Quince años después de la aparición del pastafarismo en Estados Unidos, sus fieles españoles batallan contra el Ministerio de Justicia para que la Iglesia Pastafari sea admitida en el Registro de Entidades Religiosas
Según las escrituras de la iglesia pastafari, el Monstruo de Espagueti Volador (Monesvol) le reveló al pirata Mosey sus Ocho Condimentos en la cima del Monte Salsa. Los dotó de cierta laxitud, por lo que se refirió a ellos como los “preferiría que no”. La primera indicación que esta divinidad flotante con forma de tallarines enredados en dos albóndigas de carne sugirió a su primer discípulo fue que preferiría que no actuara como “un imbécil santurrón” que se cree “mejor que los demás” cuando habla de su dios. También prefiere que no se use su existencia como “un medio para oprimir, subyugar, castigar o eviscerar” y que tampoco se construyan “multimillonarias iglesias, templos, mezquitas o santuarios” a su “Tallarinesca Santidad”, cuando ese dinero bien podría ser utilizado para “acabar con la pobreza, curar enfermedades, vivir en paz, amar con pasión y bajar el precio de la televisión por cable”. La lógica extrema de las enseñanzas del pastafarismo ha hecho que sus creyentes se cuenten por miles en todo el mundo desde hace 15 años.
En Estados Unidos, The Church of the Flying Spaghetti Monster es una religión oficial, cuya cabeza visible es “el profeta” Bobby Henderson desde el día que escribió una carta al Consejo Escolar de Kansas. Henderson acababa de graduarse en Ciencias Físicas por la Universidad del Estado de Oregón cuando, en mayo de 2005, se celebraron unas jornadas de ese Consejo educativo para evaluar cómo se enseñaba la creación y evolución del universo en los colegios de secundaria. La entrada de políticos republicanos a esta institución, alineados con las tesis del think tank Discovery Institute, propició que en esas audiencias se defendiera seriamente la inclusión en el currículo escolar del “diseño inteligente”, un término en neolengua para referirse al creacionismo, como oposición a la teoría de la evolución darwinista. Dicho con otras palabras: querían que los profesores enseñaran también que la vida había sido creada por un dios.
En su carta abierta, Henderson les dijo: “al igual que hay múltiples teorías sobre el Diseño Inteligente, yo y muchos otros en el mundo creemos firmemente que el universo fue creado por el Monstruo Espagueti Volador. Fue Él quien creó todo lo que vemos y sentimos. Creemos firmemente que las indiscutibles evidencias científicas que demuestran los procesos evolutivos no son otra cosa sino una coincidencia orquestada por Él”.
El texto de Henderson fue una bomba viral que estalló de manera internacional expandiendo la religión pastafari por todo el planeta. Además de un resumen de creencias, que posteriormente serían desarrolladas en un “evangelio“, la queja de Bobby Henderson proponía que el tiempo de la clase de ciencias no solo del país sino del mundo entero se dividiera en tres partes iguales: una para el “Diseño Inteligente”, otra para el pastafarismo y una última para “las lógicas conjeturas de las abrumadoras evidencias” científicas.
Tuvieron que pasar dos años de discusiones y alegaciones para que en una votación de seis contra cuatro, el Consejo Escolar de Kansas rechazara el cambio curricular. Para entonces, la revista Muy Interesante ya había publicado un artículo bajo el titular “¿Hemos sido diseñados?” y una enorme maraña de espaguetis con ojos acompañaba el texto. Así aterrizó en España el pastafarismo.
Dios creó el universo tras una borrachera
El espíritu de la proposición de Bobby Henderson es la chispa que ilumina las diferentes prácticas y tentativas pastafaristas en otros países. En España, la Iglesia Pastafari ha pedido ser incluida en el Registro de Entidades Religiosas pero el Ministerio de Justicia, de quien depende la Dirección General de Relaciones con las Confesiones, lo ha rechazado en varias ocasiones. En 2010 se reunió la Comisión Permanente de la Asesora de Libertad Religiosa y recomendó denegar el registro por “una absoluta falta de base de fe y fines religiosos”.
Antonio Lobo ha sido el representante legal de un nuevo intento de registro en 2016, en el que se presentaron los estatutos de la Iglesia y se le dedicó un artículo entero para explicar cuál era la base de fe, cuya ausencia habían provocado los anteriores fracasos. La desarrollaron en nueve puntos en los que afirmaban que el dios Monesvol, “invisible e indetectable”, creó el universo tras una borrachera, “lo que explica las imperfecciones de este mundo”. Lobo recibió la denegación de la solicitud con perplejidad: “nos dimos de bruces con la Administración. Lo que parecía que iba a ser un paseo por el prado, no lo ha sido”, aclara a eldiario.es.
“Nos lo curramos bastante, tradujimos La Biblia y las sagradas escrituras, trabajamos en la presentación del escrito, mucha gente ha participado para que legal, jurídica y técnicamente cumpliéramos con todos los puntos para ser registrados”, dice. A pesar de ello, el registro lo rechazó porque “los términos en los que están definidos” los principios “permiten afirmar que se trata de una solicitud falta de seriedad” y que constituye “una burla”.
“Yo lo primero definiría qué es seriedad”, responde Lobo. “El mismo argumento que ponen ellos lo podemos poner nosotros. Su forma de actuar es partidaria y negligente. ¿Quién eres tú para decirme cuáles son mis actos de fe?”, dice y recalca que a él le parece suficiente muestra de seriedad el tiempo y la dedicación invertidas en este proceso. Por ello, Antonio recurrió e interpuso un recurso alegando infracciones legales por restringir la libertad religiosa, por entender que el registrador estaba entrando a examinar la fe y a hacer juicios de valor sobre los fines de la entidad.
Pero, de nuevo, tumbaron su solicitud. Recibieron una respuesta argumentada por la Abogacía General del Estado en la que se recalcaba que, “con todos los respetos”, de la lectura de los estatutos se deduce “sin género de dudas” que “no nos encontramos con una verdadera entidad religiosa”: “la finalidad de este movimiento, pese a sus evidentes rasgos humorísticos, resulta totalmente respetable pero no puede pretenderse que se trate de una finalidad verdaderamente religiosa” y, como arguye que no la tiene, tampoco se está vulnerando, por tanto, la libertad religiosa.
Comenta el escrito de devolución que los documentos sobre el origen de la Iglesia Pastafari “son de dominio público y están al alcance de todos en internet”. “Lo que yo pienso es que no se molestó en leer lo que presentamos”, dice Antonio Lobo. “Cuando buscó en internet todos creemos que miró la entrada de la Wikipedia, donde se sigue diciendo que es una religión paródica, que no lo es, pero no nos hemos molestado en cambiarlo porque nos la pela”. ¿Qué es lo que sí hizo Antonio Lobo? Interponer otro recurso contra la denegación del recurso. Pero han pasado meses y no han obtenido respuesta, por lo que piensa que lo han metido en un cajón. “Tenemos las manos atadas, no podemos hacer nada hasta que contesten”, dice.
En España hay 18.859 entidades religiosas
Las Entidades Religiosas en España no son pocas. En 2017, último año con datos, el Registro tramitó 686 peticiones. La consulta a la base de datos de este Registro devuelve un fichero de 18.859 entidades religiosas en España. Entre ellas encontramos confesiones paganas como la Asociación Wicca de España, Wicca Celtíbera, la Irmandade Druida Galaica o la Comunidad Odinista Asatru o una decena de entidades de la Cienciología y, durante 2019, 119 registros de inscripciones nuevas en el apartado iglesia, comunidad o confesión en la categoría evangélicos. “Somos de las pocas religiones que no han sido aceptadas en el Registro”, dice Lobo.
“En España no existe el problema del adoctrinamiento del diseño inteligente en la misma medida [que en Estados Unidos], pues algo hay en la enseñanza de las religiones confesionales –reflexiona el pastafari Fernando Cuartero–, pero sí que existe una intromisión de las religiones pretendidamente mayoritarias en aspectos civiles, y en la misma medida que Bobby Henderson usó los mismos argumentos de los defensores del diseño inteligente para mostrar sus contradicciones, la religión pastafari en España puede usar todos y cada uno de los argumentos esgrimidos por otras confesiones para ser tratada a la par. Al menos, en tanto la aconfesionalidad estatal recogida en el artículo 16.3 de la Constitución no sea una realidad, pedimos que la colaboración estatal con todas las confesiones, no solo la católica, que proclama el inciso segundo del mismo artículo, sea una realidad. Pedimos los mismos privilegios que tienen las demás”.
Aunque legalmente han llegado a “un punto muerto”, como dice Lobo, el pastafarismo crece. Diferentes personas han constituido el pasado mes de noviembre la Asociación República Pastafari de Monesvol, con la que pretenden apoyar el proceso de legalización. ¿Y por qué República? “Sinceramente, dudo que alguien pueda ser pastafari y monárquico”, aclara Sergi, su presidente, quien denuncia que en España se defienden los “privilegios de la Iglesia Católica” y que “mientras exista el concordato y la exención de impuestos”, no habrá verdadera separación entre el Estado y la Iglesia.
La cerveza Monesvol
Respecto a los palos en las ruedas de la Iglesia Pastafari, Sergi opina que no pueden calificarles como “religión paródica” cuando “la cristiana habla de resurrección y de vírgenes con hijos, cosas más paródicas” de las que les acusan a ellos. “Si el pastafarismo es una parodia, todas las religiones lo son”, opina Fergus Reig Gracia, el pastafarista español que impulsó la idea de la cerveza –la bebida litúrgica por excelencia de esta religión– de nombre Monesvol, gracias a un crowdfunding, y que puede comprarse a la marca cántabra de cervezas artesanas El Ayla.
Paralelamente a las batallas judiciales, los fieles debaten en grupos de Telegram, fabrican objetos que llamen la atención en el espacio público sobre su existencia (la cerveza, los llaveros o unos sellos) o planifican congresos estatales. Cuando estas acciones se salen de lo privado y lo asociativo y tocan, aunque sea de soslayo, las estructuras, es cuando el pastafarismo pone en evidencia precisamente lo que ellos quieren señalar: que el Estado español, definido como aconfesional en la Constitución, privilegia unas religiones por encima de otras.
En 2012, un pastafarista sevillano apodado Primo Cudeiro quiso utilizar el servicio de Correos para imprimir sellos de válidos personalizados. Utilizó una imagen de Monesvol y Correos se lo denegó. Cudeiro acudió a una oficina de arbitraje para consumidores, en cuyo acto Correos argumentó que tenía conocimiento de que el Registro de Entidades Religiosas había rechazado la inscripción de la Iglesia Pastafari y que “conocidos los antecedentes del pastafarismo y que su significado religioso y científico puede crear polémica o controversia, Correos consideró que por las connotaciones que tenía la imagen solicitada no era susceptible de ser incorporada en un sello”. Pero el servicio postal perdió el arbitraje y se vio obligado a realizar la plancha con la reverenciada imagen pastafari. Posteriormente otros usuarios han solicitado filatelias con imágenes de la Iglesia Pastafari y, de nuevo, Correos lo ha rechazado.
Los piratas y otros puntos base
En los nueve puntos de la base de fe de la Iglesia Pastafari se alude a los símbolos de reconocimiento social de esta religión: los “pastafaris devotos” deben vestirse de pirata “y gritar ¡arrrgh! siempre que les sea posible”. Si el atuendo pirata no es posible, “el fiel pastafari procurará vestir la prenda religiosa de cabeza consistente en un colador”. El primer dogma lo creó Bobby Henderson.
Como recurso para poner en evidencia la falta de rigor científico de las creencias religiosas que dan la espalda al empirismo científico, Henderson incorporó a su famosa carta abierta al Consejo Escolar de Kansas una gráfica. En el eje vertical vemos el aumento del calentamiento global, y en el de abscisas el descenso del número de piratas, “aproximado” desde 1820 hasta hoy.
“La realidad de que el calentamiento global, los terremotos, los huracanes y otros desastres naturales son consecuencia directa de que a partir del siglo XIX ha disminuido el número de piratas”, deducen los estatutos pastafaris, por tanto confían en “la esperanza” de que a más personas vestidas como piratas, mejor futuro para el planeta. Pero la segunda indicación es más bien apócrifa, aunque admitida por la Iglesia del Espagueti Volador y por los acólitos en general. Se le ocurrió al austriaco Niko Alm y su historia está contada en el documental I, Pastafari, de Michael Arthur. Alm es también la primera persona que legalmente, después de tres años de pelea judicial, gana el derecho a expresar su fe pastafari en la fotografía de su carné de conducir.
La película de Mike Arthur, que acaba de iniciar su andadura por festivales, asiste también al proceso judicial en el que se zambulle Mathé, un joven ingeniero que quiere conseguir lo mismo que Niko Alm pero en Holanda, por lo que viste un elegante escurridor también en el juzgado. Arthur, de origen estadounidense, acababa de mudarse a Ámsterdam cuando se encontró con la noticia de que una agencia gubernamental había reconocido oficialmente a la Iglesia del Monstruo Espagueti Volador en los Países Bajos.
El cineasta contactó con los pastafaris involucrados y supo que uno de ellos afrontaba un juicio contra la normativa que le impedía salir en la foto de la licencia para conducir con el colador de espagueti en la cabeza. “Su argumento fue –explica Arthur– que, ya que su religión gozaba de este nuevo reconocimiento en los Países Bajos, también debería tener acceso a los privilegios de la ley holandesa reservados a otros grupos religiosos. Grabé el juicio y, como no hablo holandés, no entendí una palabra de lo que se decía, pero me fascinaron las imágenes de este tipo con un colador en la cabeza en un escenario tan serio como es una sala de tribunal, manteniendo un fascinante debate en torno a la idea de qué es una religión real y quién lo decide”.
Mike Arthur viajó por Europa y conoció a pastafaris de diferentes países que, aunque se enfrentaban a escollos diferentes, mantenían algo en común bajo la superficie. “Creo que lo que de verdad están haciendo es obligar a sus gobiernos a explicar por qué hay privilegios y exenciones para los grupos religiosos. ¿Por qué si crees en Dios, Thor, El Monstruo Espagueti Volador o en ningún dios en absoluto tiene que afectar a tus derechos?”, se pregunta.
“Ramén” es la palabra con la que los pastafaris se saludan o culminan sus alocuciones. Es también el título elegido por Rubén Seca para su cortometraje de ficción, el primero que se realiza sobre esta religión “bajo la complacencia y apoyo de Bobby Henderson”, indica Seca, pues el estadounidense compartió el crowdfunding en la página de la Iglesia. Como la cinta de Mike Arthur, Ramén está en fase de festivales, habiendo sido seleccionado en 30 de ellos para su exhibición. En esta historia Jacobo, un ministro pastafari que va a oficiar la comunión de su hija, se pregunta si debe invitar a Lucrecia, que además de abuela de la niña es ultracatólica. Lucrecia piensa que el pastafarismo es una herejía y una blasfemia hacia su dios cristiano.
En el informe anual sobre libertad religiosa en España que publica el Ministerio de Justicia se recogen las quejas de la Iglesia Católica sobre “el ejercicio de la libertad religiosa en el espacio público”, sobre el que esta confesión dice haber “constatado dificultades” como la “retirada de belenes”, “la retirada de símbolos religiosos” y la “supresión de fiestas católicas”. Entre los ejemplos citados, los católicos aluden a actuaciones artísticas “contra los sentimientos religiosos” o la eliminación de “la referencia a ‘Jesús’ de los villancicos para no molestar a los alumnos” en los colegios vascos.
“El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos –recuerda Fernando Cuartero– dice que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Nótese que el orden importa, y cuando se suele hablar de libertad religiosa suele ser para exigir privilegios a las confesiones y para coartar los derechos de libertad de pensamiento y de conciencia de quienes no practican ninguna”. “En España lo que no existe es una libertad de conciencia que proteja el librepensamiento y la exposición de ideas críticas respecto a dogmas religiosos, que suelen ser combatidos, incluso en el ámbito penal, como ofensas a los sentimientos religiosos, sin que jamás se haya explicitado de manera clara cómo pueden ser ofendidos unos pretendidos sentimientos, y por qué los sentimientos pastafaris no pueden ser ofendidos en la misma medida”, añade.
Mike Arthur no hizo su película para rodar un juicio llamativo ni contar una historia simpática. “La hice –explica– porque me cansé de ver debates improductivos sobre el impacto de la religión en la sociedad moderna. Casi siempre terminan con la gente siendo condescendiente o despectiva, o alguien diciendo ‘es un asunto de fe”. Mientras, vemos cómo se usan los titulares de ideología fundamentalista religiosa como justificación para discriminar y difundir tonterías anticientíficas a las masas, obteniendo de paso deducciones fiscales”, sostiene.
“Está todo del revés. No debemos dar beneficios financieros a ideas obsoletas que causan conflictos innecesarios. Sería genial si pudiéramos tener un debate público racional sobre el lugar de las religiones en la sociedad, pero desafortunadamente la religión ni se discute. Las llamadas creencias parece que tengan inmunidad para enfrentarse a cualquier debate o crítica seria. Es por eso que me atrajo tanto el movimiento pastafari. Creo que los pastafaris están diciendo: bueno, si no vamos a hablar como adultos racionales sobre estos temas, intentémoslo con otro enfoque”.