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El Presidente de Argentina recibió a Bolsonaro, que llamó a que “Dios ilumine a los argentinos” para que voten a Macri en las elecciones

“No queremos nuevas Venezuelas en la región”. Con esa frase bajo el brazo, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, llegó a la Argentina para hacer campaña por la reelección de Mauricio Macri. Muy lejos de la máxima de la diplomacia internacional que llama a los jefes de Estado a no inmiscuirse en asuntos de política interna de otros países, el mandatario brasileño hizo un enfático y curioso pedido para las elecciones nacionales: “Dios ilumine al pueblo argentino en las próximas elecciones para que voten con la razón y no con la emoción”. Aunque no lo especificó, para él esto implicaría no acompañar las propuestas opositoras y sí el proyecto de Cambiemos financiado por el Fondo Monetario Internacional. En paralelo, por la tarde organismos de derechos humanos lo repudiaron con una movilización frente a la Plaza de Mayo.

Luego de visitar Estados Unidos, Israel y Chile, entre otros países, finalmente Bolsonaro realizó una visita oficial a la Argentina. El encuentro entre los mandatarios se produce en un momento en que ambos están muy debilitados políticamente, el primero a seis meses de asumir, el segundo a seis meses de terminar su (¿primer?) mandato. Acompañado por una extensa comitiva –que incluyó a su esposa Michelle y su hijo, Eduardo– y con una agenda sumamente apretada (estará menos de 24 horas en la Argentina) Bolsonaro llegó al país después de las 10 de la mañana.

Leales a la posición trazada por el gobierno de Estados Unidos, ambos se refirieron al conflicto venezolano y criticaron al presidente Nicolás Maduro. Macri eligió abordar el tema haciendo alusión al compromiso con la “defensa de los derechos humanos” y la democracia que llevan adelante tanto Argentina como Brasil. No fueron los mismos términos que utilizó Bolsonaro, fuertemente criticado por los retrocesos en materia de derechos humanos en su país. Sin embargo, eso no impidió que compartieran la crítica de fondo al gobierno de Maduro. “Seguiremos haciendo todo lo posible, desde acá, para ayudar a que se reestablezca la democracia en Venezuela”, prometió Macri, uno de los primeros en reconocer a Juan Guaidó como autoproclamado “presidente designado” del país caribeño.

Durante el mensaje protocolar emitido en el Salón Blanco no hubo espacio para preguntas de los periodistas, ni para los típicos chascarrillos futbolísticos del Presidente. De hecho, Macri buscó en varias oportunidades, y sin éxito, la mirada cómplice de Bolsonaro cuando le dedicaba algún guiño de su discurso.

El momento más distendido llegó después, durante el almuerzo en el Museo del Bicentenario, ubicado a pocos metros de la Casa Rosada. Allí, además del jefe de Gabinete, Marcos Peña, y los ministros Jorge Faurie, Dante Sica, Patricia Bullrich, Oscar Aguad, estuvo presente el resto de los miembros del gabinete como Rogelio Frigerio, Andrés Ibarra y Sergio Bergman, entre otros. Los únicos opositores fueron el diputado Marco Lavagna y el senador Miguel Angel Pichetto.

Dos asistencias que llamaron la atención fueron las del titular de la Agencia Federal de Inteligencia, Gustavo Arribas, quien se saludó afectuosamente con funcionarios y legisladores nacionales. Además de ser un íntimo amigo de Macri, Arribas desarrolló buena parte de su actividad profesional en Brasil como empresario y representante de jugadores de fútbol hasta que fue nombrado como jefe de los espías. La segunda fue la presencia fue la del “hermano de la vida” de Macri, el empresario Nicolás Caputo. Nicky charló entre risas con Peña y buena parte de los funcionarios. Ambos estuvieron sentados en una de las mesas más importantes junto con Eduardo Bolsonaro, la ministra Carolina Stanley, el secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis y el secretario de Medios, Jorge Greco.

Con un mensaje en su cuenta de Twitter, el diputado e hijo de Bolsonaro dejó en claro el motivo de la visita de su padre: “En algunos meses de los gobiernos de Bolsonaro y Macri, las relaciones Brasil-Argentina produjeron más frutos que en décadas de gobiernos anteriores, notoriamente de izquierda. Esperamos que esta próspera amistad no termine en 2019”, aseguró sin mencionar un sólo dato que la primera afirmación.

Ya en el cierre del brindis, antes de sentarse a comer el menú de centolla fueguina, bife de lomo y tarta de chocolate, Bolsonaro se despidió con una frase propia de su fervor ultrareligioso que no se condice con la diatriba anticorrupción del macrismo: “Siempre les digo: ‘nosotros combatimos la corrupción’, sí. Pero algo mucho, mucho más importante para combatir es el tema ideológico. Eso no puede volver a ningún país de América del Sur. Así como le debo mi vida a Dios, también debemos a Dios esta libertad maravillosa que tenemos. Si la corrupción se lleva algo concreto, la ideología se lleva algo a lo que sólo se le da valor después que se pierde, que es la libertad que tenemos en este momento”. Todavía no había probado los vinos D.V. Catena Malbec y Chardonnay elegidos especialmente para la ocasión cuando sentenció: “Dios por encima de todos”.

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