El papa Francisco le garantizó a Angela Boitano, presidenta de Familiares de Detenidos-Desaparecidos por Razones Políticas, el compromiso de la Iglesia Católica de aportar la información disponible en sus archivos sobre el terrorismo de Estado en la Argentina. “Ya lo estamos haciendo. Y a medida que vayan pidiendo, lo vamos a hacer”, fueron las palabras del ex cardenal Jorge Bergoglio, según reconstruyó Lita Boitano. A pedido del Papa, la titular de Familiares se reunirá hoy con el responsable de administrar el archivo del Vaticano.
De origen italiano, madre de dos desaparecidos, Boitano reclama sin suerte desde 1976 que la Iglesia colabore con información. Tras el secuestro de su hijo Miguel Angel, un capellán de la policía le recomendó: “No se haga problema, seguro se fue con una chica”. Por consejo de su primo, el aviador naval Angel Martín, fue a ver al capellán del Ejército Emilio Graselli. “Dígale a su primo que fueron los militares”, le advirtió Graselli. En la siguiente visita, agosto de 1976, le mostró dos cuadernos: “¿En qué libro estará su hijo? ¿En el de los vivos o en el de los muertos?”. Revisó apuntes y agregó: “Yo le diría, señora, que no lo busque más”, recordó al declarar en el juicio de la ESMA.
En 1979 intentó sin éxito que Juan Pablo II la recibiera en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se reunía en Puebla, México. Con otras cuatro madres consiguió una entrevista con Pío Laghi, nuncio del Vaticano en la Argentina, quien admitió que “tres años es mucho tiempo” para no tener noticias de los hijos. “Si están muy torturados, los militares no los van a dejar en libertad”, agregó. Convencidas de que “el Papa era el único que podía hacer algo por nuestros hijos”, viajaron a Roma. “Nos colamos entre la gente y le dijimos a Juan Pablo II que éramos madres de desaparecidos. Nos preguntó si eran muchos. Le dijimos que ellos habían recibido muchas denuncias y le pedimos una entrevista. A los tres días nos avisaron que no iba a poder ser”, recordó. “Siempre pensé que el Vaticano tenía el archivo más completo de los desaparecidos, dado que todos enviamos allí las denuncias”, reflexionó en 2013 ante los jueces, y agregó que “todavía estamos esperando” la autocrítica de Iglesia.
El miércoles pasado, acompañada por la periodista Dora Salas, Lita fue recibida por Bergoglio, a quien le regaló un libro de poesías de ex presos políticos. “Lo tomé de los brazos y le dije: ‘Como papa Francisco le querría pedir la apertura de los archivos’”, contó.
“Ya lo estamos haciendo. Y a medida que vayan pidiendo, lo vamos a hacer”, fue la respuesta.
El segundo pedido fue la autocrítica de la Iglesia. “El me dijo que están preparando un documento sobre el tema”, aseguró Boitano. “La sensación es que hablamos de peronista a peronista”, bromeó ante sus allegados. “El encuentro fue muy positivo. Nos habló de forma muy segura y prometió que se iba a ocupar del tema. La Iglesia tenía los datos exactos sobre los desaparecidos y el Vaticano los está buscando”, se esperanzó.
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, confirmó que la apertura de archivos es un hecho aunque “no habrá una desclasificación masiva”. “Tampoco se pueden pedir milagros”, reflexionó. “Por lo visto, con muy buena disposición, el Papa encontró la manera de que los archivos de la Iglesia sean abiertos pero en una forma muy especial: bajo pedido judicial”, agregó. “Se sabe con certeza que obran archivos en el Vaticano sobre cada persona, una por una –dijo– y se van a abrir.”
COMENTARIO: Curiosa forma de colaborar, “bajo pedido judicial”. Bergoglio, la iglesia y el Vaticano siguen considerando que su “reino no es de este mundo” y por tanto no están obligados a cumplir las leyes, pues consideran un favor facilitar los datos de los desaparecidos de la dictadura en Argentina cuando los reclame la justicia. Esta es la doble moral y la hipocresía de quienes ayer fueron complices colaboradores de los crímenes de la dictadura militar y ahora tratan de aparentar apoyo a las víctimas cuando se limitan a dar la información que les pida la justicia. Como si ello no fuese un deber de toda institución. Resulta doloroso que estas abuelas se muestren satisfechas de esta intervención papal, que de haber sido real, ya habría puesto a disposición de los afectados de tan inmenso dolor los archivos que vienen reclamando desde hace tantos años. Una vez más siguen siendo cómplices, eso sí, con buenas palabras.