El cura rechaza renovar al orfeón el alquiler de la sede porque dice que la necesita para actividades sociales, mientras alquila el pórtico de una Iglesia para la terraza de un bar
El presidente del coro Biotz Alai (corazón alegre, en euskera) de la localidad vizcaína de Algorta, recibió en su casa el pasado junio un burofax. Extrañado por el envío, descubrió con sorpresa que el remitente era una abogada en representación de la parroquia de San Nicolás de Bari. En el texto se indicaba que el contrato de alquiler que el templo mantenía con el coro por el local de ensayo no se iba a renovar y que el grupo, formado por 53 hombres, tenía de plazo hasta el 1 de noviembre para despejar y desalojar el espacio, situado en los bajos de la casa cural y que ocupaban desde finales de los años sesenta para ensayar tres veces por semana. Molesto y sorprendido, Juan Ignacio Roscales llamó al párroco, Javier Garay, para pedirle explicaciones en persona. “Los tiempos han cambiado, si queréis se puede alquilar por horas, pero tenéis que marcharos”, fue la respuesta que obtuvo del cura.
El desahucio de la coral masculina más importante del municipio ha generado controversia en Algorta, núcleo urbano perteneciente al término municipal de Getxo, pero que sus propios habitantes consideran un pueblo en sí mismo. El Biotz Alai es una institución mítica, forma parte de la idiosincrasia del pueblo, ha ganado varios premios en concursos de canto internacionales y tiene una plaza a su nombre en una localidad que sigue manteniendo sus tradiciones. Fundado en 1966 exclusivamente para voces masculinas, no es un coro eclesiástico, sino de promoción de la música coral y la cultura vasca, aunque desde sus inicios ha estado vinculado a la parroquia de San Nicolás de Bari. “Durante décadas tuvimos un acuerdo tácito con los distintos sacerdotes, que nos cedían el local para ensayar a cambio de cantar en las misas, funerales, bodas y celebraciones de la parroquia”, explica Roscales. Actúan en fechas señaladas y para ensayar ocupan la antigua carbonera del edificio, que durante más de 50 años han ido adecentando con múltiples inversiones para habilitar una zona de ensayos, con los bancos para la coral y el piano, un espacio con mesas y un pequeño despacho.
“Cuando llegó el nuevo párroco, hace cinco años, aterrizó con una sensibilidad diferente a los anteriores. Enseguida nos dijo que teníamos que tener un contrato y pagar un alquiler, algo que entendimos perfectamente, porque era lo lógico y normal”, explica el presidente del Biotz Alai. Sin embargo, empezaron a sospechar que no eran bienvenidos cuando el cura se negó a hacer un contrato de larga duración y les dijo que revisaría las condiciones después de cinco años. “Me quedó todo claro cuando me dijo que cuando quisiera ponía un cassette en las misas, le daba al botón y ya está”, describe Roscales. El presidente cree que detrás de la decisión del sacerdote se esconde un interés por “sacar más rentabilidad” ubicando en el local del coro a los grupos de tiempo libre, jubilados y pequeñas bandas que ocupan ahora mismo dependencias de la casa cural, que se pueden transformar en residencias sociales por las que obtener una subvención pública. De hecho, hace un año un experto acudió a hacer una tasación del local por orden del sacerdote. “En su empeño tiene el apoyo total del Obispado”, afirma Roscales.
La casa cural es un inmueble jugoso que fue donado hace décadas a la Iglesia. Según los datos del catastro de Vizcaya cuenta con tres plantas y un sótano que suman casi 900 metros cuadrados, con jardín, aparcamiento y un valor mínimo atribuible de 467.257 euros en uno de los municipios más caros del país. El sacerdote reconoce que la reforma emprendida en los últimos años, para la que el Biotz Alai ha donado 4.000 euros, ha reconvertido el inmueble en un edificio de alojamientos sociales que permiten a la iglesia “autofinanciarse” mediante las rentas que cobra por ofrecer el servicio. Sin embargo, niega que el desahucio del coro esconda la intención de rentabilizar el lugar: “En la parroquia la actividad es intensa, hay muchos proyectos en marcha y los locales son escasos. No podemos prescindir de una planta entera que históricamente no se había necesitado porque ahora hay una demanda de los grupos de la parroquia. La presencia del coro ha sido una parte bonita pero las circunstancias cambian”. Al teléfono, Garay dice entender que algunas personas se hayan tomado mal la situación, pero afirma que no tiene nada contra el coro. “Creo que para ellos es un tema de orgullo”, explica.
El malestar de los coristas por su desahucio coincide con las suspicacias de algunos vecinos sobre las decisiones adoptadas por el párroco para rentabilizar las instalaciones desde su llegada hace un lustro a las parroquias de San Nicolás de Bari y San Martín de Tours. “Empezó con lo del AirBnB, que según dicen era para la reforma de la casa cural, pero no me fío”, dice Ainhoa, vecina y antigua feligresa que prefiere no dar su apellido. Hace cinco años Garay abrió un perfil en la plataforma de alquiler vacacional en el que publicitaba varias habitaciones reformadas de la casa cural “con playa a cinco minutos”, según rezaba el anuncio. Cosechó muy buenas críticas como anfitrión, pero en 2019 dejó de alquilar y con la llegada de la pandemia acogió en ellas a 24 personas que pagaban su estancia con parte de las rentas de inserción que recibían.
Otra decisión controvertida es el alquiler del pórtico de la iglesia de San Martín de Tours a un bar aledaño para que instale una terraza con varias mesas y amplíe su capacidad. La polémica estalló el pasado septiembre cuando los propietarios del establecimiento anunciaron la actuación de Leticia Sabater en la terraza del local para rememorar sus canciones de los ochenta y los noventa. Sin embargo, las quejas de las feligresas de la parroquia y una carta de protesta enviada al Obispado de Bilbao llevaron al sacerdote a exigir, dos días antes del evento, que se cancelase la actuación de la conocida cantante, que estaba planificada en el mismo pórtico del templo.
Los ofrecimientos de pagar un alquiler más elevado por parte del coro no han recibido respuesta y solo han arrancado el compromiso del sacerdote de contar con cinco meses de margen para sacar todo lo que han acumulado en 55 años y buscar un nuevo local de ensayo. Esperan que el Ayuntamiento de Getxo les eche una mano para encontrar un nuevo emplazamiento. “Es complicado encontrar un lugar que cumpla las condiciones para que canten 50 personas sin molestar a los vecinos. Tanto por el tamaño como por la insonorización”, dice Roscales, que no obstante, está seguro de que el Biotz Alai hará lo que sea necesario para seguir cantando. “Eso sí, no será en San Nicolás”, concluye.