en obrigas» y en el que, como sucede en los caminos de Santiago, «ninguén debe ser máis que ninguén», Rueda demandó acatar «o cumprimento da lei e o reparto das cargas tributarias», además «dunha distribución dos recursos públicos» para garantizar la prestación de servicios al conjunto de los españoles y la necesaria «materialización da solidariedade entre territorios«.
Acierto para edificar una sociedad «igualitaria» en la que «o mérito e o esforzo» prevalezcan, al igual que la solidaridad, particularmente hacia los mayores y las personas con discapacidad fueron otros de los retos que el titular de la Xunta mencionó. Un listado en el que también incluyó «superar a crise de vivenda», los desafíos derivados de la inteligencia artificial, o «desterrar a lacra da violencia», especialmente la machista, al igual que la necesidad de «substituir o insulto polo diálogo» y primar «o respecto para quen pensa diferente».
Centrando ya la atención en Galicia, Rueda hizo votos para «seguir construíndo coas achegas de todos» una comunidad «aberta, plural e solidaria» y que se aparte «de calquera experimento que queira poñer en risco os avances» consolidados en casi medio siglo de democracia y autonomía. El titular de la Xunta dijo ansiar una Galicia «próspera» fruto del esfuerzo de los trabajadores, las empresas y los poderes públicos. «Respectando a casa común» y la naturaleza «privilexiada» de la comunidad, apostó por «sacar proveito» de los recursos naturales para «mellorar» la vida de los gallegos.
En una ofrenda en la que agradeció la encomienda recibida del Rey, que dijo asumir «con responsabilidad y orgullo», Rueda invocó la protección del santo para la Familia Real y para que el monarca siga desempeñando «con acierto y responsabilidad» sus responsabilidades en un momento en el que son necesarios «referentes de integridad personal». En este punto, el delegado regio destacó que la figura de Felipe VI «inspira confianza y emana credibilidad dentro y fuera de las fronteras» de España.
Con el camino batiendo marcas al rebasar los 280.000 peregrinos, Rueda ensalzó el carácter «imperecedero» del fenómeno jacobeo y constató que la Europa «plural» actual es heredera de los valores cristianos que «inspiran el camino». En este punto, recetó tomar ejemplo de la constancia, la fuerza de voluntad, la tolerancia y la determinación que impulsa a los peregrinos para «enfrontar os retos».
El arzobispo advierte que es «inaceptable» utilizar a los migrantes «como arma política»
En una liturgia que concluyó con la activación del incensario de mayor envergadura del mundo, el botafumeiro, con sus 53 kilos de peso, el arzobispo de Santiago, Francisco Prieto, respondió a la plegaria de Rueda llamando a «no cerrar los ojos» ante los problemas del mundo. Expresándose en gallego y en castellano, el ourensano llamó a «defender a quen sofre moi graves inxustizas», como las víctimas de las guerras, las mujeres esclavizadas por las redes de trata y prostitución, al tiempo que pidió soluciones ante «a falta de vivenda» y de trabajo «digno e seguro».
Y también aludió a la crisis migratoria para reivindicar que no cabe «perder a mirada e a sensibilidade» en relación a la acogida de las personas que dejan atrás sus países. En pleno debate sobre el reparto de los menas y la regulación de los flujos de migrantes, Prieto advirtió que «é inaceptable utilizar» a estas personas «como arma política, cando xa acumulan a dor polo desarraigo e o abuso das mafias». «Han de ser acollidos dende a legalidade e a fraternidade», avisó.
Con los altercados de Torre Pacheco todavía en la retina, el eclesiástico expresó «a máis firme condena» de la Iglesia a la violencia racista y «á criminalización colectiva».
Acompañado en el altar por autoridades como el cardenal Rouco Varela, Francisco Prieto hizo repaso de problemas sociales como las dificultades de los jóvenes y de las familias para dotarse de un techo, las adicciones que «esclavizan a dignidade e a liberdade», la violencia contra niños y mujeres y los conflictos armados. En este punto, instó a poner fin «á dramática situación humanitaria» que afronta Gaza y al «sufrimento» del pueblo ucraniano ante «unha guerra sen sentido, se é que algunha o ten».
Convencido de que en tiempos «de fragmentación e polarización» la Iglesia está llamada a ser «un fogar para todos, especialmente para os descartados», el arzobispo recalcó que la esperanza cristiana no es ajena «á dor do mundo», aunque «tampouco se deixa esmagar por ela» desde la convicción de que «Deus non abandona o seu pobo». E instó a los asistentes a la eucaristía a «saír co corazón aceso e as mans dispostas» para ser ,»no medio deste mundo ferido, sementes positivas de esperanza».
En una coyuntura «de crises e incertezas», el religioso rogó por que las familias «sigan sendo berce de vida e de fe», en las que especialmente niños y ancianos «sexan coidados, queridos e consolados».
La advertencia de Prieto a los políticos: «A corrupción é un pecado que afecta á dignidade humana»
Ante el Apóstol, Prieto rogó por que los políticos dediquen «os seus mellores esforzos» al bien común y a la construcción de una sociedad «en paz, cimentada na verdade, a xustiza e a liberdade». Como deberes, les puso servir anteponiendo «a responsabilidade social» por encima «las lexítimas diferenzas políticas«. Y constató que «erradicar calquera forma de corrupción» constituye «unha grande encomenda», pues advirtió que esta lacra es «un obstáculo para o ben común», inflinge «unha ferida no corazón da xustiza» y constituye «un pecado que afecta á dignidade humana» al erosionar la confianza en las instituciones y en la sociedad, «creando un ambiente de desconfianza e cinismo».
Tras pedir la bendición del Apóstol para la Familia Real y para Rueda, sus allegados y el Gobierno gallego, Prieto concluyó con una llamada a que «renaza a esperanza que nunca decae e sempre nos sostén».
No sonaron las tradicionales chirimías
Al filo de mediodía concluía la misa solemne en la catedral compostelana tras una ceremonia que arrancaba a las 10.00 en el Obradoiro con el recibimiento al delegado regio, que pasó revista a las tropas presentes en la plaza, ante la mirada de decenas de vecinos, peregrinos y curiosos. Allí, Rueda saludó a las autoridades civiles y militares acompañado por la alcaldesa de Santiago, Goretti Sanmartín que, un año más, optó por no acudir a la eucaristía. La Ofrenda al Apóstol es una tradición instaurada por Felipe IV que se remonta a 1643.
Mientras se desarrollaba el acto protocolario, de Platerías arrancaba la procesión del Patronato, portando la imagen relicario de Santiago Conquatrix. La marcha religiosa confluía en el Obradoiro con el saludo entre el arzobispo de Santiago y el delegado regio. Ya fusionadas, las dos comitivas entraron al templo por el Pórtico da Gloria. En este caso, no sonó la marcha de las chirimías, que fue interpretada por oboes dado que estos instrumentos están siendo restaurados para su recuperación en el próximo Año Santo 2027.
Como nota curiosa, destacó el empleo del inglés por parte del todavía deán de la catedral, José Fernández Lago, que actuó como monitor en la liturgia. Así se comunicó con los peregrinos de diferentes nacionalidades que asistieron a la misa para darles instrucciones en momentos clave como la entrega de la comunión.





