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El Papa pierde el máximo poder de no errar en temas de moral y costumbres

Perderá la sotana blanca, conservará el título de Su Santidad Benedicto XVI, su anillo será destruido, pero lo más decisivo es que dejará de ser infalible. Una prerrogativa única en el mundo con fecha exacta de caducidad: el día 28 de febrero a las 20:00 horas. Cuando Benedicto XVI, el Papa reinante, pase a ser de nuevo Joseph Ratzinger, obispo emérito de Roma, Papa jubilado o como quiera que, a partir de ese momento, se le designe. Algo que, ni en el Vaticano tienen claro.

Sin duda la infalibilidad es uno de los máximos poderes papales, pero sólo se ejerce en contadas ocasiones. Se trata de un dogma según el cual el Papa está preservado de cometer un error, cuando promulga una enseñanza dogmática en temas de fe y moral bajo el rango de "solemne definición pontificia" o declaración ex cathedra.

La infalibilidad de este tipo se utiliza en contadas ocasiones. El último en utilizarla fue el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, para proclamar el dogma de la Asunción de la Virgen María. Ni Juan XXIII, ni Pablo VI, ni Juan Pablo I, ni Juan Pablo II ni el propio Benedicto XVI la utilizaron jamás. Al menos para definiciones solemnes.

Porque hay otras ocasiones, como las canonizaciones, en las que también está comprometida la infalibilidad papal. Y los últimos Papas, especialmente Juan Pablo II, canonizaron a cientos de santos. En concreto, Benedicto XVI canonizó a 44 santos, de ellos 5 españoles.

De hecho, para que se active la prerrogativa de la infalibilidad, tienen que darse estas dos condiciones. Primera que el Papa tenga la intención de declarar una doctrina concerniente a la fe o a la moral como verdad que no se puede cambiar. Y segunda que el Papa hable como pastor y doctor de todos los cristianos con todo el peso de su autoridad apostólica (no meramente como un teólogo, como hizo Benedicto XVI en sus libros sobre Jesús).

En 1870, el Concilio Vaticano I definió así la infalibilidad: "Con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cátedra, esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y las costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia" (Denzinger 1836).

El propio Papa Ratzinger explica así el alcance de este dogma en su libro 'La sal de la tierra' de 1997: "Ese dogma no significa que todo lo que diga el Papa es infalible. Significa, exactamente que en el cristianismo, en la fe católica en todo caso, hay una última instancia que decide. Significa que el Papa tiene autoridad para decidir, con carácter vinculante, en las cuestiones esenciales, y que nosotros, en definitiva, podemos tener la certeza de que la herencia de Cristo se ha interpretado correctamente".

Y añade: "El Papa, lógicamente, también está sujeto a ciertas condiciones, que a él le obligan en grado sumo, para garantizar que no se trata de una decisión suya, de su conciencia subjetiva, sino que se ha tomado conforme a la conciencia de la Tradición".

El papa Benedicto XVI , el pasado 14 de febrero. | C. Peri

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